Con Deux ex Machina, Caravaca vuelve a convertirse, a partir de mañana a las 19.30 horas, en la capital del arte; en esta ocasión, del arte contemporáneo. Un montaje de Santiago Ydáñez, donde enfrenta a las imágenes desde una posición muy distante, lo cual aleja la esencia de esta exposición de los postulados barrocos y los acerca a la teorización de lo neobarroco contemporáneo. Es la apuesta a caballo ganador del comisario Nacho Ruiz, quien vuelve a sorprender con lo que se ha catalogado como la cita del arte contemporáneo en la Región de Murcia durante este 2019.

La relación de Ydáñez con Caravaca llegó con la exposición Místicos, donde el artista de origen aurgitano y ciudadano del mundo donó la obra de grandes dimensiones que preside el altar mayor de la antigua Compañía Jesuita, convertida hoy en sala de exposiciones. Un lienzo de catorce metros de alto por ocho de ancho, inspirado en una talla barroca de San Juan de la Cruz, que encontró en Perú, y cuyo valor supera los 1,2 millones de euros.

Deus ex Machina, 'Dios desde la máquina', es un término latino que alude a la aparición de máquinas, como grúas, en las representaciones teatrales para hacer aparecer a la deidad. Existen otras acepciones vinculadas al cine en el que un elemento no coherente aparece en el guion como justificación de un fin. Engaño en ambos casos, el término abre una idea en la que Ydáñez desarrolla conceptos fundamentales de la historia de la cultura: naturalismo, mímesis, barroco, neobarroco... teatralidad, en definitiva, como síntesis de la confrontación entre realidad y ficción, entre verdad y mentira, desde la observación de grandes construcciones culturales vinculadas a la imagen religiosa, remitiéndose en último extremo a El gran teatro del mundo, de Calderón.

¿Cómo nace la idea de la exposición?

El germen viene de la exposición Místicos, donde realicé el San Juan monumental de grandes dimensiones. Y Nacho Ruiz fue quien me propuso la idea, de hecho mis últimas exposiciones tienen mucho que ver con el barroco, vengo de exponer en el Cervantes de Palermo, donde he realizado un diálogo entre Ribera y Caravaggio. Una de las piezas de esa muestra que también estará en Caravaca es una versión de La Natividad de Caravaggio, que robó la mafia en 1969 y que estaba albergada en el oratorio de San Lorenzo; ahora mismo allí hay una réplica y, hace un tiempo, me invitaron a exponerla en el propio oratorio, un espacio maravilloso, muy barroco. No era fácil el diálogo, ya que la pieza de San Juan lo abarca casi todo, pero lo hemos intentando, creo que se consigue ese objetivo y estoy muy contento con el resultado.

En la primera parte de esta exposición nos encontramos con una obra de Ribera donde comienza el dibujo y, poco a poco, se va convirtiendo en una realidad, podemos hablar de la idea y la ejecución minuciosa.

Es que en muchas ocasiones el dibujo tiene tanto poder, y es tan fresco y tan limpio... Hace dos años, cuando estuve en la Academia en Roma, la primera pieza que hice utilizando el Non finito, fue una versión de El martirio de San Lorenzo de Caravaggio, donde realicé una triple versión. Igual que la Triple negación de Pedro, hice una donde pinté un poco, luego otra a medias y la última totalmente acabada. Esa es la misma idea que he utilizado en El entierro de Cristo de Ribera, que en este caso es un díptico, una parte acabada y la otra sin terminar, pero el germen viene de aquella pieza de Roma.

Unos trabajos que se mezclan con piezas barrocas que ha ido coleccionando a lo largo de su vida.

Supongo que es un poco biográfico, mis cuatro años de monaguillo me impactaron tanto que nació en mí esa pasión por coleccionar. Cuando visito las ciudades suelo pasar por sus iglesias, catedrales, además de museos de historia natural y otros centros. La primera exposición en la que relacioné directamente el barroco con mi trabajo fue en Oporto en el 2006, donde pinté las dos primeras tallas granaínas, una de Alonso Cano y una Santa Paula anónima que está en la iglesia de Gran Capitán. En ese tiempo conocí a un transportista que también era anticuario y que me consiguió algunas piezas, y desde aquel entonces.

Otro

Una de las aficiones que tengo compartidas con Belinchón y con más gente es ir a los mercadillos. Llevo quince años compartiendo el tiempo entre Berlín y Andalucía, y muchas mañanas vamos de paseo a los mercadillos, mientras él compra discos, yo empecé con libros antiguos y después seguí con los cubiertos que estaban al lado, cajas de música, polveras, mil pesas. Al final supone un contrapunto a mi trabajo, que es tan grande de tamaño y tan gestual; meterme a trabajar con esas miniaturas era una terapia, era un cambio de registro muy grande. En Viena hice una exposición hace dos años en la que solo había cajitas, excepto una caja grande, se trataba de un cuadro embutido en la pared, franqueado por dos perros de bronce de tamaño natural del siglo XIX junto a una tarima verde. Y esa pieza, en concreto de San Paula, es un óleo muy minucioso del que estoy totalmente enamorado. Y las puntas con las que está dibujada esta talla también es un detalle autobiográfico, yo iba a ser paleontólogo, comencé con fósiles, soy un apasionado de los fósiles.

Una exposición para observar a lo lejos y, poco a poco, ir acercándote para que la vista se empape de todos los detalles.

Efectivamente, esta exposición tiene mucho que ver con lo teatral, con lo barroco, en definitiva. Es como una gran obra de teatro. Lo primero que te encuentras cuando accedes a la sala es una sorpresa enorme, y una vez que te habitúas, te relajas y empiezas a recorrer los por menores de la exposición, que hay desde piezas minúsculas hasta los diálogos de Ribera, o esa pieza negra tan extraña que casi no tiene luz, y que es una versión de la pintura gótica-renacentista que está en la Capilla Real en Granada. Es una muestra muy completa, donde lo profano dialoga con lo religioso.

Otra de las piezas que nos llama la atención es el toro que realizó para el Centro de Arte Contemporáneo de Málaga y que está enfrentando a tres cuadros.

Esa pieza originalmente fue para una exposición en Braganza, donde relacionaba lo profano con lo religioso, pero vinculado a esas fiestas tan salvajes y tan atávicas que tenemos en la Península Ibérica. En aquella ocasión estaba enfrentado a una Dolorosa de José de Mora, que está ahora mismo en el Museo de Bellas Artes de Granada, es cierto que posteriormente en Málaga utilizó el mismo toro enfrentado al tríptico.