La máscara (o máscaras), aquella con la que nos enfrentamos a la vida; aquella que adoptamos -o nos imponen- a la hora de relacionarnos con nuestros semejantes. También la locura; no la de los diagnosticados, sino la de los diferentes: aquello que nos hace, en ocasiones, libres, que nos permite romper con todo y plantarle cara a las imposiciones sociales. Y el tiempo, su valor; las cosas que nos dan o nos quitan vida, que nos hacen avanzar o, simplemente, envejecer. De todo ello hablar Pirandello; Pirandello y otros tantos, pues son temas universales, recurrentes -y casi obsesivos- para un buen número de dramaturgos de éste y siglos pasados. Entonces, ¿por qué el italiano? Porque a José Bote su obra Enrique IV le agarró por las solapas, le miró a la cara y le tocó por dentro. Y eso espera conseguir hacer él con el público que asista mañana y pasado al Romea en el estreno de esta pieza de Teatro de la Entrega en coproducción con los teatros de Murcia.

Y es que ahí está la magia del teatro -y de la música, del cine, la pintura y la literatura en general-, que no brilla tanto por el qué como por el cómo. «Lo primero que tiene Enrique IV es una historia, y a veces las hecho de menos en teatro... Ésta es una historia bella, dolorosa..., muy de vida. También una historia en la que el azar cobra una gran relevancia; y la vida es así: a veces te sucede algo que te da la vuelta a todo. Y luego tiene esa actualidad, esa universalidad, y unos personajes muy ricos, además de tres mundos muy diferenciados y partes poéticas muy bellas que a mí me tocan», explica el ilicitano -aunque residente en Murcia desde hace años- sobre la elección de la obra, que adapta y dirige en esta producción. «Al final, cuando lees un texto que te agarra... Creo que el público también lo va sentir. Y es maravilloso descubrir esta historia por primera vez», añade.

Sobre el escenario, bajo el disfraz de Enrique IV, un hombre de la alta sociedad actual perderá la cordura: tras sufrir un accidente en una gran cabalgata, creerá vivir en el siglo XI; es más, creerá ser el propio Enrique IV. ¿El encargado de darle vida? Un «actorazo», Luis Martínez Arasa, que no solo ha logrado encarnar al personaje que enamoró a Bote, sino que ha ido más allá. «En él veo al Enrique IV que hemos construido entre Luis y yo. Lo bonito es que el actor te sorprenda, que aporte cosas al personaje que igual no habías imaginado en un principio pero que encajan perfectamente en el papel», señala el director en palabras para LA OPINIÓN a apenas dos días del estreno. «Al final una de las tareas del director es abrir el espacio para que la creatividad de todo el equipo emerja», añade.

Un equipo, por cierto, que es murciano prácticamente al 100%. «Todos son de aquí o alrededores. Y es un equipazo, tanto en la parte actoral -a Martínez Arasa le acompañan Eva Torres, María Alarcón, Javier Ruano, Jose María Bañón, Rocío Bernal y David García Coll-, como en la parte de asistencia, ayudantes de producción y dirección, escenografía -de Jorge Fullana-, vestuario -de Joan Miquel Reig, Premio Max-, etc», lo que demuestra que las artes escénicas en estas tierras están muy vivas. «Creo que a veces lo único que nos falta es el impulso, la fuerza para salir fuera. Hay mucha creatividad, mucho talento, mucha gente dándolo todo, con mucha pasión. Nos falta un poquito de ayuda de las instituciones y ese impulso propio para salir de la Región y dar a conocer nuestro trabajo a nivel nacional», opina Bote.

La adaptación

Enrique IV es, para él, «uno de los textos más importantes del siglo XX en teatro», y, sin embargo, «en España se ha representado poco, a nivel profesional dos o tres veces, únicamente», por lo que Teatro de la Entrega brinda una oportunidad única de conocerlo en primera persona. Además, pese a haberse escrito hace casi un siglo (1922), es un texto «universal» que, apuesta su valedor, «no pasará de moda nunca». De hecho, Bote, en su adaptación, se mantiene «fiel» al original, aunque con algunos matices. «La historia tiene dos planos: uno, en el de Pirandello, era a inicios del XX, y el otro plano es en el siglo XI, en la Edad Media. Yo he hecho una actualización del primero, que es traído al siglo XXI, a nuestra realidad. Y a nivel de lenguaje también hay una leve adaptación, con interés de buscar que también sea más actual, más cercana a nosotros, y con un ritmo más de siglo XXI».

Pero también Bote buscar romper con la fórmula habitual de representación. «En esta obra hay teatro dentro del teatro, y lo que veremos en el escenario, en una apuesta mía personal, es esa construcción del acto teatral que normalmente escondemos y que aquí haremos en vivo. El publico lo verá -el montaje de la escenografía, los cambios de vestuario, de luz...-, todo eso va a estar muy presente en esta pieza», desvela Bote, que, como sus actores y el resto del equipo, ya están preparados para saltar a las tablas. Mucha mierda.