«Sigue estando en la brecha, y estar con él es, como ha sido siempre, se plonger dans la vie; su fuerza espiritual se mantiene pujante y lo que sorprende es que tenga tanto que dar sin miedo a que se le acabe la cuerda; no economiza, da, da siempre. Lo propio del trato con él no es el diálogo -no diré, tampoco, que el monólogo-, sino la colaboración; o sea, hay que oírlo colaborando con un asentimiento, intuitivo, para su esplendor y su originalidad, aun suponiendo que no se comulgue con él o, al menos, con la plena convicción que reclaman siempre nuestras tesis temperamentales». Así relataba el poeta alcoyano Juan Gil-Albert, en una carta a Salvador Moreno, una visita a Ramón Gaya. La amistad entre Gil-Albert y el pintor murciano es el núcleo de una exposición, 'Historia de una amistad, 1993-1994', que se inaugura esta tarde a las ocho en el museo Ramón Gaya de Murcia.

En la época de las Misiones Pedagógicas (1931-1939), el alicantino formó parte del grupo que fundó la revista 'Hora España', a cuya redacción perteneció Gaya. Allí se conocieron. Sus caminos se volvieron a cruzar en el exilio, en México, a la vuelta a Europa y, posteriormente, a España.

La muestra recoge retratos, paisajes y más documentación variada que forma parte de diversas colecciones públicas y privadas. Isabel Verdejo (viuda de Gaya), la familia de Gil-Albert, la biblioteca valenciana Nicolau Primitiu, la Generalitat Valenciana y el museo Gaya han aportado material a la exposición.

Artista comprometido

Gil-Albert estuvo inscrito al principio de su trayectoria dentro de las vanguardias y la poesía surrealista. Con el paso del tiempo, se mostró más comprometido con la realidad del momento a través de su experiencia en la Guerra Civil y el exilio. Conocido por su espíritu insobornable y su amplio conocimiento de la cultura grecolatina, destacó por poseer un estilo potente y depurado.

En su obra hubo espacio para la poesía y la narrativa, siempre caminando entre la evocación, la reflexión y la crítica. Durante su exilio mexicano, Gil-Albert fue secretario de la revista 'Taller', dirigida por Octavio Paz. También dejó su huella en Buenos Aires, donde colaboró con los diarios argentinos 'Sur' y 'La Nación' y donde conoció a Jorge Luis Borges. Su regreso a Valencia en 1947 le obligó a vivir en un exilio interior, totalmente opuesto a la dictadura franquista, por lo que se le llegó a considerar un miembro tardió de la Generación del 27. Debido a que la publicación de su primera obra llegó en 1936, hay quien coloca al alcoyano en una suerte de eslabón entre las generaciones del 27 y del 36. Con la democracia le llegó el reconocimiento: fue galardonado con el Premio de las Letras Valencianas en 1982 y, poco después, con la Medalla al Mérito de Bellas Artes. De entre sus obras destacan Memorabilia, La fascinación de lo irreal, Crónica general o Mi voz comprometida.