A la gente le gusta Sabina, pero le gustan aún más las canciones de Sabina. Y si las canta alguien con mucho arte, más que mejor. El buen rollo sabinero se palpaba en el concierto de, eso, Los Sabineros, el viernes por la noche en el Café de Alba de Murcia, que estaba de bote en bote para aplaudir a Mario Ojeda y Ramón 'Flaco' Rodríguez, los componentes del dúo.

Arrancó el show con La canción más hermosa del mundo, que para muchos hace honor a su nombre, y prosigió con Peces de ciudad y la eterna Medias negras. Entre tema y tema, chascarrillos. "No se tomen mal las bromas que hago sobre Cartagena. Cuando estoy en Cartagena, las hago sobre Murcia", avisa el artista sobre el escenario.

Chistes sobre política ("la colonia que le han regalado a Susana Díaz sus hijos por Navidad, Hugo Vox") que arrancan sonrisas a un respetable que o repite concierto o repetirá para el próximo. Suenan los acordes de Aquellas pequeñas cosas de Serrat y empieza a oler a Mediterráneo hasta que explota en aplausos.

Suben espontáneos al escenario. Espontáneos que son hasta llamados por los cantantes. Los recitales de Los Sabineros son un poco en familia, al menos así lo consideran quienes no se pierden uno. El calor de dentro del local se combate con cerveza y con unos chupitos de licor verde cuyo nombre no se puede decir. A la gente le gusta el ambiente y brilla el bar, de cuyas paredes cuelgan fotos y trombones.

Las canciones que se sabe todo el mundo son, aparte de las de Sabina, aquellas que desde hace lustros viven en la memoria colectiva, y que son patrimonio de la opinión pública por derecho propio. Por ejemplo, la del Probe Miguel, el hit de Triana Pura. Los Sabineros lo saben, la cantan, y al público le parece fantástico.

Peticiones especiales. Que si Ruido. Que si Calle Melancolía. "Ustedes pueden pedir lo que quieran que luego nosotros haremos lo que...", avisan desde las tablas. Y lo que hacen es Una canción para la Magdalena, y recordar que Así estoy yo sin ti, y bordar la no suficientemente aclamada Peor para el sol, para conjurar al delirio sabinero puro con la que sí se sabe todo el mundo, la de 19 días y 500 noches.

Un busto en rojo del maestro Sabina, junto al escenario y a la izquierda del Flaco Rodríguez, parece dar su aprobación a lo que han hecho estos dos intérpretes. Para no perder la estela sabinera, en unos días, en el mismo Café de Alba, se espera a Pancho Varona.