El primer corte es Precaución, amigo conductor. Le siguen otros éxitos intemporales como Gavilán o paloma, Fiebre del sábado noche -no podía faltar...-, La vida es una tómbola, Habla pueblo, habla..., y hasta se anima con el inglés en Don’t go breaking my heart y con un bonus track: El indio de Cuatro Caminos. Su autor -disculpen la demora- es Oché Cortés, exdirector de la televisión pública 7RM y exdirector regional de la Cope. Bueno, y músico, claro.

Pero aunque Cuando éramos horteras (Plaza & Janés, 2019), título de su último trabajo, parece y hasta tiene forma de disco -en concreto de un siete pulgadas, de aquellos en vinilo-, por mucho que se pinche en un tocadiscos no va a haber quien lo haga sonar. Y es que se trata de un libro; concretamente, de una Crónica sentimental de los setenta, como apunta él mismo en el subtítulo. Ahora, si alguien piensa que por no sonar no se puede escuchar, está muy equivocado.

Porque, a ver: ¿Alguien puede imaginarse o leer sobre aquellos años sin música? Es verdad que Cortés repasa, con una considerable dosis de ironía y humor y la ayuda de los singles citados -que dan nombre a los once capítulos del libro-, otras cuestiones capitales para entender la década de los setenta como la moda, la publicidad, los cómics, el cine o los juguetes que animaron la infancia de la generación baby boom -del Capitán Trueno dice que en cada episodio «se llevaba más palos que un Fuerte Comansi»-, pero, como dice el tan socorrido refranero español, ‘la cabra siempre tira al monte’. «Grupos como Led Zeppelin, Deep Purple, Camel, Genesis... O, en España, Miguel Ríos, por ponerte un caso.

Él recibió toda esa herencia andaluza, pero a la vez asumió de manera generosa la música anglosajona, y de esa mezcla surgió una España musical verdaderamente asombrosa: en el sur teníamos grupos alucinantes como Triana, que fusionaban el rock y el flamenco; en Cataluña, una pléyade de artistas increíbles como los que formaron Iceberg, originalmente, la banda de acompañamiento de uno de esos cantantes horteras, Tony Ronald; en Galicia, más de lo mismo... Y, bueno, cantidad de grupos folk; no solo Mocedades en sus inicios, sino otras bandas como Nuestro Pequeño Mundo, Aguaviva o Jarcha», recuerda el comunicador, que, incluso al otro lado del teléfono, transmite pasión por aquellos años de ebullición musical.

De este úlimo grupo, de Jarcha, cita un tema -«un incunable, un icono de la reconciliación»- que recoge a la perfección la voluntad de Cortés con la publicación de este libro: Libertad sin ira. «Lo que yo quería hacer con este libro es ponerle voz a una década, pero siempre desde un punto de vista personal y sin rencores hacia nadie. Mi intención simplemente era contar la historia de una generación tal y como yo la viví; no de oídas, no por lo que cuentan otros, sino basándome en mis propios recuerdos», insiste el de Puertollano (1961). Y es que no todo lo que acontecía en el país durante aquellos años sonaba a música disco y lucía tan colorido como sus portadas: «Hubo cosas buenas, y otras que no lo fueron tanto -avisa-.

Hubo una España que sufría y otra que callaba, y una que mandaba y otra que obedecía». Pues ‘aquellos maravillosos setenta’ estuvieron marcados por estos lares por los últimos años del franquismo y, tras la muerte del dictador, por el inicio de «algo nuevo». «Yo en el ‘75 tenía 15 años y hacía primero de BUP. Imagínate la situación: el que manda ha muerto y en la tele hay un señor muy serio que se llama Arias Navarro y que dice aquello de: ‘Españoles, Franco ha muerto’. Todos los mayores se echan a llorar, y los que no, callan por miedo a que los detengan -recuerda-. Y a nosotros, en el colegio, nos dicen que tenemos tres días libres. Le pongas la literatura que le pongas, esa es la realidad. Y luego, claro -continúa-, hubo una España que enterraba a Franco y otra que bostezaba y que estaba naciendo», apunta Cortés citando a Machado. Ésta última es la que protagoniza su libro.

Y pese a que asegura que Cuando éramos horteras es un proyecto que le lleva acompañando prácticamente toda su vida -a lo largo de su carrera ha ‘vuelto’ a los setenta con programas como Estamos en el aire, en Cadena Cope, y El tiempo vivido, en la antigua 7-, la publicación de este libro se podría decir que llega en el momento más oportuno, y no solo por el revival estético... «En aquellos años había un montón de ‘tribus’: estaban los pijos, los quinquis..., ¡y los progres!, que ahora hay quien utiliza esa palabra de una manera peyorativa, pero que entonces identificaba muy bien a aquellos chicos que se dejaban barba, llevaban bufanda y trencha, leían mucho y escuchaban a los cantautores. Y todos convivían de una manera muy natural en una España en la que si Lluís Llach o María del Mar Bonet cantaban en catalán, o Andrés Do Barro lo hacía en gallego, a nadie le parecía raro; es más, nos parecía bien, porque entendíamos que todas las lenguas de España eran nuestras, y nos sentíamos orgullosos de ser tan diversos», apunta Oché, que asegura que «la gente ahora tiene por costumbre no llevarse bien. Nosotros escuchábamos a Serrat cantar en su lengua y no nos poníamos a la defensiva», refuerza.

En cualquier caso, el polifacético autor no pretende dar lecciones, ni mucho menos; ni siquiera cuando se le pone en duda que los setenta fueran «la mejor década». «Los ochenta fueron increíbles, una consecuencia explosiva y super creativa que España necesitaba como el comer, y los noventa también nos hicieron vivir cosas fantásticas. Pero para vosotros, los jóvenes, la que vivís ahora será vuestra mejor época. Sin embargo, fíjate: yo disfrutaba haciéndome cintas de casette y vosotros sesiones con Spotify, en esencia es lo mismo. Lo importante aquí es que éste es un país que ha evolucionado tanto que, dentro de unos márgenes de tanta libertad, es un verdadero placer sentirse español», declara Cortés, para quien es importante recordar a una generación «que vivió mucho años sin poder expresarse libremente y que, pese a ello, logró conquistar derechos fundamentales como la libertad de expresion, la de prensa, la individual, la de las mujeres..., logros que debemos a una hornada tremenda de españoles y españolas».

Una edición muy gráfica

Para conseguirlo, Oché Cortés deja constancia en este libro de los episodios más relevantes de su vida setentera, desde finales de los sesenta -en concreto desde el año ‘69-, hasta 1980. «Estaba en el colegio, hacía deporte, tenía amigos, viajaba con mis padres..., y, a través de ese hilo conductor, el lector recuerda una serie de acontecimientos que marcarán una época en España», explica el manchego, que ha disfrutado para la edición de Cuando éramos horteras de los recursos de una de las editoriales más potentes de nuestro país. «En los tiempos que corren, este libro sería impensable sin apoyo gráfico. Los distintos singles [capítulos] debían estar acompañados de imágenes de lo que veía, sentía o percibía en el ambiente. Si yo era fan de los Beatles con 13 años, justo cuando se estaban separando, lo suyo era que apareciera una fotografía de aquel último concierto en Abbey Road, por ejemplo.

Así que, básicamente, lo que yo hacía era plantearle a Plaza & Janés una serie de imágenes que yo creía fundamentales, y ellos hicieron el increíble esfuerzo de poner a un equipo de diseñadores al servicio del libro. Y, sinceramente, creo que las ilustraciones han estado muy inspiradas... No ha habido ni una falsa interpretación; estoy muy orgulloso de su trabajo», asegura. ¿El resultado? 250 páginas repletas de fotografías y recortes de la época que le sirven para retratar «un estilo de vida» que hoy en día se conocería como ‘vintage’, pero que ellos, entonces, llamaban «hortera». Y a mucha honra.