Tres años y tres premios, consecutivamente. Es el triunfo de la sevillana Anabel Rodríguez Rosado en el Festival de Cante Flamenco de Lo Ferro. La cantaora vio el sábado cómo se ampliaba su estantería de logros en este certamen; con un primer galardón en 2017 y el premio Molino de Lo Ferro en 2018, su bagaje artístico le ha llevado al que debía ser el destino más merecido: el Melón de Oro.

Enhorabuena por el Melón de Oro, Anabel. Ya han pasado unas horas, ¿le ha dado tiempo a asimilarlo?

Muchas gracias, la verdad es que tardaré dos o tres en días en asimilarlo [risas]. Estoy muy contenta, y más por conseguir lo que he conseguido, ganar el Molino de Lo Ferro el año pasado y ahora el Melón. Imagínate.

Es algo que no suele suceder.

Por lo visto pasó solo una vez, hace treinta años. Pero no había vuelto a pasar.

Es una privilegiada. Entonces, ¿no se lo esperaba?

No me lo esperaba por eso mismo. Entre los cantaores comentábamos que no había que dejar de insistir, para que te vieran, pero que era muy difícil. No me lo esperaba para nada. Fue una sorpresa muy grande.

¿Qué fue lo primero que le vino a la mente cuando se vio ganadora?

Pues nos quedamos abajo dos cantaores, Eduardo Hidalgo y yo, y era para él o para mí. Y yo no paraba de decirle 'venga Edu, que vas para arriba, que es para ti', y cuando le nombraron para darle el premio a los Cantes Básicos me dije 'dios mío, que me he quedado aquí, que es para mí'. No me lo creía, no podía ni subir las escaleras [risas].

¿Dedica el premio a alguien en especial?

Evidentemente a toda mi familia, a mi marido por los palizones de carretera que le meto, que si no fuera por él no iría a tantos sitios. Y, bueno, a todo el que me apoya y está conmigo. De hecho, quiero agradecer el apoyo que me han dado mis amigos, y a los que vinieron de La Unión a verme.

Además, en el escenario, mientras recogía el premio, estaba acompañada de una personita muy especial, ¿no es cierto?

Sí, de mi niña. El año pasado gané el premio con ella, ya embarazada de ocho meses, fíjate como es la cosa. Recuerdo que llegó el momento en que le dije al jurado que si podía terminar de pie, porque estaba ya tremenda [risas]. Fíjate, y este año ha vuelto a subirse al escenario.

Siendo tan pequeña aún no habrá dicho su primera palabra, pero bien podría ser 'flamenco'.

Yo digo dos cosas, o lo aborrece o le encanta, porque la pobre no veas...

Y además del Molino de Lo Ferro en 2018 también tuvo un premio en 2017. Se podría decir que ha cerrado un círculo.

Sí, tres años consecutivos. En 2017 tuve un premio a uno de los cantes, el año pasado el Molino y este año el Melón. De broma y a voz de pronto les dije 'ya no me queréis por aquí, ya no puedo venir más'. Pero sí, es un culmen, lo máximo a lo que se aspira.

El Melón de Oro reconoce al cantaor/a más completo.

Yo, personalmente, he procurado no repetir cantes ni en la fase previa, ni en la semifinal, ni la final. He intentado meter letras mías, personales, y tocar todos los grupos. Tienes que demostrar que tienes un abanico de cantes para defender el premio, que tienes un repertorio en condiciones, y que esté bien cantado, evidentemente.

¿Qué ofreció al público y al jurado en su actuación de la final?

Pues hice tarantas y tarantos, malagueñas, tientos tangos... y bueno, después de haber ganado, le regalé al público un tanguillo de Cádiz, porque me había enterado de que había venido un autobús de allí y quise agradarles con un canto de su tierra.

Qué detalle. ¿Cree que fue esa variedad de estilos lo que vio el jurado para otorgarle el galardón a usted? Imagino que el nivel de la final fue alto...

Fue altísimo, los cantaores que quedábamos habíamos hecho lo mismo, intentar ofrecer el repertorio más variado. El jurado así te lo expone, que debe ganar el que tenga el repertorio más amplio, que aporte letras nuevas, que toque todos los estilos...

¿Cómo valora, en términos generales, su paso por esta edición de Lo Ferro?

Estoy muy contenta, han sido muchas horas de alejarme de la familia, de ensayos... y con mi guitarrista, Niño Fraile, que me sigue a todas partes y solo con mirarnos ya nos entendemos. Mucho trabajo y, dando este resultado que ha dado, ha merecido la pena. Mi vida es la mitad mi trabajo y la otra mitad el flamenco.

¿Y se ha sentido a gusto con el público murciano?

La acogida que tengo en Murcia todos los años que voy es increíble. Es que no sé cómo explicártelo, en Murcia se respira de otra manera, tenéis una manera de vivir, de tratar a la gente y de trabajar por el flamenco que yo no he visto en ningún sitio.

¿Entonces va a seguir viniendo a la Región, aunque la cima de Lo Ferro ya esté conquistada?

Sí, sí, sin duda, me encanta.

Y ahora, ¿cuáles son sus planes? ¿Ha pensado utilizar el dinero del premio en preparar algún disco?

Eso teníamos en mente, hay que darle un empujoncillo. Pero no tan pronto, que me gusta hacer esas cosas bien, buscar cantes que no se parezcan a ninguno, con letras propias, y que maduren. Lleva su tiempo.