José Luis Martínez Valero (Águilas, 1941) ha decidido echar la vista atrás. Nada en concreto le empuja. Es verdad que, desde hacía algún tiempo, apuntaba sus reflexiones en un documento a modo casi de diario, y que eso ha acabado dando origen a Sintaxis, su último trabajo, pero más bien ha sido un proceso natural. Reconoce que ya tiene «unos años» y, a diferencia de cuando empezó en esto de la poesía, ahora siente más honda la 'necesidad' de publicar. Por suerte, ahí están sus amigos de La Fea Burguesía, que han editado esta nueva referencia para el aguileño y todo aquel que esté interesado en esta suerte de atípicas memorias.

Presentó su nuevo libro, Sintaxis , la semana pasada en la Universidad. Empieza a ser costumbre esto, ¿no?

Sí, un poco sí. Es un sitio en el que me siento a gusto; durante algún tiempo estuve allí dando clases... Es cómodo, independiente y, además, tengo cierta amistad con Isabelle García Molina, que es quien dirige el Aula de Poesía de la UMU.

Pensaba que igual podía ser por aquello de acercarse al público joven, que últimamente parece que ha recuperado el gusto por la poesía...

No, no necesariamente. De todas formas, el que uno vaya a presentar su libro a la Universidad no significa que quienes asistan al acto sean universitarios... De hecho, hoy día los universitarios llevan a gala no asistir a ningún evento de este tipo; ellos vienen aquí [a La Merced] solo a beber cerveza -lo cual me parece bien, ojo-, pero no puedo ocultar que me gustaría que tuviéramos una verdadera ciudad universitaria que diese cierto lustre y se diferenciara de lo que es la Murcia..., llamémosla 'rutinaria', o 'levítica'. Yo creo que fue un error hacer el campus allí... Lo que tenemos aquí son como 'restos geológicos': el mal llamado aulario -que corresponde generalmente a Derecho-, la Facultad de Letras... En fin, las razones de por qué se hizo así deben ser muy complejas, pero creo que eso ha privado a Murcia del disfrute de ese público, que sería interesante para darle otro tono la ciudad.

No le veo muy optimista con la gente joven...

¡No, no! Eso era una generalización en realidad. La gente joven yo creo que, en cierta medida, está a salvo de todo esto... Hay gente muy interesante y muy buena, pero quizá van por otros caminos [diferentes a la poesía]: por la música, el arte... Aunque la poesía también les interesa, sí. He tenido mucha relación con chicos jóvenes y tienen la misma disposición que nosotros hemos tenido siempre.

Vamos ya con el libro: dice la editorial que « Sintaxis trata del misterio de la escritura y, sobre todo, del misterio de la lectura». Explíqueme esto y, bueno, háblame sobre su obra.

[Risas] Bueno, pues mira: un amigo me acaba de poner por WhatsApp que, aunque suene pretencioso, dice que estaba leyendo Sintaxis y le ha recordado al último Autorretrato de Rembrandt, al que aparece con sus pinceles y con su paleta. Digamos que me parecía necesario dar cuenta de lo que hago y de cómo lo hago; aquí está casi todo lo que yo he hecho. En ese sentido, este libro tiene una peculiaridad, y es que muchas veces, cuando hago una reflexión sobre el teatro, inmediatamente después pongo una pieza cortita de teatro, un monólogo; si reflexiono sobre el cuento, pues varios cuentos; si es sobre el ensayo, pues un ensayo. Así que en Sintaxis hay elementos biográficos (de ahí lo del Autorretrato). En cuanto a lo del misterio de la lectura y de la escritura..., creo que todo lector puede generar un escritor.

Aquí, el misterio del huevo y la gallina está resuelto.

Exacto. La duda o el momento sobre el que reflexionar, el misterio, es cuando te percatas de que eso puede ser posible [ser escritor], de que puede ocurrir y se integra en tu vida. Pero bueno, no es que te conviertas en una persona especial; simplemente eres una persona que escribe, como hay otros que pintan, o que hacen música o que se toman sus cervezas y miran el mundo o que salen a pasear por el río.

¿Y a qué se debe esta reflexión y este repaso a su propia trayectoria?

Lo primero, a que yo ya tengo unos años... [Ríe]. A lo largo de mi vida he acumulado experiencias: he conocido a escritores, a lectores, he sentido y compartido como mucha gente mi pasión por la lectura; historias que me han dado pie a ello.

Se lo preguntaba por si había algo, un hecho determinado, que le haya empujado a hacer esta especie de 'autorretrato'.

La cosa concreta es que, como a mí me gusta escribir -y como lo que hago normalmente son poemas-, yo tenía una especie de, no diario, pero sí un texto en el que iba sumando reflexiones, y que podría ser un poco el germen de este libro.

En esta nota que ha difundido La Fea Burguesía también se habla de un descubrimiento en una caja de cerillas...

[Ríe] Esa es una historia de mi infancia que he tenido siempre muy presente; no es misteriosa ni mágica, simplemente una realidad, pero se me quedó grabada. Yo vivía con mis padres en Águilas; ambos eran maestros. Yo debía tener unos cinco años, y mi padre, que era muy habilidoso, montó una especie de museo de ciencias naturales en el que había sobre todo minerales (piritas, barita...); minerales que son de la tierra y que dieron lugar a un periodo de cierta 'preponderancia económica', llamémosle así. Cada pieza tenía un nombre, y a mí me llamaba mucho la atención: ¿Por qué tienen nombre si solo son piezas? Pero bueno, a lo que íbamos: el caso es que algún crío debió llevarle a mi padre un huevo de lagartija, y él lo guardó en una caja de cerillas hasta que, al cabo del año, fue a ver (entiendo que esperando que allí siguiera el huevo); pero no. Lo que allí había era algunos restos de cáscara y un esqueleto, pequeñísimo. Para mí, aquello -una de esas historias que se te fijan y que, no sabes muy bien por qué, pero te explican el mundo-, es como una especie de fábula de lo que es la vida. Esa curiosidad de la lagartija recién nacida que quiso asomarse al mundo y lo único que tuvo fue oscuridad.

¿A qué se refiere con 'sintaxis'? Entiendo que es metafórico, aunque como profesor de Lengua que fue...

Etimológicamente, 'sintaxis' significa 'con orden', y todas las cosas tienen su sintaxis. Imagínate que estás ante un cuadro: si está bien compuesto, tendrá una armonía; independientemente de si los elementos que lo componen son más o menos feos. Esa sensación de como que se te 'cae' el cuadro, ¿sabes?, como que algo falla. Es solo un ejemplo, pero la sintaxis la puedes ver en cualquier cosa: en casa, como comunidad y como relación y orden de los elementos, en una ciudad... Yo que soy un paseante, por ejemplo, en Gran Vía te das cuenta de que se rompe esa armonía: te vas allí y te colocas en la calle de al lado y ésta se hace muy estrecha, gira, es tortuosa..., y te das cuenta de que ahí hay otra sintaxis, casi medieval, pero que permanece.

Han pasado tres años desde Puerto de sombras . Lo habitual en usted es publicar cada dos o tres, o sea que está en hora.

Bueno, no siempre ha sido así. Mira: en el '82 publiqué mi primer libro, pero luego, hasta veinte años después, nada. Entonces yo sentía la necesidad de escribir, pero no de publicar; sin embargo, hoy parece que si tiene cuatro pliegos tiene que publicarlos. De todas formas, yo ahora tengo otro compromiso, y por los años que me quedan... tengo que publicar; de hecho, tengo varias cosas en el cajón aún... Con la muerte de Franco se decía que todo el mundo tenía en el cajón los libros que había escrito durante la dictadura, y luego no aparecieron (la gente no había escrito nada) [Ríe], pero yo en este caso sí. También es verdad que ha llegado un momento -en cuanto a mí se refiere- en que, si tengo algo, me gusta verlo y comentarlo, y la única forma de hacerlo es publicándolo.

¿Cómo se lleva con eso de la inspiración? ¿Se busca, se espera...? ¿Es de los que se sienta a escribir?

Yo creo que aquello que se decía de 'que la inspiración te pille trabajando' es verdad. Ves, escuchas, te preguntas... El mundo y, muchas veces, la representación del mundo, te da posibilidades o sugerencias, y cuando empiezas a escribir resulta que aquello que estás contando se vuelve distinto a como tú lo recuerdas; no sé si me explico... A veces, hay cosas que están ahí como dormidas y que si las colocas en primer plano, las escribes, pueden mostrarte algo que antes no veías; y esa, creo, es la misión o el papel -'misión' me parece demasiado grandilocuente- del escritor, ese ayudar a ver.

Y sí, yo creo que todos los días hay que ponerse a escribir (si se puede). En mi caso, lo normal es levantarme temprano y ponerme a ello. A veces tengo una cosa en el telar, a veces llevo cuarenta páginas y veo que no me sirven de nada... Igual los caminos no te llevan a un libro, pero te ayudan a aclararte, a entender las cosas. Con Sintaxis, por ejemplo, me he dado cuenta de que en él hay cosas que ya había tratado antes y que, si no hubiera sido así, quizá no hubiera podido recuperarlas ahora de esta manera. Con esto quiero decir que está bien que la inspiración, el flash, te pille trabajando, pero que es imposible terminar el puzzle si previamente no tienes las piezas.