El escritor barcelonés -aunque afincado en Calasparra- Fulgencio Caballero se encuentra actualemente presentando su último trabajo, Pasos perdidos, una novela que nos traslada a los años ochenta del pasado siglo, que adentra al lector en los 'años de plomo' del País Vasco, en los que ETA convirtió aquellas tierras en un "infierno de locura y muerte". En el libro, un joven guardia civil llegado desde Madrid tendrá que aprender a enfrentarse a un enemigo oculto que acechaba en cada esquina.

¿Cómo nace la idea para este trabajo, Fulgencio?

Hace un tiempo tuve una entrevista con un suboficial de la Guardia Civil que estuvo varios años en el País Vasco, y se dirigió a mí para intentar plasmar en una novela sus vivencias de casi dos décadas en la lucha contra el terrorismo. En 2017 se publicó Patria, de Fernando Aramburu, que ganó el Premio Nacional de Narrativa, y cuando este hombre leyó el libro pensó en que quería hacer lo mismo, pero desde el punto de vista de un agente de la Benemérita, ya que hay pocas novelas que reflejen el sufrimiento de los cuerpos y fuerzas de Seguridad del Estado durante los 'años del plomo'; pensó que sería buena idea darle un prisma distinto al tema de las víctimas del terrorismo. Además, acababa de leer una novela mía, La sombra de un ángel negro, y le pareció oportuno que fuera yo el que redactara esa historia.

Centra la historia en la vida de Joseba, un joven guardia civil que procede de Madrid.

Se trata de un chaval joven que ingresa en la Guardia Civil y, como tantos otros, es destinado al País Vasco. Tengo que decir que se trata de una novela de ficción, que es parte de mi imaginario, aunque esté basado en lo que este agente me fue contando sobre lo que pasó por allí durante sus dieciocho años de servicio en aquellas tierras. Con esa información que él me transmitió, hilvané una historia de ficción que tiene una acción muy rápida y trepidante sobre los operativos que llegaron a establecer en la lucha contra el terrorismo. Luego tiene otra fase más relajada que es cuando el protagonista sufre un atentado y entra en una fase de reflexión en la que empieza a preguntarse si han merecido o no la pena tantos años de sufrimiento.

Además, la obra pone de manifiesto cómo funcionaba el servicio de información del instituto armado en un lugar tan peligroso, entonces, como Intxaurrondo.

También es parte de mi imaginación, aunque en cierta medida basado en hechos reales. En el prólogo ya digo que se han alterado los escenarios, así como los hechos, desde un punto de vista cronológico; todo siempre con la intención de salvaguardar el anonimato de aquellas personas que se pudieran dar por aludidas en la novela. No obstante, en el fondo he intentado ajustarme lo más posible a lo que sucedió en aquel servicio de información, donde se jugaron la piel y la vida muchos agentes en la lucha contra ETA.

Otro de los temas de los que se habla en la novela es de la importancia y el papel que jugaban las familias de la Guardia Civil en aquella época.

Sí. Intento reflejar el sufrimiento de aquellas familias que se veían relegadas a un segundo plano, empujados a vivir en una especie de gueto -porque los acuartelamientos de la Guardia Civil en el País Vasco no dejaban de ser guetos- del que no podían salir, ya que estaban amenazados por un entorno violento y hostil. Se veían forzados a permanecer recluidos en un recinto cerrado en el que, eso sí, disponían de todo lo necesario para sobrevivir; pero el sentimiento de miedo era permanente. Parece mentira que nos olvidemos tan pronto de todo ese sufrimiento... Siempre hablo de la poca memoria y la facilidad que tenemos para olvidar en este país, y yo creo que no debemos olvidar a esas víctimas.

¿Qué tal está está yendo la presentación del libro? Tengo entendido que ha estado en varias ferias...

La verdad es que la aceptación está siendo muy buena. Hay pocos libros que hablen de este tema... Tenía y sigo teniendo algo de temor porque no sé cómo va a ser la reacción del lector o de algunos sectores de la sociedad, pero la acogida ha sido muy buena. Hemos estado en Valencia, Barcelona, aquí en la Región en varios sitios... Es un tema que a la gente, sea de donde sea, le atrae y que, a su vez, rechaza. Pero cuando les cuentas que son las vivencias de un guardia civil, se suelen aventurar a comprar la novela.

Se trata de un trabajo publicado por Insomnio. ¿Qué tal es la relación, actualmente, entre escritores y editoriales?

En este caso, al principio fue dura porque, cuando empecé la redacción de la novela, la editorial no estaba muy convencida y, cuando la terminé, la verdad es que seguía sin estarlo... Es un tema, si no tabú, que puede ser considerado como peligroso. Empezamos en verano de 2017, se terminó en 2018 y tuvimos nuestros más y nuestros menos porque no acababan de lanzarse a publicarla. Al final se decidió que sí, que adelante, pero, ya digo, después de un tira y afloja entre editor y autor.

Y, ahora mismo, ¿tiene algo entre manos?

Ahora me he tomado un pequeño descanso. Estoy inmerso en una fase de relajación porque el año pasado presenté dos novelas y necesitaba parar un poco. No obstante, tengo un montón de novelas en mente; siempre digo que necesitaría tres o cuatro vidas para poder llevar a cabo todos los proyectos que me gustaría emprender. Además, me regalan muchas historias: la gente se dirige a mí con cartas antiguas para que las estudie y las desvele, por ejemplo. Pero necesitaba tomarme un descanso porque es agotador... Y ahora, en plena promoción, que también es agotador. Tengo pendiente ir a Madrid, Denia y Valencia, y todos estos viajes me restan tiempo de lo que realmente me gusta, que es la creatividad.