Javier Moreno ha vuelto a romper moldes. Ha vuelto a "arremangarse" y a meterse en un "berenjenal"; ha vuelto a intentar encontrar la salida de un callejón sin salida, a buscar la resolución de una situación irresoluble. Eso, dice, es lo que le motiva, lo que le espolea como escritor. Y cuando da con la clave, cuando encuentra la grieta por la que poder escapar, es cuando, con el fango superando ya el límite de lo permitible, invita al lector a meterse en el barro y estrujarse el coco con él. Bueno, en este caso -en Null Island-, es más bien con su protagonista-narrador, un escritor con impotencia (sexual y literaria), un autor con exceso de posibilidad empeñado en escribir una novela sin personajes. Dice que inevitablemente hay concesiones a la realidad, que quizá haya más que en cualquiera de sus obras anteriores, pero que no espere el lector un texto autobiográfico. De todas formas, esta cuestión (realidad vs. ficción) es tan solo una de las muchas que toca el murciano en este libro. Todo es muy confuso, sí, así que mejor que lo explique él (aunque que lo ideal sería visitar las páginas de esta 'isla ficticia').

Hace un par de años de la publicación de Un paseo por la desgracia ajena [libro de relatos], pero hacía ya algún tiempo desde su última novela...

Acontecimiento salió en 2015 o en 2016, creo recordar... Pero vamos, normalmente publico cada dos años; y no porque me lo proponga así, sino porque suele coincidir. De todas formas no es algo que me preocupe. Generalmente yo voy trabajando en varios al mismo tiempo: igual que escribo novela, trabajo libros de relatos, poesía..., de manera que a veces me junto con varias cosas al mismo tiempo, pero también depende mucho de la edición.

Algún escritor me ha contado que ha habido veces que se ha encontrado con varios libros a la vez en las librerías cuando los entregó con bastante tiempo de antelación. Supongo que los ritmos editoriales son otros...

Y eso que yo tengo la suerte de que cuando mando un texto sé que se va a publicar. Pero es verdad que ellos trabajan con plazas de un año mínimo: en el caso de que te acepten la novela, ve haciéndote a la idea de que va a tardar algo de tiempo en ver la luz.

Se lo preguntaba porque en Null Island

Siempre la hay. Hay autores que rehuyen de la etiqueta 'autoficción' -que está muy en boga ahora-, pero yo creo que no existe, digamos, la ficción absoluta como un opuesto a la biografía absoluta; y ésta tampoco existe: cuando uno elige qué contar ya está manipulando la vida, ¿no? Así que sí, alguna cosa hay... En general, siempre incluyo cuestiones vitales en la narrativa, pero quizá en este caso me aproximo más que nunca a la realidad. De todas formas, que la gente no lea este libro pensando en que hay un 70% -por ejemplo- de mi vida en él. Aparte, me gusta jugar un poco con el lector, pensar en hasta qué punto va creer que tal cosa es o no real; aunque sin convertir esto en una piedra clave de la novela.

¿Cómo se desarrolla Null Island

Sí. El protagonista sufre de impotencia, y esto se acaba convirtiendo en una metáfora de su propia escritura. Él pretende escribir una novela sin personajes, pero no acaba de conseguirlo, y llega un punto en el que no sabe qué fue antes, si el huevo o la gallina. Se entremezclan lo físico y lo artístico y en ese terreno aparecen muchas disquisiciones de tipo psicológico, sociológico... Como te digo, el protagonista, el narrador, considera que las personas ya han tenido demasiado protagonismo en la novela y que es tiempo de darle una oportunidad a otras cosas, a las 'cosas'. Pero al final incumple su propio pacto y se acaba convirtiendo en un personaje más de la novela.

¿Una novela sobre cómo ese escritor escribe esa misma novela?

No del todo. El autor va viviendo, tiene una pareja, amigos, habla con ellos..., no está todo el rato reflexionando. No es puramente metaliterario, si es a lo que te refieres. Ese punto aparece de vez en cuando, mientras escribe, pero la novela también tiene una vertiente muy cotidiana.

¿Cómo se plantea escribir algo así?

A mí siempre me han gustado los planteamientos radicales. Me gusta ponerme en situaciones problemáticas porque me espolean como narrador; es como un problema de matemáticas, que te obliga a pensar en cómo salir de ese embrollo. Y hay dos formas de enfrentarse a ello, dos posibles actitudes: puedes rendirte y esperar a que el profesor lo resuelva en la pizarra, o, como intento hacer yo, puedes ponerte a pensar en cómo vas a salir de ahí. Me pasó también con Acontecimiento, que tenía un principio imprevisible y desconcertante. Me gusta meter al lector en este tipo de situaciones porque al mismo tiempo le creo cierta incertidumbre y el deseo de saber qué va a pasar con eso tan extraño, o por qué decide un escritor meterse en semejante berenjenal. Me resulta motivador eso de ponerme en la piel de personajes llevados al extremo por una circunstancia emocional o física.

Me da la sensación de que, más que un ejercicio de exteriorizar una historia -con su introducción, nudo y desenlace-, hay mucha reflexión interna.

Sí. Yo le lanzo al lector el anzuelo de la impotencia para crear el MacGuffin [elemento de suspense que hace que los personajes avancen pero que no tiene mayor relevancia en la trama en sí], para generar esa tensión, desarrollar esa necesidad de saber lo que está pasando en el lector. Se crea como una trama casi policiaca -muy entre comillas- en la que él persigue a la causa de esa impotencia, pero en la que en realidad eso es tan solo un cebo o un señuelo. Lo que a mí en el fondo me interesa es ofrecer al lector otro tipo de narración, poco usual, al hilo de una secuencia temporal de dos o tres meses en este caso. Los capítulos van casi por días y lo que me interesaba era fijarme en la minucia, en lo que pasa desapercibido, y el personaje, que es escritor, se va fijando en ello, da importancia a esas cosas que a veces ocupan un papel muy secundario en la narración o en la vida y que, sin embargo, captan su atención. Los sueños, por ejemplo, que a veces son premonitorios: se centra en ellos, los describe... Y luego también hay una historia final de un amor virtual a través del WhatsApp que me llevó a otra reflexión literaria y que plasmé como en un relato dentro de la novela. Me preguntaba si era posible mantener una relación amorosa a través del móvil, y qué tipo de relación sería o si realmente estaría ocurriendo. Me interesa explorar ese terreno, estas 'cosas'. Es una novela que apunta en muchas direcciones, y lo de la impotencia es solo el 'caramelo'.

¿Y por qué utiliza la decadencia sexual de un hombre -que funciona como metáfora de su propia literatura- y no cualquier otra cosa?

Creo que hasta ahora, en novela, nunca había decidido adoptar el punto de vista de una persona con algún problema físico... Bueno, quizá me apetecía, quizá quería adoptar el punto de vista no del 'perdedor', no de un personaje ganador. En Acontecimiento, por ejemplo, el protagonista era un publicista de éxito, pero aquí [en Null Island] es una personaje en un estado de vulnerabilidad físico que le conduce a una vulnerabilidad psicológica. Y podía haber hecho que fuera un enfermo de cáncer o cualquier cosa, pero se me ocurrió esto, que creo que para un hombre es una cosa crucial a la hora de proyectarse. Además, el sexo tiene un contenido metafórico brutal; quiero decir, no es lo mismo romperte la tibia o el peroné que sufrir impotencia, ¿no?

Me ha parecido curioso un detalle: Pérez-Reverte acaba de publicar una novela dedicada al Cid, y a reivindicar la figura del héroe; tu personaje, en cambio, se define como un anti-Cid y en Null Island

Lo he visto, sí [Risas]. De hecho, Pérez-Reverte tiene una aparición efímera en mi novela... Pero no pretendo polemizar, ni mucho menos. Todo esto viene un poco por lo que te decía de la novela sin personajes: hay una parte de la novela que transcurre en Soria. Al protagonista le invitan a un congreso de literatura y allí lanza una soflama a favor de esta prescindencia de los personajes. El cree que es una revolución, y se va a hasta Soria -que, por otra parte, es un lugar preñado de épica- a defender su postura y a reivindicar, precisamente, una escritura sin épica que, a decir verdad, si contrasta un poco con la aparición del libro de Pérez-Reverte. Parece una confabulación, pero no lo hemos preparado [Risas].

Y, ¿por qué el título, Null Island

Es una idea que me sirve de hilo conductor. Primero, porque es un lugar utópico; además, sigue la estela de las islas ficticias de la historia de la literatura, que es algo que viene de los griegos antiguos, y me servía como metáfora de muchas cosas. Creo que es una idea que recoge muchos hilos que quedaban sueltos... Además, bueno, hay un momento en la novela en la que sí que aparece como tal porque el protagonista decide enviar algo a través de Correos a ese lugar. Él al final desea que esa cosa ficticia sea cierta, y tiene mucho que ver con ese juego entra la ficción y la realidad del que hablábamos. Muchas veces creamos lo ficticio a partir de lo real, pero a la vez lo ficticio nos sirve para acuñar lo real. Piénsalo: ¿Cuánto de lo que sucede de verdad no tienen un origen imaginario?