Cuando Isidoro Valcárcel Medina expuso en el Rectorado de la Universidad de Murcia en 2016, había sido distinguido un año antes con el premio Velázquez de Artes Plásticas (equivalente al premio Cervantes en Literatura). El jurado puso de relieve que había sido premiado «por la coherencia y rigor de su trabajo desarrollado durante cuatro décadas», y por su "actitud comprometida y ajena a la dinámica del mercado del arte".

Y efectivamente, a poco que se conozca la trayectoria de este artista a contracorriente y ferozmente independiente, se puede comprobar que son estas características las que han presidido su vida y obra desde sus comienzos. Algo que, lejos de atenuarse con la edad, se ha visto agudizado con el paso del tiempo.

Nacido en 1937 en la carmelitana calle de Ricardo Gil, a pocos metros del actual Rectorado, Isidoro Valcárcel decidió emigrar de su tierra a Madrid con 19 años, para intentar desarrollar las inquietudes que hervían en la inquieta cabeza de aquel joven.

Incansable luchador contra las convenciones en el arte y contra el mercantilismo que invade todos los terrenos relacionados con el mundo de la creación, con sus obras e instalaciones intenta exponer sus ideas y, sobre todo, hacer pensar a quienes se enfrentan a ellas.

El próximo día 13 de junio por la tarde estará nuevamente en la Universidad de Murcia para presidir la graduación del Grado en Comunicación Audiovisual y del Grado en Publicidad y Relaciones Públicas. Poco antes, a las 13.00 horas, presidirá la inauguración de la sala de exposiciones que llevará su nombre en la Facultad de Comunicación y Documentación.

Arte y comercio van habitualmente unidos, pero usted se ha mantenido siempre al margen de esta relación.

Sí, porque nunca he llegado a comprender qué tienen que ver el uno con el otro.

¿Por qué amamos el arte? ¿Por qué lo necesitamos?

El arte es la expresión más auténtica del pensamiento, somos seres de pensamiento. Si entendemos el arte como la expresión del pensamiento antes que del sentimiento, inevitablemente se hace necesario recurrir a él.

Nació en Murcia en el 1937 y se fue en 1956, ¿qué alternativas le quedaban a un joven aspirante a artista en la Murcia de aquellos años?

Salir de Murcia era imperativo para alguien que tuviera cierto tipo de inquietudes. Salir fuera era el mal menor. En aquella época pensé que era necesario marcharme a un lugar en el que pudiera hacer cosas diferentes, y finalmente resultó exitoso para mí, y no hablo por el éxito cosechado a través de mi arte, sino porque me permitió satisfacer mis inquietudes.

El premio Velázquez le fue concedido por la coherencia de su trayectoria. ¿A qué ha sido coherente Isidoro Valcárcel?

Desde luego, he intentado serlo. Por ejemplo, yo voy por la calle mirando al suelo y me pregunto: ¿Por qué los pasos de cebra tienen el rayado contra el peatón y no contra el vehículo, que es lo que intentamos que se detenga? Y ya está, no hace falta más, aquí tengo una cosa que me choca y de la que no puedo ser ajeno, así que voy a 'meterle mano'.

En alguna ocasión ha dicho que no le importaría estar en una colección de algo que no se pudiera coleccionar, ¿podría explicar eso?

Es bastante sencillo: si yo realizo un trabajo que no tiene entidad duradera, el coleccionista no lo puede coleccionar porque no cubre su necesidad de poder enseñar la colección. Estas cosas no coleccionables son las que a mí me encanta dar a los coleccionistas, pero claro, no las quieren porque no las pueden coleccionar. Yo no rechazo al coleccionista, es simplemente que no me apetece hacer algo que esté quieto e inmóvil de por vida.

¿Existe dicotomía entre arte y mercancía?

Sí, el hecho fundamental es que el arte entendido como mercancía sería la última de sus condiciones, la menos importante, de manera que no voy a prestarle atención a lo que me parece menos significativo.

En cierta ocasión le negaron la posibilidad de exponer por considerar que su presupuesto era demasiado barato, unas mil pesetas€

Aquello ocurrió porque la concepción que se tiene del arte por parte de los coleccionistas, las instituciones y la cultura en general, lleva consigo una significación monetaria. Si uno rebaja hasta el extremo su obra, al coleccionista no le compensa, ya que considera que algo que cuesta tan poco no merece ser expuesto en un museo. En este contexto, el coleccionista se ve en la obligación de demostrar que se ha gastado una 'pasta'.

¿Está el arte demasiado valorado?

Sí, porque la valoración del arte no puede ser exclusivamente comercial. En la actualidad no es que esté demasiado valorado, sino que he visto ejemplos ridículos de supervaloración. Se le presta excesiva importancia a un elemento que no es fundamental en la expresión artística.

¿Es difícil escapar del dinero en el arte?

Difícil y fácil a la vez. Es difícil si en el fondo se tiene la pretensión de la valoración. Pero si la valoración se presenta como un elemento secundario es muy fácil, porque no participas en ese juego.

¿No depender de las ventas hace que el arte sea más libre?

Desde luego, yo respondería sí. Pero respondería sí, siempre y cuando se cuente con la categoría expresiva del autor y con los elementos constitutivos del arte. Es decir, dando por supuesto esas condiciones nobles de la expresión creativa, la independencia respecto a estas otras cosas es una ayuda imprescindible, pero a la vez, la dependencia es una esclavitud inevitable.

Se comenta que usted no ha vendido una obra nunca.

Sí, sí que he vendido. Eso es un titular periodístico que llevo muchos años intentando desmentir€

Pues lo desmentimos aquí (risas de ambos).

Yo he vendido siempre y cuando me compensara el comprador y las circunstancias, me apeteciera el destino€ Lo que no he hecho nunca es crear para vender. No obstante, si las circunstancias surgen, me parece un derecho inalienable.

Usted siempre ha hecho lo que ha querido en arte, según sus declaraciones, lo que le ha dado la gana.

[Risas] Sí, es posible que yo haya dicho eso. He procurado, por lo menos dentro de lo posible -que es mucho-, hacer lo que realmente quería y no tergiversarlo de ninguna manera, ni adaptarme a las solicitudes del mercado o de la moda.

¿Es Isidoro Valcárcel un irreverente?

No. Al contrario, a mí me gustan los formulismos de la respetabilidad. Yo siempre digo que me rijo por la buena educación, no soy irreverente, lo que pasa es que manifiesto públicamente mi posición ante ciertas circunstancias, algo que para muchos puede ser irreverente.

¿Para quién hace sus obras Isidoro Valcárcel?

No cabe duda de que uno no puede prescindir de hacerlas para sí mismo, en primer lugar; y luego, para todo aquel que pueda sentirse atraído, y por supuesto también, en la misma medida, para todos aquellos que puedan percibirlas con rechazo, también eso me interesa mucho: es decir, voy a hacer esto porque sé que va a sentar mal en algún ámbito.

¿Arte y artista son dos conceptos caducos o están de actualidad?

Yo siempre procuro no decir artista, prefiero decir autor, porque es un término más inclusivo, puesto que nos comprende a todos. En la sociedad siempre hay interés en decir artista porque este término va acompañado de una aureola que la sociedad ha admitido que es sublime. Hay una cierta coacción entre lo que la sociedad ha establecido que es arte y lo que es ser artista, y todos los demás lo único que pueden hacer es quedarse con la boca abierta contemplando las obras. Eso me molesta. No podemos establecer un canon que suponga la eliminación de todo lo que no está dentro del canon.

Hay una tendencia a la espectacularidad en el arte. ¿Qué le parece?

Hay autores a los que no se les ocurre nada y deciden caer en la espectacularización, hay muchos ejemplos, aunque no quiero citar ninguno€ pero en ocasiones resulta ya hasta cómico.

No ha tenido nunca subvención, ¿necesita el arte de las subvenciones?

Me entristecen los jóvenes que se quejan de que no tienen beca y que nadie les paga la producción. Yo les aconsejo que tomen un papel y que se expresen. Estaría bien que tuvieran apoyo económico, pero no es lo fundamental. Las ayudas vienen bien, pero como sistema, de ninguna manera.

¿No repetir es una de sus prioridades?

Es muy importante. Aunque eso no quiere decir que no podamos repetir como sistema. También hay que tener en cuenta que una obra, por mucho que sea repetida, nunca saldrá igual que la anterior. Sin embargo, no me gusta repetir, porque siempre hay ideas nuevas que sacar a la luz. A no ser que la obra consista precisamente en la repetición.