Ramón Gaya (Murcia, 1910-Valencia, 2005) pertenece a esa estirpe de pintores que también fueron escritores, como José Gutiérrez Solana y Salvador Dalí, un artista que «escribe cuando aquello que siente no puede expresarlo con la pintura», como advierte el pintor y escultor Rafael Fuster.

«Ramón Gaya es ante todo pintor y no escribiría lo que escribe sin la pintura», ha dicho a Efe el autor de la antología Algunos aforismos del pintor Ramón Gaya, publicado por el sello granadino La Veleta, dirigido por Andrés Trapiello, uno de los escritores que más ha hecho por la recuperación de la figura y la obra de Gaya.

Fuster, devoto de la obra pictórica y literaria del artista murciano desde su más temprana juventud, explica que ha ido «espigando» estos aforismos de la obra literaria y de la producción epistolar de Gaya, ya que sus cartas, publicadas con el título de Cartas a sus amigos por Pre-Textos en 2016, contienen muchas frases directas y llenas de fuerza.

La selección de Fuster «condensa todo el pensamiento de Ramón Gaya» porque, explica el propio antólogo, la suya es una obra que «es toda ella subrayable», de modo que hubieran sido posibles otras antologías de «aforismos» según los lectores que se hubieran enfrentado a ella con idea de encontrarlos.

La mayoría de la gente llega a Ramón Gaya por su pintura «pero, cuando descubren su literatura, quedan hechizados», añade.

Gaya, según Fuster, «lee como pocos el arte del pasado» y es capaz de proyectar «una correcta perspectiva de lo antiguo», como reflejan muchos de estos aforismos que se refieren a pintores españoles, desde Picasso -«No hay en Picasso decadencia alguna», sentencia Gaya- a Tiziano -del que dice que «sus cuadros son como algo arrancado a esa riqueza final del crepúsculo».

De José Gutiérrez Solana escribió que era «muy bruto pero con una inteligencia de ésas, subterránea, tremenda», y de Van Gogh, al que considera junto a Cezanne «lo más consistente en la pintura moderna», dice que «en realidad no pinta, deja que la pintura, ella sola, ingenuamente en cueros, se manifieste, eso es todo».

Rafael Fuster, a cuya iniciativa se deben las Ediciones del Colegio de España en París, asegura que tanto la pintura como la literatura de Ramón Gaya son cada día más valoradas, como demuestra el simposio que se celebrará en el Museo del Prado en octubre próximo bajo el título «La modernidad de Ramón Gaya». Si ese reconocimiento ha tardado en llegar ha sido, en su opinión, porque en el momento de su regreso del exilio, en los años ochenta, tal vez «no fue el momento para su pintura».

Fuster recuerda que la obra de Gaya se fue fraguando rodeado por los poetas de la Generación del 27, que fue amigo de García Lorca, para cuya Barraca pintó los arlequines, de Juan Ramón, de Luis Cernuda, Gil-Albert y María Zambrano.

Estas frases aforísticas, escribe Fuster en la justificación de esta antología, también proporcionan «el significado de su vida y su relación exacta con las cosas, los seres y los paisajes». De su labor como antólogo para este nuevo volumen de La Veleta, Fuster advierte que lo ha hecho «caminando con pies de plomo» porque «quien se acerca a Gaya está obligado a dar lo mejor de sí mismo».