Cincuenta años, que se dice pronto. Ese es el tiempo que Elvira Pineda -nieta del legendario Cecilio Pineda- lleva subida a las tablas. Cuenta que la primera vez que se vio allí arriba subió de mala gana, pero que aquel día, cuando apenas era una niña de 14 ó 15 años, descubrió que aquella era la sensación más maravillosa del mundo. Enganchada a ella, prácticamente no se ha bajado de las tablas desde entonces, y, cuando lo ha hecho, no se ha separado mucho del escenario, ya sea como directora escénica o en su actividad como principal responsable del Teatro Bernal del Palmar. Aunque si hay un papel que aparecerá siempre ligado a su nombre es el de doña Brígida, la retorcida alcahueta del drama romántico Don Juan Tenorio; y dada la afición que hay en estas tierras por la obra de José Zorrilla, especialmente en torno al Día de Difuntos, no es este un asunto ligero. Hablamos con ella sobre su trayectoria y su relación con esta pieza con motivo de la apertura, esta tarde en el Auditorio Víctor Villegas, de la gira que la compañía Amigos del Tenorio realiza cada año -con ella a los mandos- para compartir, con todos los murcianos, un texto que ya ha excedido su condición de clásico para convertirse, en Murcia, en una tradición.

Elvira, cincuenta años de teatro. ¿No se cansa de las tablas?

No, no me canso. ¡Es mi vida! No te podrías cansar nunca de tener un hijo, ¿verdad? Y de quererlo, y de cuidarlo, y de ver cómo se hace mayor y te da nietos... [Risas]. El teatro es lo que más amo.

¿No le da un poco de vértigo mirar hacia atrás y ver que lleva medio siglo al pie del cañón? Bueno, y lo que queda..., porque me da la sensación de que no tiene pensado dejarlo a corto plazo...

No, no. Claro que pienso seguir. Llevo dedicándome a esto desde que tengo 16 años, y ahora que estoy ya en la madurez, siento la misma ilusión cuando me subo a un escenario que cuando empecé. Así que no, no tengo pensado dejarlo mientras Dios me dé fuerzas para seguir. Además, tengo muchos proyectos en marcha.

Ahora que lo menciona, ¿recuerda cuándo fue la primera vez que se subió a un escenario?

Por supuesto. Fíjate, igual aquella es la única vez que me subí a las tablas sin yo quererlo, pero mi madre me obligó. Debía tener unos 14 ó 15 años, y a mí lo que me gustaba entonces era el deporte, pero ella se había comprometido a hacer una obra para la Universidad de Murcia y tenía un papel para mí; y a una madre no se le puede decir que no. Mira, casualidades de la vida, era para hacer de la Lucía del Tenorio, pero, ya te digo, lo tuve que hacer en contra de mi voluntad [Ríe]. Eso sí, ese día me di cuenta de que aquello, el teatro, era lo más grande y maravilloso del mundo. Fue en junio, no se me olvidará, en el Aula de Cultura de la CAM, en los soportales de la Catedral. Como te digo, era una cosa para la UMU, y ahí lo hicimos y ahí me quedé hasta el día de hoy [Risas]. Desde entonces, estoy haciendo cosas; no solo el Tenorio, muchas más. Sobre todo, desde los 22, cuando terminé las carreras de Interpretación y Dirección Escénica.

En cualquier caso, el Tenorio para usted es algo especial. Cuénteme su historia con la obra de Zorrilla, porque creo que es algo que le viene de familia.

Sí. En mi casa eran todos artistas, y todos hacían el Tenorio: mi abuelo, mi padre, mi madre, mi tío, mi tía, mis primas..., todos. Recuerdo, de muy niña, con tres años, ver cómo ensayaban en el comedor de casa y escuchar los versos de Zorrilla. Esto es algo que se ha hecho siempre en mi familia, ya fuera en un teatro o, cuando no había representaciones del Tenorio en Murcia, en el salón de casa exclusivamente para nosotros. Y, bueno, mi madre interpretaba a doña Brígida, y llegó un momento en el que dijo: «Ahora te toca a ti». Y me hizo un examen y todo, ¿eh? No te creas que fue cosa fácil. De hecho, si no lo hubiera hecho bien no me habría dejado hacer el papel; ella decía: «En el teatro no hay padres para hijos». Son cosas que se graban a fuego...

¿Y cómo es su relación con doña Brígida? En todo este tiempo, seguro que ha pasado más horas con ella que con muchas personas cercanas...

Es un personaje que me apasiona, que me gusta muchísimo interpretar, al que le saco las tripas, con el que me divierto, con el que sufro... Hacer de doña Brígida es... algo muy mío; es como si lo tuviera en la sangre... Creo que, al hacerlo mi madre -y yo he sido siempre muy madrera-, es un personaje que me llena de una manera especial. Es un papel tan bonito, hace tantas cosas... Es una mujer muy inteligente, pero también muy avara y muy borde; y hacer de mala es apasionante, porque te hace sacarlo todo al escenario, interpretando desde las vísceras. En fin, que no la cambio por ningún otro personaje, y la seguiré haciendo hasta que pueda.

Son muchos los actores y actrices que dicen que interpretar al villano tiene un puntito...

Sí, pero en este caso no es solo por lo malo, sino porque la Brígida es misteriosa, y es un personaje que se va descubriendo poco a poco. Con Juan es una, con Ciutti es otra, con Inés, otra...; ella saca de cada uno lo que le interesa. Y sí, es mala, es ambiciosa, y poder hacer sobre las tablas algo que en la vida real no podrías hacer de ninguna manera -como aprovecharse de una niña-, es siempre un reto interpretativo; si lo consigues, claro, es una satisfacción enorme. Fíjate: yo cuando termino de hacer el Tenorio no puedo dormir, ¿cómo voy a hacerlo con toda esa adrenalina? Tengo ya como un ritual: cuando llego a casa, me pego una ducha, me pongo una película clásica ( Eva al desnudo, Casablanca, El multimillonario) y me tomo un vaso de leche. Y hasta que no termino, no me puedo acostar. Pero lo llevo muy bien.

A estas alturas, imagino que sus textos no los tendrá ni que repasar...

No, no, no te equivoques: claro que los tengo que repasar. Nosotros somos como los futbolistas: tenemos que entrenar y seguir entrenando mientras estemos en activo. Mira, para el Tenorio de este año llevamos ensayando todos los días de lunes a viernes desde el 9 de septiembre; yo, la primera. Piensa que esto es algo que hacemos de año a año, y tengo que coger los tonos, los matices... Y, como directora, a los actores, a todos, incluida esta servidora, les exijo el máximo. Fíjate: el comendador Gonzalo lleva conmigo doce años, y también viene todos los días; aquí todo el mundo ensaya día a día, hasta un criado que dice una sola frase, porque el que habla es el protagonista de la obra en ese preciso momento. Esto es muy serio y todo el mundo tiene que estar a 'diez'; no me vale que uno está a 'ocho', otro a 'siete'... Soy muy perfeccionista, lo reconozco, y exijo mucho, pero a la primera que le pido el máximo es a mí.

¿Cuánto tiempo lleva haciendo de doña Brígida?

Desde 2007 con la compañía Amigos del Tenorio, pero este 2019 hago 29 haciéndolo con mi familia. Lo que pasa es que cada día me tienen que poner menos arrugas para caracterizarme [Risas]. Pero me encuentro genial porque puedo hacerlo, y eso en el Tenorio es una suerte... Piensa que los personajes de esta obra tienen la mayoría una edad muy concreta: Inés tiene 17; Juan, 25..., pero hay otros, como Brígida, don Gonzalo o la madre abadesa, que pueden ser mayores. Pero los demás tienen que ser muy jóvenes, y eso nos obliga a cambiar el reparto cada cierto tiempo. Yo llevo cinco o seis Tenorios y cuatro Ineses distintas en doce años... Pero bueno, puedo garantizarte que la Inés de este año [Rocío González Pineda] es a medida, parece que Zorrilla escribiera el papel para ella. Los demás están todos también muy bien, ¿eh?, pero ella es espectacular.

Cada año, la compañía Amigos del Tenorio incluye alguna novedad a la representación. El año pasado recuerdo que fue parte del vestuario, también del elenco y la escenografía... No debe ser fácil sorprender, pero ahí seguís. ¿Qué toca este año?

Pues mira, te voy a dar una primicia: el año pasado fue lo de Falgas [la escenografía, que repite este año, está compuesta en base a pinturas del artista murciano] y el ballet de las hermanas Rubio, que abrieron el telón, pero esta vez tenemos como principal novedad que en el último cementerio, cuando don Juan ya está muerto, va a salir a escena la Campana de Auroros de Javalí Viejo para ponerle la guinda a una escena preciosa. Van a ser cuatro minutos, pero me he tirado mes y medio con el tema... [Risas] Eso sí, solo les vamos a tener en el Villegas, principalmente porque en otros escenarios no cabemos..., piensa que nos vamos a ir a setenta personas entre unas cosas y otras.

Elvira, ¿qué tiene el Tenorio que causa tal devoción en esta tierra? Porque aunque es una obra muy representada en estas fechas por toda España, la afición en Murcia es especial.

Pues mira, quien implantó en Murcia la tradición del Tenorio fue mi abuelo, Cecilio Pineda, en 1907; desde entonces, se han hecho muchos, pero él fue quien empezó la costumbre de representar esta obra durante estas fechas. La estuvo haciendo hasta el '42 y ahí hubo unos años, hasta el '58, creo, en los que dejó de programarse, pero esa es una historia muy larga... El caso es que, para el murciano, es parte de la liturgia que acompaña al Día de Difuntos: por la mañana se va al cementerio y, por la tarde, a ver el Tenorio.

Así que el año que viene, más.

Sí, sí. Y con ganas de innovar. Mira, esta mañana [por el pasado miércoles] he estado con don Juan [Álvaro González Pineda] y doña Inés en una charla en la Universidad, también con la profesora Diana de Paco Serrano, y los alumnos estaban encantados... Algunos se acercaban y nos decían que querían hacer teatro, fíjate. Y a nosotros eso nos encanta porque lo que intentamos es que la juventud venga a ver este Tenorio: es un muy fresco, muy lozano... He visto otros que son como muy antiguos, muy rancios, algunos de hasta tres horas y media..., horroroso. El nuestro no: nosotros lo comprimimos en dos y media, y luego tiene cosas como que vas a ver los cambios de escenario, la escenografía... Es un Tenorio muy atractivo, que engancha.