Juanjo Martínez Cánovas (Murcia, 1980) muestra, a través de un pincel realista, las inquietudes de su subconsciente en la exposición Hic Daemonia Sunt, un conjunto de obras que representan los vicios de la sociedad a partir de los rostros de personajes relevantes, dirigentes o políticos, y que puede visitarse en las Casas Consistoriales de Mazarrón hasta el próximo sábado.

El pintor reflexiona, con una imaginación que escapa de lo delirante, sobre los conflictos de la sociedad actual y la función del arte contemporáneo ante tales escenarios. En palabras del comisario, Giorgio Pellegrini, director del Museo del Papel y de la Filigrana de Fabriano (Italia), sobre «tormentas perfectas de nuestro tiempo, financieras, sociales y culturales, que nos obligan a atravesar caminos resbaladizos».

Fiel a la estética del movimiento Lowbrow o Surrealismo Pop -corriente «antitética al intelectualismo y a la llamada cultura alta» que da cabida, según Pellegrini, a «artistas de cómic, ilustradores o decoradores hot road»-, el murciano plasma los pecados capitales en la figura de demonios. Asmodeo es la lujuria; Belcebú, la gula; Mammón, la avaricia; Belfegor, la pereza; Amón, la ira; Leviatán es el demonio de la envidia y Lucifer se asocia a la soberbia. En esta ocasión, Martínez Cánovas se ha inspirado en la sexta edición de Dictionaire Infernal (1863), obra del escritor francés Jacques Auguste Simon Collin de Plancy, y se trata de la primera vez que exhibe obras escultóricas para aunar así tres disciplinas: el conjunto se completa con piezas realizadas en grafito sobre papel y óleo sobre madera.

Esta colección es la segunda parte de un proyecto iniciado en 2017 con I.V.E., Inferus Vacuus Est, y completa un ciclo de cuatro exposiciones individuales -entre ellas, Trasmutazione y Plague & Metamorphosis- que el pintor ha inaugurado en los últimos dos años y donde encontramos los temas centrales de su producción -la muerte, la fugacidad de la vida, lo eterno frente a lo terrenal, el bien y el mal-, alusiones al concepto barroco de la vanitas y escenas que provocan la pérdida de conciencia.

¿Cómo nace este proyecto?

Desde Plague & Metamorphosis venía gestando en mi cabeza esta nueva serie. Durante unos tres años he trabajado sobre las transmutaciones pero, a diferencia de aquella colección donde el mal, la posesión y la muerte se contemplan desde una visión interior -con figuras que aparecen con la boca abierta, expulsando por ella todo tipo de seres e insectos-, esta propuesta es una nueva forma de interpretar tales conceptos y el tema de los demonios, que siempre me ha llamado la atención. Todo es parte del mismo ciclo; la muerte, qué vendrá después; el bien y el mal guardan relación con mi trabajo.

¿Puede hablarme del título?

Hic Daemonia Sunt completa el mensaje de la exposición anterior, donde utilizamos la primera parte de una frase extraída de La tempestad, de William Shakespeare: «El infierno está vacío...», y nos dejamos fuera la continuación: «... los demonios están aquí», o «entre nosotros», según la traducción.

¿Qué pretende narrar?

El descontento generalizado de la sociedad, cómo funciona todo hoy. Me preocupa la situación porque veo que mi generación lo tiene bastante difícil para buscarse la vida con un trabajo. Temas como la precariedad laboral o pensar qué le espera a mi hija, además del escenario político actual, me inquietan. Al final, todo eso debía llevarlo a mi trabajo para pintar algo con lo que me siento cómodo.

¿Cuál es el proceso de elaboración de las obras?

En el dibujo y la pintura tengo más o menos claro qué voy a hacer. No hago bocetos, pero sí configuro un esquema mental sobre el resultado. Decido si el personaje será reconocible o no, si le voy a dar ese carácter concreto para que se parezca a alguien, pienso qué quiero simbolizar en el cuadro o si simplemente será una cuestión estética. El dibujo es más fácil porque conforme avanzo veo el resultado. Difiere de la escultura, donde tenía una idea aproximada de qué quería conseguir pero desconocía cómo sería la cara o el cuerpo de la escultura. He ido probando formas hasta dar con la definitiva.

¿Cuáles han sido sus referencias iconográficas?

He prestado atención a los escritos de Rippa de los siglos XVI y XVII. También hay aportaciones personales, pero sobre todo me he centrado en iconografía clásica. Autores como El Bosco me han inspirado para representar los pecados capitales que, en aquella época, se asociaban a animales y colores, aunque no los he respetado de forma íntegra. También hay símbolos contemporáneos y reconocibles.

¿Y respecto a la técnica empleada?

He trabajado el óleo sobre tabla como las pinturas flamencas. Hay muchas veladuras y la pintura no tiene mucha carga; el pincel no deja apenas trama, todo es muy limpio e, incluso, algunas de ellas tienden a ser relamidas. He resuelto algunas cuestiones técnicas investigando a pintores del movimiento Lowbrow como Mark Ryden o Chris March. También hay alusiones a pinturas medievales. Pero, aunque técnicamente mi pintura está sobre un soporte de madera tratado con óleo -como se hacía entre los siglos XIII y XVI-, el mensaje es muy actual.

En sus dibujos, ¿cuáles son los cánones de belleza?

Si seguimos el canon de belleza clásico no vamos a encontrar obras bellas aquí. Pero tampoco es que esté en contra de la belleza. Mi imaginario, mi bestiario, mi mente... me llevan a eso. Prefiero todo lo raro. En cuestiones cinematográficas también elijo ciencia ficción, thriller psicológico o terror, cosas que me perturban, porque es donde me siento cómodo. En casa tengo máscaras de demonios japoneses, cuadros sobre la muerte, monstruos. Eso es para mí lo bello.

¿Qué impronta deja en sus cuadros?

Son un reflejo de mis fobias, de mis miedos. Pienso que un artista tendría que dejar una parte de sí mismo en cada obra, aunque hacer que esta sea simplemente un objeto decorativo seguramente va a funcionar mejor que si lleva carga simbólica o muy expresiva. También ocurre que cuando estás trabajando continuamente con obsesiones, fobias y miedos necesitas un descanso.

¿Sus obras poseen una temática común?

Si reflexionas sobre todas ellas te das cuenta de que el más allá y la inquietud sobre el bien y el mal, la vida y la muerte forman parte de todas las colecciones. En 2010, por ejemplo, me centré en la expresión taurina, después hice una exposición de calaveras, otra de transmutaciones y, por último, represento políticos. El torero es el lado romántico del hombre que se juega la vida. En el toreo hay muerte, hay miedo y hay incertidumbre. La representación del cráneo como último retrato también guarda una estrecha relación con la muerte. Parece que todo sigue un hilo conductor. Me ha costado establecer relaciones en este ámbito porque cuando trabajo me dejo llevar por lo que tengo dentro. Después de diez años me he dado cuenta de que es como una idea única que se ramifica en géneros.

Cuando pinta, ¿están presentes sus emociones?

Creo que, de manera indirecta, sí. Siempre pinto cosas muy personales.

¿Cómo plantea visualmente el mensaje?

Soy bastante explícito. Al final estoy dando mucha información, pero creo que el mensaje se entiende. Por ejemplo, hay una obra denominada El triunfo de la mediocridad donde aparece un demonio aplastando a una persona. Es una forma de representar el mal pisoteando los valores.

¿Cree que ha triunfado la mediocridad?

En algunos contextos está ocurriendo; por ejemplo, en el mundo del arte, donde todo vale y no hay una imposición de estudios. Me da igual de qué tipo, pero creo que debería volver a tomarse un poco en serio esta carrera. Cuando dices ‘soy artista’, la gente responde: ‘Ah, artista’. Se ha devaluado un poco este término. Solo puedo mostrar mi desacuerdo ante tanto intrusismo en este campo. Y El triunfo de la mediocridad, uno de los últimos cuadros de la serie, también habla de eso.

¿Qué pretende provocar en el espectador?

Tal vez una reflexión sobre cómo va el mundo.

¿Y cuál es su principal preocupación acerca del mundo que nos rodea?

Me preocupa especialmente el triunfo de la maldad, de la hipocresía, de la mediocridad.

¿Un lema moral?

Vive y deja vivir. Para mí es importante no imponerse y evitar la envidia. Eso es algo muy malo, al igual que la opulencia. Vivimos una época en la que las redes sociales nos conducen a eso, a aparentar.

¿Cómo cuida su imaginación?

No se cuida; eso va solo cada día.