El Mandarache continúa su marcha y esta semana es el turno de la alicantina Catalina González Vilar, que este miércoles y jueves estará en Cartagena defendiendo su candidatura al premio Hache -categoría dedicada a la literatura infantil- gracia a su libro Las Lágrimas de Maracuyá. Ayer su autora atendió a LA OPINIÓN para hablar sobre su libro, su trayectoria y, por supuesto, sobre este certamen pionero cuyo objetivo no es otro que el fomento de la lectura entre los más jóvenes.

Háblame de Las Lágrimas de Maraguyá , ¿qué se van a encontrar, o qué cree que se han encontrado los jóvenes que se han asomado a las páginas de este libro?

Bueno, es un libro de aventuras, con un corte más o menos clásico. Relata la historia de un científico, naturalista, que se adentra en el Amazonas en busca de un botánico que ha desaparecido y que él, aunque no le conozca personalmente, tiene como maestro. También tiene como objetivo encontrar unas raras flores carnívoras que solo crecen allí, y en ese trayecto conoce al otro protagonista del libro, Meteo -le llaman así porque es un 'cazador de meteoritos'-, que va siguiendo la pista de una leyenda según la cual una diosa lloró 'lágrimas de fuego' al ver morir a uno de sus hijos; lágrimas que Meteo identifica como meteoritos. En definitiva, es el relato del viaje de ambos y del resto de los personajes con los que se irán encontrando.

Se ha definido Las Lágrimas de Maraguyá como una historia mágica, pero está protagonizada por dos hombres de ciencia, dos mundos completamente opuestos, casi antagónicos. ¿Por qué? ¿Quería enfrentarlos?

Pues es así, pero en realidad no estaba en el proyecto, al menos de forma consciente, lo de enfrentar estos dos mundos, pero se han acabado encontrando. Por un lado está la gente de las tribus del Amazonas, los indígenas, y cómo se relacionan con su entorno de una forma mágica -a través de ritos y leyendas-; y, por otro, esa idea de la 'búsqueda del conocimiento' que tienen los protagonistas y que es como mucho más europea, más occidental. Desde un punto de vista literario, me interesa todo esa parte mágica, pero también la curiosidad, esa voluntad de intentar comprender cómo funcionan las cosas que tiene el mundo de la ciencia; y yo no me muevo en ese campo, pero me parece fascinante.

Bueno, sé que está colaborando con la editorial Next Door en el diseño y puesta en marcha de una colección de ciencia para niños.

Sí. Estamos con un primer título, y es un proyecto muy bonito en el que el texto es de José Ramón Alonso, que es un gran divulgador, y que está ilustrado por Iratxe López de Munáin. Esperamos que salga en otoño. ¡Está quedando muy bonito! La verdad es que es un campo que me interesa mucho; igual no tanto para escribirlo, pero sí para proyectar libros como este.

Y en sus títulos, ¿no hay en cierto modo una voluntad didáctica?

No, en principio no hay esa voluntad; no en la sección más literaria. Mis historias siempre tienen un punto de fantasía en la que la imaginación es prioritaria, aunque, como es lógico, tras ellas hay una pequeña labor de investigación y me gusta aprender de los temas que trabajo. Luego tengo otra faceta en la que he hecho una pequeña introducción para jóvenes al mundo de la moda [ Dentro de tu armario. Todo lo que necesitas saber sobre el mundo de la moda] y en la que colaboro con este libro de ciencia para niños del que te hablaba; es un campo que me gusta mucho y que está lleno de curiosidad, y que creo que se puede hacer de manera divertida. Son campos separados, y aunque es inevitable que se retroalimenten, la intención es distinta.

Por otro lado, no es la primera vez que recurre a la selva de América Latina. En este libro es el Amazonas, en Bobú , los bosques de la Araucaria chilena. ¿Qué tiene que tanto le cautiva?

Bueno, he hecho algunos viajes a América Latina y me parece una tierra fascinante, un mundo por conocer; es como que abres la puerta y dices: ¡Madre mía, todo lo que hay aquí! Y a nivel de naturaleza es una maravilla... En el caso de Bobú fue más bien una cosa de la editorial, que es chilena [Pehuén]: prácticamente todo lo que publican tiene que ver con Chile, y me propusieron que se ambientara allí, así que lo reenfocamos. En cuanto a Las Lágrimas de Maraguyá y el Amazonas, la razón está en que empecé a escribir la historia en un viaje por la selva peruana, y fue allí donde surgieron los personajes y la primera idea del libro casi sin planearlo. En realidad, más que América Latina, lo que si tienen en común todos mis libros creo que es ese amor por la naturaleza; no es algo planificado, pero aparece de una manera intensa en casi todos.

Dice en su web que es lectora desde «muy niña». ¿Es por eso por lo que desde que comenzó su carrera literaria ha decidido abordar historias para un público infantil y juvenil?

Pues supongo que sí ha influido. Disfruté muchísimo con la lectura de niña, y aún hoy todavía leo de vez en cuando este tipo de literatura. Cuando escribo, siempre hay un deseo de conseguir reproducir determinadas emociones: la lectura, cuando eres niño, es muy intensa, es una experiencia muy vivida, y creo que ese deseo de poder hacer vivir algo semejante a los lectores me conecta con esos años. Pero bueno, creo que en general es porque mis historias le van bien a los niños [Risas]; tienen humor, un código de 'A ver a dónde nos lleva esto', una complicidad... Me siento muy cómoda escribiendo para lectores jóvenes, y es ahí donde me encuentro con mis lectores. De todas formas, creo que al final son las historias las que buscan a los lectores más que al revés.

¿Cambia mucho, a la hora de escribir, el enfrentarse a un público infantil y a uno un poco más adulto, juvenil?

Para mí no. De hecho, a veces son los editores lo que deciden para qué franja de edad va cada libro. A ver, siempre te influye un poco, siempre tienes en tu cabeza a un público determinado, pero yo siempre intento que la historia que quiero contar se cuente de la mejor manera posible y como creo que ésta lo requiere. En cualquier caso, y aunque se utiliza mucho, lo de la franja de edad es algo orientativo: hay chicos de 8 años que leen cosas que gente de 14 no puede. Así que yo intento escribir la historia y luego ya, según veo el final, lo hablo con los de la editorial.

Vamos, que se deja llevar por la historia.

Eso es. Es la historia la que importa. Luego ya, esperamos que encuentre gente a la que le guste tanto como a mí.

¿Nunca ha pensado lanzarse con una historia, una novela, para un público adulto?

Sí. Es algo que me apetece hacer en algún momento, pero siempre tengo muchas historias pendientes, así que lo voy dejando [Ríe]. Pero bueno, cuando aparezca la historia que realmente quiera contar la haré. Creo que es enriquecedor explorar nuevos registros y salir un poco de tu zona de confort.

Con este libro se enfrenta a un jurado formado por unos cuantos miles de jóvenes. ¿Que opina de este formato de premio, del Mandarache/Hache?

Me encanta. Aún no lo conozco personalmente, pero hay compañeros que me han comentado lo bien que lo han pasado y cómo les han tratado en Cartagena y tengo muchas ganas de participar. Además, es muy ilusionante ver a tanta gente alrededor de los libros y compartiendo esta pasión por la lectura. Cuando yo era niña, en mi casa se leía, pero entre mis amigos no tenía a tantos a los que le gustaran los libros; era una afición muy solitaria. Así que pienso que hubiera disfrutado mucho de haber tenido una oportunidad así, y poder hablar y discutir sobre libros.

¿Es el jurado más sincero? ¿El más difícil?

[Suspira] No sé. Creo que es un jurado que tendrá unos criterios más puros, en el sentido en que son simplemente lectores. En otros jurados también hay criterios de mercado, por ejemplo; más factores a tener en cuenta. En cambio aquí la única motivación es la pasión lectora, y eso supongo que cambia un poco el juicio; y es bonito que sea así. Y al final habrá un libro que guste más y que se llevará el premio, pero siempre habrá algunos a los que el que les apasione sea el tuyo.

Eso ya es un premio.

¡Sí! Es una gozada. Estar allí y ver a los chavales que se acercan y te dicen lo que les ha gustado, lo que piensan... Como escritora, es una maravilla ver cómo la historia ha cobrado vida en los lectores.

Bueno, para terminar: a todos los que pasan por aquí les hacemos una pregunta, y hemos recogido respuestas de todo tipo -gente que lo ve muy negro, gente más optimista...-: ¿Los jóvenes de ahora leen tan poco como se dice?

Bueno, yo no tengo mucho una respuesta certera. Voy muchos a colegios y ves que sí, que leen, pero es verdad que ahora la lectura tiene más competencia en el tiempo de ocio con otro tipo de entretenimiento; y esto es extensivo a los mayores. Pero yo creo que sí, que sigue habiendo buenos lectores; gente que sigue leyendo y disfrutando mucho con las historias y proyectos como el Mandarache. Aún me encuentro a hijos de amigos que son lectores entusiastas y pienso, como te decía antes, que cuando yo era pequeña había algunos, pero igual no menos que ahora... No he hecho un estudio en profundidad, pero lo que quizá sí ocurre es que se adelanta un poco la edad en la que la gente deja de leer. Pero bueno, creo que hay una semilla plantada, así yo soy de las optimistas.