Tras dos años de ausencia y una lesión de ligamentos que dejó en un «ay» a sus seguidores -y de la que finalmente se ha recuperado- Malú (Madrid, 1982) vuelve mañana a Murcia para presentar Oxígeno, un disco escrito más para ella que para su público y que le ha servido «de gran exorcismo» de sus «inseguridades y fantasmas». Lo publicó en septiembre y su single Invisible suma «más de 11 millones de reproducciones en Spotify y otros 14 millones largos en YouTube», según destaca la promotora del artista. Hasta las grandes estrellas miden el éxito en algoritmos.

Abre el disco cantando «Quiero el poder de desaparecer, ponerme un disfraz hecho de luz (...) Aprender a volar, ser invisible». ¿De qué quiere esconderse?

Sobre todo de una misma. Cuando vas en ese barco en el que has ido siempre, con esa marea y hacia ese lugar, y miras hacia un lado y quieres ir hacia allá, saltas y te pones a nadar; y a mitad de esa travesía, sola, con tus brazos, te das cuentas de que no ves el barco... En esos momentos, cuando tomas decisiones difíciles y complejas y que te dan miedo, es cuando una necesita desaparecer. No de nada, sino de uno mismo.

¿Llevar más de dos décadas expuesta a la fama, con el desgaste que eso debe conllevar, también le hace querer ser invisible?

No. Llevo más tiempo de mi vida trabajando en la música que en lo otro. No, al final es algo que tiene que ver contigo misma y con lo que quieres entregar. En este disco quería contar otras cosas, algo más de mí, más personal, contar quién soy, y eso llevaba su tiempo. Esa pausa es el tirarme del barco y querer contar otras cosas.

¿Por qué entre esas otras cosas a las que canta no entran asuntos más sociales y menos personales o sentimentales?

De momento el cuerpo me ha pedido ir así, pero quizá de repente con el próximo disco hablemos y te encuentres otras cosas... Pero esta vez el cuerpo me pedía hablar más de mí.

¿Pero no cree que los artistas tienen una responsabilidad social, una obligación de reflejar de alguna forma el tiempo en el que viven?

Sí, tenemos una parte de responsabilidad. Al final estamos lanzándole al mundo mensajes que, y en cierto modo son regalos que quieres hacer a tu público porque ellos son quienes te acompañan en determinados momentos de tu vida.

Supongo que es consciente de que muchos de sus oyentes hacen suyas sus letras, las escudriñan, se las aprenden. ¿Saber que hay tanta gente que se toma tan en serio lo que dice le pesa de alguna manera?

La verdad es que no me lo planteo así; me lo planteo más con que me dejo la piel haciendo un trabajo y obviamente lo hago para ellos desde el momento en el que sale al mundo. Lo bonito de las canciones es que yo viva, sienta y escriba una canción con un sentimiento para mí y que tú la puedas recibir de la forma en la que tú lo necesites, o de la forma que tú quieras recibirla y te acompañe. Por eso pienso que la música es vital en todos los sentidos, aspectos y estados.

Pero este disco lo ha escrito más para usted que para sus oyentes.

Sí, es un disco que lo escribí muy para mí; ha sido un gran 'exorcismo'. Contarte quien soy, que soy una persona fuerte, que tira adelante con lo que le echen, pero también que me hago pequeña, que soy vulnerable, que tengo fantasmas y soy insegura. En el siglo raro este en el que vivimos, en el que vemos tanta irrealidad con las redes sociales -que sólo te muestran lo genial- y demás, tenía la necesidad de contar quién soy yo también y esa parte real de mí.

¿Y ha funcionado esa autoterapia?

Sí, me ha dado muchísimo oxígeno, y por eso el disco se llama así. No es que yo tuviera una pérdida de oxígeno y tenía que hacer este disco para recuperarlo, sino que me di cuenta de que me faltaba el oxígeno una vez tuve el disco entre las manos. Volvía a respirar a pulmón abierto y cada partícula entraba por mi cuerpo. El disco no podía llamarse de otra forma.

Más letras del disco. «Bienvenido amor a mi contradicción» y «Soy dolor, soy tormenta de esperanza y destrucción». ¿Es difícil estar enamorado de Malú?

[Duda unos segundos] No lo sé. Yo creo que sí lo es, porque estoy contando todo lo que soy. Tengo dolor, pero también que hay mucha luz y que toda esa luz también va ser para ti. No nos quedemos sólo con la parte destructiva que tenemos cada uno de nosotros, sino también con nuestra capacidad de iluminar.

¿Hay un exceso de morbo alrededor de su figura como personaje público? Comentarios, noticias en revistas del corazón...

¿Crees que se genera morbo? Yo creo que no existe. ¿Tú crees?

Bueno, yo sí veo que hay gente que se pregunta muchas cosas sobre usted y comentan y buscan cosas escondidas en las letras...

Pero viven las canciones, y las hacen suyas, eso es bonito. Ellos buscan otro tipo de morbo, saben qué les estás dando todo... Creo que hay un poco de contradicción en todo esto.

¿Considera que es su trabajo de madurez?

No sé si de madurez, pero sí el más valiente por mi parte, en el que dices: «¡Fuera todo!». Te abres en canal, desnudas tu alma y dices: «Aquí estoy».

¿Y musicalmente? Tengo la impresión de que puede haber roto en las letras, pero musicalmente hay una continuidad respecto a los anteriores discos.

Una de las cosas que más me han gustado es que no hemos ido trabajando el disco en global, sino por canciones, y eso lo ha hecho más excitante. Con cada canción hemos ido a muerte, con toda la energía. Quizá es un disco que no puedes encasillar en un lugar; cada canción tiene el sonido que me pedía el cuerpo para ella. No es una exploración de sonidos, simplemente es una desinhibición de los sentidos.

¿Y no le apetece romper con los sonidos y el tipo de música con el que siempre asociamos a Malú?

No lo sé, la verdad. Me encanta la música y encontrar sonidos. No me gusta ir con prejuicios, pero tampoco coger lo que de repente salga. Me gusta buscar el equilibrio entre lo que me pide el cuerpo y lo que me pide mi canción. No sé, acaba de salir el disco, como quien dice acabo de parir, y estoy con los puntos abiertos; así que plantearme ahora mismo investigar en otros sonidos... Ahora me planteo la gira. Lo excitante es ver cómo nace el disco y cómo evoluciona, y cómo cuando llega el directo ha alcanzado su madurez.

Está en una división de artistas que se pueden permitir grandes giras, con un número importante de músicos en escena, que saben que van a llenar. ¿Es una posición cómoda?

Para nada, no es una licencia que te permitas, sino algo que necesitas hacer y por lo que luchas. Para mí los shows siempre han sido una gran inversión, porque son el lugar donde sé expresarme y soy feliz. Los riesgos siempre están ahí, y yo lo que hago es arriesgarme un poquito más para poder dar algo mejor en cada gira.

¿Es realmente tan insegura como deja entrever en las canciones?

Sí, y por eso para mí el disco es un exorcismo absoluto, un disco para contar quién soy, un disco en el que por fin he podido poner cara a mis fantasmas. Tengo mi inseguridad, mis miedos, mil fantasmas que alborotan en mi cabeza, pero soy una cobarde muy valiente y puedo darles un puñetazo.

Pero esa imagen de la Malú insegura se contradice con la que sale tantas noches a un escenario al frente de una banda con un montón de músicos...

Pues eso: Bienvenido, amor, a mi contradicción.