Luis López Carrasco (Cartagena, 1981) tenía 11 años el día que encendió la tele y vio arder la Asamblea Regional. Fue el 3 de febrero de 1992: los trabajadores de Bazán se manifestaron frente al parlamento autonómico ante la incertidumbre laboral que provocó la reconversión industrial. Un cóctel molotov provocó el incendio. Años después, López intentó tirar del hilo. El resultado le sorprendió: «En Murcia nadie se acordaba de nada, había quien pensaba que me lo había inventado. Entendí que era un motivo para hacer una película».

Así surgió El año del descubrimiento, un documental en el que López coloca una cámara en el bar La Tana y ve la vida pasar. «Nos decían que a quién le iba a interesar una película de más de tres horas en la que aparecen 45 cartageneros hablando, pero en Rotterdam hemos sido los favoritos de público y crítica», cuenta. Se refiere al Festival Internacional de Cine de Róterdam, donde El año del descubrimiento luchó por el Tiger Award, principal sección del certamen. Aunque no ganó, le ha servido para colocar la película en 20 países que, «por compromisos de promoción», aún no puede desvelar. En España aún no hay fecha de estreno. Tampoco en Murcia, aunque López se deja querer: «El Festival Internacional de Cine de Cartagena y, por supuesto, la Filmoteca Regional serían lugares perfectos».

Razones para la amnesia

Dice López que dos razones explican el olvido de la quema de la Asamblea. La primera: «Murcia es una ciudad agradable, con buen nivel de vida, pero no se tiene en cuenta al resto de la Región, que vive una sensación de abandono crónico». Además, considera que el relato de la reconversión industrial se basa en lugares comunes: «La idea de la industria obsoleta y de que 'lo moderno' era destruirla, con unos trabajadores 'nostálgicos' que se negaban al progreso. Nunca se habla de los miles de puestos de trabajo que se destruyeron». El director cartagenero considera que esta situación se vio agravada por la «imagen triunfal» que rodea a 1992: año de conmemoración del V centenario de la llegada de Colón a América, de la Expo de Sevilla y de los Juegos Olímpicos de Barcelona. Sin embargo, «los territorios que sufrieron la reconversión industrial tienen una imagen de los 80 y principios de los 90 como algo absolutamente tenebroso». López va más allá: «Muchos de los consensos sociales que hoy se siguen considerando válidos se asientan en esa época, y no interesa decir que España ya estaba apostando muy fuerte por el turismo y la especulación inmobiliaria para absorber grandes bolsas de desempleo no cualificado. Decir que ese modelo económico es el que nos da la fragilidad que tenemos actualmente es problemático» remata.

Un análisis profundo de aquella época nos podría explicar, según él, «cómo se constituye el modelo económico español»: «Siempre se nos plantea el dilema entre el pasado y el futuro, pero nunca se pone encima de la mesa por qué este sistema económico pone con tanta frecuencia a miles de trabajadores en la calle, y en los medios las luchas obreras aparecen como un ruido de fondo sin demasiada importancia».

Apuesta estética

«Intentamos reproducir la vida en un bar. En seguida nos dimos cuenta de que la quema de la Asamblea era un núcleo, pero había mucho más que contar», dice López. Entre humo, cafés y cerveza, la película muestra la cotidianidad de la clase trabajadora, sus anhelos, sus derrotas y sus pequeñas victorias: «pretendimos que fuera una memoria de los barrios obreros desde el final de la guerra civil hasta la actualidad».

Uno de los rasgos estéticos más particulares del documental es el uso de la pantalla dividida: «Lo decidimos en el montaje, y, aunque parezca algo muy experimental, es un rescurso que dota a la historia de ritmo y fluidez», apunta. En tiempos de fragmentación y contenido efímero, sorprende una propuesta basada en «45 cartageneros hablando durante tres horas y veinte», pero López lo tiene claro: «Una emisión de Masterchef dura lo mismo y nos lo tragamos sin pensarlo. Además, hacemos cine para poner en una pantalla cosas que no solemos ver».

Cartagena en llamas

Cartagena en llamasLa respuesta que obtuvo López en Cartagena fue diferente. «Al principio le pregunté a mi tío Paco, que es cartagenero y sabía que no me estaba inventando nada». A diferencia de en la capital, las llamas en el parlamento autonómico sí se recuerdan en la ciudad portuaria: «Es un tema que sigue latiendo, es bastante raro encontrarte a alguien que no pueda contarte algo al respecto». A través del padre de un amigo, trabajador en el astillero de Navantia, López contactó con José Ibarra, un historiador y sindicalista que le hizo de enlace con los trabajadores: Ibarra andaba ultimando Cartagena en llamas, un libro en el que contextualiza el proceso de reconversión industrial en Cartagena, que se llevó por delante unos 15.000 puestos de trabajo, dando voz a los trabajadores de Bazán, Peñarroya y demás tejido industrial de la época.