El periodista Ignacio Ramos ha presentado su último trabajo, El hombre de la penicilina y otros relatos, editado por Gollarín. Un trabajo ambientado en el paisaje humilde y rudo de los campos del Noroeste murciano, en la soledad de piedras que siembran las laderas de los montes, o en las huertas formadas por remiendos de bancales, donde viven, trabajan, aman, lloran y ríen las entrañables gentes que habitan este libro. Son personas sencillas, de las que nunca quedará noticia; ajenas al relámpago de gestas memorables, pero con almas hondas que sufren el dolor, que tanto les visita, y sienten la ternura de ver nacer a un niño, a un cordero, a un ave... Y aman con corazón callado, sin casi proclamarlo.

Se trata de un libro de relatos, ambientado en el paisaje humilde y rudo de los campos del Noroeste. ¿Qué historias nos vamos a encontrar en este nuevo trabajo?

Nos encontramos un total de diez historias, unas más tristes y otras más alegres, pero todas las historias son para mí muy emocionantes, de unas gentes que han vivido por aquí y a las que no les hemos prestado casi nunca la atención que debiéramos. Unos personajes entrañables que les ha tocado vivir una época muy difícil, son vecinos nuestros.

Y finalmente nos encontramos al 'hombre de la penicilina', una especie de mago llegado de la civilización.

Es que la civilización de todos estos campos en aquellos tiempos era totalmente rudimentaria y el hombre de la penicilina es un chaval joven, enamorado de la ciencia, que se lo juega todo y que vive gran cantidad de peripecias cuando se encuentra aislado en medio de una tormenta de nieve de esas que caen por las zonas altas.

¿Cómo fue ir escribiendo estos relatos?

Tengo muchas historias de este estilo que he ido escribiendo a lo largo del tiempo, lo que he hecho ha sido hacer una selección de diez historias. Quizás la última que escribí es la del hombre de la penicilina precisamente. Están escritas a lo largo del tiempo, pero con el mismo amor cuando te acercas a tu gente. Cada historia es un mundo y cada personaje es diferente, que tiene sus problemas y anhelos. También he tratado de poner a los personajes con su lenguaje habitual y esto les da más autenticidad, aunque hay quien me dice que he usado muchos palabros, pero todos están en el diccionario, solo que son palabras que ya no se usan.

De nuevo nos encontramos con una radiografía de la España olvidada.

De la España totalmente olvidada. Es más, hay veces que lo que recordamos de aquellos tiempos es lo malo, pero dentro de todo eso había gente que tenía su corazón y su honradez, muy rudimentario si quieres, pero era una gente muy digna para contar su vida y de la cual sabemos muy poco.

Nuestras pedanías se vacían, y lugares como el Retamalejo hoy son nombres casi en el olvido, ¿qué remedio tenemos para eso?

Es un remedio difícil porque la gente se acerca a los pueblos, pero nadie viene a preguntar a los pueblos qué hay que hacer para que este lugar no se vacíe. Todos venimos con nuestras soluciones universitarias y esas soluciones no encajan en estos lugares, a la gente hay que entenderla y lo que hay que hacer es convencerles de que en su pueblo, si trabajan y si se les ayuda, pueden vivir bien y más tranquilos. La gente que se acerca a los pueblos, la que viene a las casas rurales, viene a disfrutar de una piscina, que eso no había en los pueblos en la vida. Y pasa lo que sucedió en Cangas de Onís hace poco, que cantaban los gallos y se quejaban los turistas, y la solución que dieron fue cerrar el gallinero, esas cosas son las que no se pueden consentir. Nadie se va del pueblo contento, siempre existe esa añoranza por volver. Tenemos que buscar un medio de vida para toda esta gente que en pueblo pueda vivir mejor, y que sus hijos puedan ir a centros de enseñanza; en definitiva, facilitarle a la gente la vida en el campo. Además, no todo es echarle dinero, en mis tiempos de reportero estuve en un pueblo castellano donde había tocado la lotería. Al año siguiente, cuando regresé para ver en qué habían invertido el dinero, resulta que la mayoría de la gente se había marchado. Nadie supo invertir ese dinero para quedarse.

Y ya por último, ha pasado por las redacciones de El Alcázar, Nuevo Diario, ABC y término en El Alcázar, Nuevo Diario, ABCÉpoca

Creo que mi época de periodista ha sido la más hermosa que ha habido para esta profesión. Estoy muy contento de estar jubilado. Ahora el periodismo ha perdido ese ánimo de ir siempre recabando la mejor información para dársela a la gente. Esa relación que tenía el periodista con el lector está desapareciendo.