«No me gusta demasiado hablar de mi obra», apuntaba Manuel Pérez a escasos minutos de inaugurar ayer, en la sala de exposiciones de La Glorieta, su último proyecto, Foresta. «Prefiero dejar la puerta abierta a la interpretación de quien la visite y así descubrir algo nuevo sobre mí. Porque, evidentemente, cuando escucho a otra persona hablar sobre mi trabajo, en el fondo, está hablando de Manuel Pérez», se apresuraba a aclarar el artista murciano, para quien la pintura, además de un trabajo, es una «necesidad espiritual».

En esta ocasión, además, la puerta que abre es, más que a una muestra -en la que prácticamente todo es obra nueva-, a un ambiente, a un ecosistema pictórico; aunque si nos atenemos a la filosofía del artista, casi es un paseo por su propio 'yo' creativo. Y es que, como apunta Pérez, Foresta no es un colección de obras colgadas de las paredes de este espacio consistorial, sino un todo en el que cada pieza se mezcla con la siguiente como los árboles que solo son bosque los unos junto a los otros. «En realidad, tú no entras y ves cuadros, sino que te metes dentro de la obra. Y, conforme recorres la sala, lo que haces no es ver piezas, sino diversos paisajes», explica el pintor murciano, que cita como gran influencia la concepción oval de Los nenúfares de Monet.

Como es habitual en su producción, la pintura de Pérez se asienta sobre una figuración dominante, donde la abstracción del color entre luces y sombras conforman unas obras (u obra) de gran impacto visual, especialmente dos marinas panorámicas de dos metros y medio por ocho que, curiosamente, son las únicas que ha recuperado para la ocasión de proyectos anteriores. El resultado es -al menos, a tenor de la intención de su autor- «una celebración de la vida y de las cosas hermosas», aunque insiste aquí, de nuevo, en que no es él el más indicado para valorar el sentido de sus obras. «Mira, yo para estas cosas siempre cuento con mi amigo Carlos Salas -que firma el pequeño texto que presenta Foresta-. Le digo: 'Carlos, te nombro a ti como mi portavoz', porque ya me conoce muchos años y sabe como trabajo, pero casi te diría que incluso le prefiero cuando no coincide con lo que yo tenía en mente», señala entre risas.

Por ello, para Manuel Pérez su obra no está terminada hasta que el espectador la disfruta; dice que solo así significa que «que está viva». Pero entre el color y la unión de las obras, casi parece difícil asegurar que entre esos troncos no hay algo que se mueve. Hasta el 19 de julio tienen los murcianos para comprobarlo.