La nueva edición del festival de poesía Deslinde acogió en Cartagena al poeta portugués vivo más internacional y reconocido en la actualidad: Nuno Júdice. Con más de cuarenta publicaciones, entre poemas, relatos y ensayos, escucharlo recitar fue asistir a un fado que constantemente retrasa y evita sus notas más importantes. Solo a través de la repetición del pasado o de la memoria, esa herramienta tan potente como inestable, los versos van cobrando fuerza en una fluida, rítmica y sencilla poesía que captura, y trasciende, lo cotidiano y la visión superficial de las cosas. Sucede, además, de una manera humorística y desenfadada que rechaza la venenosa y falsa solemnidad que, con demasiada frecuencia, se le adjudica a la poesía contemporánea. La peligrosa abstracción de la filosofía, las cartas nunca entregadas, o el gesto de romper una ventana cobran sentido en un imaginario comprometido y cercano con su realidad más inmediata.

El día siguiente al recital, este pasado sábado día 16, en el Muram tuvo lugar el encuentro 'Café conversos', un clásico dentro del festival, por el hay que felicitar a todo el equipo organizador. Decía Stefan Zweig, en sus memorias recogidas en El mundo de ayer, que a la Viena que él vivió de pequeño le molestaban los jóvenes. Que, por ejemplo, solo a los cuarenta años alguien podía ser digno de ocupar un puesto importante, y que la educación era tan férrea y estricta para eliminar en ellos la creatividad y la osadía. Por eso la labor de Deslinde es tan importante: pone el foco en la formación de las futuras generaciones. Su fruto de la gramática será tardío, pero aquí se encuentran las primeras etapas de su maduración. Al encuentro asistieron los poetas María Escribá, Rosa Hidalgo, Luis Escavy, Anabel Úbeda, Elena Trinidad Gómez, Álvaro Sáez, Víctor Cadenas, Jorge Andreu, Juan de Beatriz, Rocío Rodríguez, María Marín, María Sánchez-Saorín, Carmen María López, Marina Alcolea, y un servidor, que preguntaron y establecieron una conversación cómoda y cercana con el poeta portugués.

Júdice destacó, nada más empezar, la importancia de los cafés literarios y la figura de Pessoa en el imaginario cultural de Portugal, especialmente a partir de Álvaro de Campos y Alberto Careiro. Más que sentirse intimidado por la tradición, y por la sombra alargada de Fernando, comentó que lo realmente importante es nutrirse de su riqueza para conformar el estilo. Eso sí, "cuando leía a Pessoa no era esa criatura omnipotente", algo que hace pensar en el marketing y la invasión turística que vivimos gracias a la globalización y la filosofía de los vuelos baratos. Por encima de todo, también habló de cómo "el verso debe seguir el ritmo de la respiración" y "mostrar la música de cada lengua" cuando le preguntaron por la traducción y su proceso de escritura. Reconoció, en ese sentido, ser tradicional al preferir los cuadernos para empezar a conformar sus composiciones, pero que en cada poema, como el pintor con sus bocetos preparatorios, hay otros muchos anteriores que, poco a poco, se van relacionando y destacando entre sí. Lo importante, igualmente, es que "la buena traducción ha de alejarse del poeta".

Aunque no se habló, y quizá mejor así, de la poesía más comercial, Nuno explicó que "el poema, como decía Rimbaud, es una iluminación que muestra las cosas que están ocultas" y que, además, "es una construcción en la que hay que aprender los géneros, la métrica, etc., imponiendo una distancia entre el poema y su sentimiento real para que no se quede en una visión banal de las cosas", como ocurrió con la poesía social, "movimiento que murió con rapidez". "El poema aparece escrito ya en mi cabeza antes de pasarlo al papel", añadió también al hablar de la disciplina que se impone cada día, hasta que, a fuerza de insistir y dejarse llevar por el mismo proceso, "se convierte en un conjunto de palabras en el que no es posible cambiar nada". En ese sentido, "la poesía tiene esa capacidad para no decir, para plantear interrogantes, algo que no tiene ningún otro género".

"Y todo volvía al principio", escribía Júdice en El fruto de la gramática; sobre la vuelta constante de su poesía a los mismos temas y conceptos, explicó que para él "cada poema es totalmente nuevo. Puedo escribir un poema de esta botella de agua y su transparencia, la relación que tiene con la mesa [...] La poesía es el presente. Los sentimientos son únicos e hijos de un momento y, por eso, todo es nuevo y diferente cada vez".