Tras Y también se vivía, el escritor Jesús López vuelve a las librerías con un viaje muy especial. El también profesor de Geografía e Historia vuelve ahora en el tiempo para recorrer el camino que une Caravaca de la Cruz con Santiago de la Espada. Por la comarca natural de la Sierra del Segura, y a través de las páginas de este nuevo trabajo -que ha titulado Viejos caminos, viejas historias-, el autor caravaqueño invita al lector a revivir los vestigios de esa España vaciada que, sin darnos cuenta, se nos fue de las manos. «Es como volver a disfrutar sentado bajo tus pinos, caminando, atravesando ramblas, deletreando el paisaje, mientras encuentras recuerdos o personas, mujeres sobre todo, que tenían por misión vivir, y lo hacían no solo dando vida a los suyos, sino ayudando a los otros», señala su compañero José Luis Martínez. Y es que, López, con este nuevo viaje, ha querido inmortalizar el recuerdo de «gentes ejemplares, capaces de compartir en tiempos de miseria».

¿Cómo nace la idea de este libro, Jesús?

Es un enlace del anterior, Y también se vivía. Me quedó mucha gasolina, porque aquel trataba de darle vida a aquel mundo que se había perdido, centrándose en los lugares habitados, y esos lugares estaban conectados con una auténtica red de caminos, veredas y vías pecuarias, llenas de vida. Una vida que la tuvieron hace cuarenta o cincuenta años y la perdieron. El abandono del mundo rural ha conllevado la pérdida del patrimonio humano, podemos ponerle muchos apellidos pero al final es eso, unos modos de vida llenos de riqueza, que por lo menos debemos de preservar en la memoria. A partir de ahí, he realizado un viaje en el que, contando muchas historias a partir de testimonios orales, pretendo darle vida a esos viejos caminos.

También aparecen historias de personas que transitaron por esos caminos.

Cada camino está lleno de vida. Cuando uno sale al monte, va viendo lugares deshabitados y comienza a preguntarse cómo vivían, qué cosas hacían para divertirse... Hemos tenido la suerte de encontrar a gente que usó esos caminos para que nos contaran cómo era la vida allí. Y esto al libro le da, no solo contenido, sino que le da la vida. También está lleno de reflexiones personales y de mi propia visión del mundo de ahora y de antes.

¿Qué zonas vamos descubriendo en el libro?

El libro está dividido en tres bloques, el primero está dedicado a Caravaca monte arriba, es decir, todos los montes entre Caravaca y Moratalla. Luego nos encontramos otra parte del Campo de San Juan hacia Nerpio, aquí hago una parada. Ya que Nerpio en sí mismo es casi un universo, para mí siempre ha tenido mucha importancia y en este libro le he dado el tributo que por mi parte se merece. Un municipio de una gran extensión que recoge ambientes geográficos, paisajísticos y humanos muy diversos.

Volvemos a poner de manifiesto la despoblación que está sufriendo toda la zona.

El libro recorre territorios sin gente o con muy poca, salvo los núcleos que aún mantienen pulso como por ejemplo el propio Nerpio, El Sabinar o Zaén, pero otros muchos de los sitios que aparecen en el libro ya no están poblados, se trata de aldeas y cortijos abandonados, pero en este caso centrándome en aquellos pasos que se hicieron con mucho esfuerzo para vivir. Era un mundo de consumo autosuficiente que requería ciertos productos que solo suministraban aquellos oficios que se movían de un sitio para otro. Fundamentalmente arrieros, pero también otros oficios del monte como carboneros o hojalateros, en definitiva, ese bullicio de gente que poblaba el campo y que ha desaparecido por completo. El que lea el libro volverá a revivir aquella forma de vida que ya se ha perdido.

¿Qué personajes aparecen?

Existe una diversidad de personajes en la que, en este caso, no he utilizado ningún tipo de artilugio y metáfora literaria. Aparecen personajes y testimonios reales, algo que les agradezco mucho, es un tributo hacia ellos y todo lo que ellos representan. También aparecen otros muchos personajes que fueron populares en aquel tiempo y que también están presentes. Así mismo, he querido incorporar a San Juan de la Cruz, de alguna manera me ha inspirado mucho esta idea de los carmelitas y el camino que han trazado. Una manera de ver a San Juan de la Cruz desde la óptica de una persona no creyente.

Una vez más volvemos a dibujar una comarca natural muy alejada de la comarca política.

Creo que son nuestras sierras, para mí los límites administrativos que además son relativamente recientes, porque hasta Segura de la Sierra compartimos el habla, las costumbres y la forma de ver el mundo, y especialmente en el mundo rural. Para mí son nuestras montañas, sierras y campos que se van entrelazando los unos con los otros y nos llevan hasta Cazorla, el otro lado de la pared. Aquí también hay un mensaje de peso, las fronteras que han ido poniendo los sistemas administrativos, que es muy empobrecedor, muy limitativo e incluso un freno al propio desarrollo de los territorios, porque interpone barreras en las propias comunicaciones.

¿Qué tipo de naturaleza nos encontramos en este viaje?

Disfrutamos de una diversidad biológica enorme, existen muchos espacios protegidos por la Red Natura 200. Nuestro paisaje es una alternancia, un rosario de valles y cuencas; todo eso con una yuxtaposición de sistemas montañosos que van desde las cumbres de la Sierra de las Cabras de Nerpio, o la Sierra Seca de Cañada Cruz con Revolcados, hasta relieves intermedios.