Solo hizo falta una película, la primera que vio en su municipio natal en Chinchón (Madrid), para que José Sacristán decidiera que su camino vital tenía que estar ligado a la dramaturgia. «Yo era un marciano en ese aspecto en mi familia. Mi padre, como me quería, trataba de quitarme de la cabeza esa estupidez, y me aconsejaba que fuera un hombre de provecho. Pero nadie se opuso», recuerda el actor, que lleva 60 años demostrando lo acertado de aquella decisión de juventud. Ganador de un Goya, y de varios Fotogramas de Plata y Premios Feroz, el artista se enfrenta en su último proyecto a las palabras de Miguel Delibes, al que ya acometió en 1989 con Las guerras de nuestros antepasados. Señora de rojo sobre fondo gris, un retrato autobiográfico del autor sobre la muerte de su esposa, le lleva hoy al Nuevo Teatro Circo de Cartagena; mañana, al Guerra de Lorca; el sábado, al Villa de Molina, y, el domingo, se apoderará de las tablas del Romea de Murcia.

Los 81 años, ¿pesan o ayudan sobre las tablas?

Hasta ahora, en mi caso, ayudan. [Duda] Bueno, se sobrellevan. Lo de que ayuda se supone que tiene que ver con la experiencia, y con los años de trabajo.

Su personaje en esta obra repasa los suyos sobre escena. ¿Usted también es de hacer balance?

Sí, qué duda cabe que somos memoria. No te pasas la vida haciendo balance, pero sí tengo en cuenta de dónde vengo y que puede condicionar hacia dónde voy. En principio, esta 'Señora de rojo' habla del propio Delibes. Por pudor, no quiso ponerse en primera persona, pero en esta función se cuenta la experiencia al mismo tiempo dolorosa y esperanzada de la enfermedad y la muerte de su mujer.

Delibes no es nada nuevo para usted, ya lo había afrontado hace treinta años. ¿Cómo ha sido reencontrarse con sus palabras?

Un privilegio. Miguel Delibes no solamente era un gran escritor, era un gran hombre. Su mirada sobre la condición humana para un actor siempre es un privilegio. Pacífico Pérez era una criatura asombrosa, y este Nicolás también lo es.

Sin embargo, esta pieza de Delibes huele a despedida. Parece que se plantea decir adiós...

Tenemos un largo camino que recorrer con Señora de rojo sobre fondo gris, pero es posible que sí. Cuando acabe, no sé yo si voy a tener ganas de meterme en otra aventura en el teatro. Es posible que esto sea, si no un adiós, un hasta luego.

¿Porque el teatro es demasiado esclavo?

No, no. El teatro ahora es una cosa de señoritos. Lo terrible era cuando hacíamos dos funciones todos los días de la semana, que era horroroso. Ahora simplemente es que ya son muchos años, y quiero dedicarme más tiempo a mí y un poco menos a los personajes.

Pues últimamente le vemos envuelto en una actividad frenética. Y ahora prepara Alta mar , que algunos llaman la sucesora de Velvet .

¡Ah! No estoy autorizado a decir nada. Lo que sí sé decir es que, como todo lo que produce Bambú, es sencillamente formidable.

Y un viaje al pasado, como la obra de Delibes. Allí se rememora un fraquismo que usted puede contar con conocimiento de causa.

Pues sí, bastante [Ríe]. Algunos afortunadamente no lo habéis vivido, pero lo que yo viví al acabar la guerra y en los años sucesivos... Es muy difícil hacerse una idea de lo terrible y siniestro que fue aquello.

Dice que hoy no se entiende lo que supuso, ¿nos hemos olvidado?

Sí. Es que algunos todavía tienen la nostalgia de la posibilidad de una recuperación, que confiemos en que no se dé. Es cierto que no creo que llegue a mayores, pero ya a donde ha llegado me preocupa. Está esta derecha que capitanea ahora este triunvirato, y que tiene un tufo para mí bastante preocupante.

Y que se postula a las elecciones frente a una izquierda a la que le falta solidez. ¿Cómo ve las apuestas de cara a las urnas?

El panorama está confuso. Es muy difícil establecer qué va a pasar. Lo que sí está claro es que se acabaron las mayorías absolutas. Por otro lado, yo no dejo de lamentar la escisión que se sigue dando en la izquierda a falta de acuerdo y de intereses comunes. Pero vamos a ver qué pasa.

Usted, que ha visto tanta historia de España, ¿diría que estamos de verdad tan mal hoy como todo el mundo dice?

¡No, no! ¡Qué coño tan mal! A ver, todo es mejorable; no es cosa de este triunfalismo estúpido de: «España es lo más grande», pero tampoco esta cosa siniestra de andar negándolo todo. Hay muchas cosas en las que tenemos mucho que aprender, y otras en las que estamos más o menos a la altura de las circunstancias, pero hay que saber colocarse en el sitio exacto. De hecho, ahí sigue estando lo que fue la Transición y todo lo que se consiguió en ella. Parece miserable ponerlo en cuestión, porque no estuvo nada mal.

Me habla del '75, ¿dónde estaba usted entonces?

Yo en el '75 estaba rodando, y preparando las películas del '76, entre las que estaban Epílogo, Asignatura pendiente, Las largas vacaciones del '36... Estaba de aquí para allá. El año '76 creo recordar que fueron seis o siete películas las que hice como protagonista.

Es que la Transición fue un momento bastante determinante para su carrera...

Sí. La verdad es que nos pilló a unos cuantos en una edad y preparación profesional que nos permitió juntarnos en películas, obras de teatro... Lo cierto es que había bastante basura debajo de la alfombra, pero recuerdo aquel tiempo por las expectativas que se creaban.

¿Hoy se siente lejano o cercano con respecto a ese chico que se lanzaba a las tablas desde el taller mecánico en el que trabajaba?

Fue una iluminación la que yo sentí cuando vi la primera película en mi pueblo, y te aseguro que, cada vez que salgo al escenario o me pongo delante de una cámara, echo mano de ese crío. Para mí, la razón de a lo que me dedico es lo que tiene de juego, y por eso rescato en cada trabajo al crío que fui, no quiero prescindir de él de ninguna manera. El niño de Chinchón ha ido poco a poco logrando lo que se proponía, que era ganarse la vida con esto.

Y vivir otras muchas vidas como actor. ¿Si le dieran a elegir, con cuál se quedaría?

Una sola no sabría decirte. He hecho papeles cojonudos, que en su momento significaron para mí el papel de mi vida. Diría que he hecho muchísimas veces el personaje de mi vida, y pienso seguir haciéndolo.