Si uno fuera enólogo, diría que en Rioflorido, el nuevo disco de los valencianos Santero y Los Muchachos, hay aromas de los Rolling de los setenta, de los Who del Tommy y de los Zeppelin más acústicos, pero también toques de power-pop americano, de rock sueco de los noventa, de los Cracker de siempre... «Santero es el resultado de un montón de influencias, y todos esos han pasado por casa de todos -asiente Miguel Ángel Escrivá, fundador de la banda-. El comienzo de Volver a casa, por ejemplo, es un guiño descarado a los Who, pero no es premeditado, sino que lo llevamos dentro y de repente sale un arreglo de ese tipo». La cata, en Murcia, tendrá lugar mañana en Garaje Beat Club.

Habéis grabado el disco en un palacete de Valencia cuya ubicación mantenéis en secreto. ¿Cómo llegáis hasta ahí?

A través de un amigo, que nos lo enseña como algo deshabitado y le pedimos usarlo mientras nadie lo quiera. No está encantado, pero tiene algo. Es de final del siglo XVIII, muy céntrico y nos ha inspirado.

¿Cómo se nota en el sonido?

Sobre todo ha sido cómodo para buscar ciertos ecos. Los dos adelantos que sacamos tienen el sonido de las habitaciones grandes, y el resto de canciones suenan más a habitación pequeña.

¿Ha sido para vosotros lo que fue para los Rolling Nellcote, la mansión donde grabaron el Exile

Suelo decir que ahora sí nos parecemos en algo a los Rolling y a los Zeppelin: tenemos nuestra propia mansión. No somos nadie, pero ya tenemos un palacio.

El título, Rioflorido, está inspirado en la historia de este edificio, y además es un río de Mexico, lo que os conecta con la estética fronteriza de vuestro anterior disco, RiofloridoVentura

Sí, Ventura está en California y, por ese lado, tiene su continuidad con el sonido que venimos contando: arena, desierto, lugares cálidos... Pero creo que éste es un disco con mayor impacto sonoro que Ventura, un disco para poder llevarlo a más sitios. Lo complicado del anterior ha sido lidiar con algo tan tranquilo en festivales y cosas así. Este es más batallero.

¿Por eso Estamos bien

Es festiva, pero de club pequeño. Esa canción tiene una ensalada increíble, porque también tiene un bajo muy McCartney, y también me recuerda al All I wanna do de Sheryl Crow.

Además de Adri, de Los Zigarros, que es un viejo conocido, hay dos colaboraciones notables. Una es la del Twangero. ¿Por qué?

Porque es un crack, es un orgullo tener a un músico como él en nuestro disco, con esa humildad y destreza a la guitarra.

¿Y con la ilustradora Carla Fuentes, que se ha encargado del arte del disco?

Nos dijo que era fan de la banda y que le gustaría quedar con nosotros para hablar. Nos vino muy bien, porque estábamos tan enfrascados en la grabación que no sabíamos por dónde iba a ir el arte. Así que delegar en una persona tan poderosa en lo suyo como es Carla fue un alivio, porque además vio claro enseguida que el lugar, el palacete en el que estábamos, había que ensalzarlo.

Para vosotros la estética es importante. ¿Por qué?

Recuerdo un concierto con La Pulquería en el que Roberto el Gato nos dijo: «No podéis subiros ahí con la misma pinta que el público de ahí abajo». Desde entonces me di cuenta de que no es lo mismo estar abajo que estar arriba del escenario. Te tienes que convertir en lo que quieres transmitir.

Vosotros, Los Zigarros, Corazones Eléctricos... ¿Se puede hablar de una escena 'rockista' valenciana?

Hay una escena, aunque no con un carácter concreto. Lo que hacen Los Zigarros, por ejemplo, es más 'tronco rock', rock madrileño. Badlands tiene ese toque arenoso. INC tiene un punto más Beatle. Johnny B. Zero... Sí, hay una escena a la que estamos muy orgullosos de pertenecer.

Definís vuestra música como "rock reposado". ¿Eso sólo se puede hacer a partir de cierta edad?

Sí, es la única ventaja de cumplir años. Esa y la 'nobleza plebeya' que nos permite ocupar un palacete.