El pintor lorquino Antonio Mir ha fallecido este sábado a los 68 años de un paro cardíaco en Joinville, municipio de Brasil en el que residía y donde se llevará a cabo su velatorio.

Antonio Mir se encontraba en bajo estado de salud desde que sufrió un ictus hace diez años. Fue entonces cuando dejó de exponer, aunque realizó un intento de crear nueva obra gráfica, que no llegó a poner en marcha. Hasta ese momento, Mir exponía de forma casi anual en galerías de la Región de Murcia y en centros como el Palacio Almudí.

Fue autor de diversos proyectos a gran escala, como el Memorial Gonneville, la transformación del puerto de Sao Francisco do Sul, o el Faro del Atlántico. Entre otros lugares ha expuesto en Galicia, Madrid (Casa de América), Roma (Palazzo Pamphilj), Milán (Instituto Cervantes), Berlín, París y varias ciudades brasileñas. Mir también será recordado por una exposición antológica realizada en la Sala San Esteban, su trabajo para una gran multinacional alimentaria, exposiciones y encargos de hoteles en Alicante, y un largo etcétera. Uno de sus últimos trabajos fue el cartel del Entierro de la Sardina de 2006.

Una familia emigrante

Antonio Mir nació en Lorca en 1950, pero por razones personales tuvo que marcharse a Brasil con su familia cuando tan solo contaba con 8 años de edad. Mir abrió un estudio en Joinville y realizó exposiciones en distintas ciudades. Ante la calidad de su obra fue invitado, cuando sólo contaba con 23 años, a la Bienal de Sao Paulo. En los años setenta tuvo la oportunidad de realizar diversos murales para el Banco de Brasil. En esta década y la siguiente, el mismo banco le encargaba otras obras para las ciudades de Blumenau, Joinville y Madrid.

En el año 1992 sintió el impulso de volver a España para ampliar sus conocimientos sobre pintura y abrir un estudio. Se estableció en lugares como Galicia o Barcelona, además de en el Puerto de Mazarrón. Sin embargo, no olvidaba Brasil, y es que el pintor lorquino alternó su trabajo entre los dos países, llevando a cabo exposiciones a ambos lados del Atlántico, y vivió a caballo entre ambos con dos estudios de trabajo en los lugares que lo han visto crecer y desarrollarse como pintor: en la costa murciana (Puerto de Mazarrón) y en la costa catarinense (Sao Francisco do Sul).

Obras de color mediterráneo y brasileño

Fue de su formación en el país sudamericano de donde proviene la influencia brasileña en su obra; sin embargo, su pintura también sorprende por los aires mediterráneos que desprende.

La obra de Antonio Mir parte de ''un proceso de maduración que requiere tener todo lo que rodea la obra bien atado'', como destacan en el portal web de Región de Murcia digital. Así, tenía en cuenta desde el soporte en el que iba a ser realizada hasta la composición final. ''Si se piensa en esta última faceta de los trabajos de Antonio Mir, la composición, se descubre un mundo de estructuras en franjas horizontales, acumulaciones de la carga, o figuras descentradas que sirven para jugar con los campos de color. La obra pictórica de Mir manifiesta una unidad temática que actúa como nexo en los distintos campos de experimentación. Las formas básicas en sus pinturas no cambian, pero tampoco se encuentran limitadas. Cuando aparece un elemento nuevo, un avance, se entrelaza con lo existente, y se relaciona con lo anterior de forma perfecta'', añaden.

La temática lleva a su obra por los parajes y tierras que conoció desde niño. ''A los colores de su patria adoptiva, Brasil, se le añaden motivos vividos en tierras de la Región de Murcia como las flores de los campos Mediterráneos o los peces del Puerto de Mazarrón. Desarrollaba toda una gama de matices, de texturas y relieves que permiten distinguir los motivos a través de los efectos de la luz'', concluyen.