Fran enciende varias cerillas frente a la cámara y, cuando se consumen, las apaga en un recipiente con agua. Agita la cajita de fósforos para emitir sonidos y acompaña sus movimientos con alguna explicación susurrada sobre lo que hace. Este ovetense de 15 años es uno de los cientos de ‘susurradores’ que hay en YouTube y que tienen millones de seguidores en todo el mundo. Practican la ASMR (acrónimo en inglés de Respuesta Sensorial Meridiana Autónoma), que consiste en grabar susurros o el sonido de algunos objetos frente a un micro y una cámara para generar en el espectador lo que definan como’orgasmos cerebrales’.

La mezcla de estímulos auditivos y visuales provoca un hormigueo que recorre la nuca, el cuero cabelludo y parte de la espalda. Eso explican quienes lo sienten. Pero no todo el mundo experimenta el cosquilleo que produce el sonido de pasar las hojas de un libro, verter un líquido o acariciar una superficie con un pincel. «A mí me da cosquillas en la espalda», dicen unos. Otros se frustran porque «de escuchar tanto ASMR» ya no les causa efecto.

Neku, una youtuber ASMR española (casi 50.000 seguidores), sintió el cosquilleo por primera vez cuando estaba en párvulos. Se quedó embobada viendo a una compañera pintar y escuchando el sonido de su pincel. En 2013 abrió su canal para compartir con sus seguidores la «belleza del sonido». En España, la referencia de este tipo de vídeos es Ana Muñoz, con cerca de 450.000 seguidores enganchados a sus susurros. Esta chica rubia acaricia su micro con plumas y pinceles desde 2012. También hace tapping (golpear diferentes objetos), sonidos con la boca o el conocido como role play, vídeos en los que se mete en el papel de otra persona. Ana se convierte, por ejemplo, en una peluquera y emite sonidos con unas tijeras o un pulverizador con agua mientras susurra a sus seguidores la explicación del corte que les está haciendo.

Las peluquerías y barberías son temas recurrentes entre quienes se dedican a subir este tipo de vídeos a Youtube. En el canal del asturiano ‘Fran ASMR’ uno puede acudir a su peluquería a través de varios vídeos, pero también a una tienda de videojuegos. Su canal está a punto de llegar a los 33.000 suscriptores y su último vídeo, precisamente de la sección ‘La peluquería de Fran’, acumula 20.000 visualizaciones.

Canal

Más de 88 millones de personas han visto los vídeos de Maria, del canal ‘Gentle Whispering’. Ella es la reina del ASMR. Tiene 28 años, es rusa, vive en Estados Unidos y cuenta con cerca de un millón y medio de suscriptores. Comenzó en este mundo al divorciarse de su marido y encontrar un vídeo llamado Susurro que consiguió relajarla. «En este mundo de estrés y el caos me gustaría que mi canal sea su isla secreta de relajación y paz», dice María sobre su canal. Sus seguidores dicen de ella que es como «una lluvia de chispas».

¿Cómo se explica el nacimiento de estas grandes comunidades? El sociólogo español Germán Hevia apunta a la condición de «animal social» del ser humano. Como tal, busca ayuda y pide consejo a sus iguales. «La novedad ahora es que podemos ponernos en contacto con otras personas a través de ese artilugio que llamamos Internet; lo mismo que hacíamos antes al buscar consuelo, terapia o ayuda en las personas que tenemos más cerca», explica Hevia.

Los millones de personas que ven estos vídeos en Internet lo hacen para relajarse, lidiar con el estrés o conciliar el sueño, según varios estudios llevados a cabo hasta la fecha.Sin embargo, no están muy claros los mecanismos psicológicos y sociológicos que explican por qué al ver estos vídeos se desencadena una sensación de placer en algunas personas.

Un estudio llevado a cabo en 2015 por Emma Barratt y Nick Davies, psicólogos de la Universidad de Swansea (Reino Unido), analizó los efectos del ASMR en 475 voluntarios. Determinó que los «susurros, la atención personal, los sonidos nítidos y los movimientos lentos» son los elementos que provocan un estado de relajación en el espectador. Pero advirtieron que este fenómeno debía someterse a nuevas investigaciones.

El estudio más reciente, llevado a cabo por psicólogos de las universidades de Manchester y Sheffield, determina que el ASMR produce en algunas personas respuestas fisiológicas como una reducción del ritmo cardiaco o mayor sensibilidad en la piel. Esta investigación aportaba un dato más: el que no consigue sentir el cosquilleo, no conseguirá hacerlo. El masaje cerebral que produce el ASMR es cosa de unos pocos.

El profesor de Psicología en la Universidad de Oviedo José Manuel Errasti asegura que no existe ninguna terapia basada en el susurro. Aunque nunca ha oído hablar del ASMR tiene claro que, a veces, las redes sociales sirven como «vehículo para difundir bulos». Desde un punto de vista psicológico, defiende la idea de que la gente en Internet «cree lo que le gusta creer» y, en un contexto así, el ASMR puede tener todos los efectos sanadores que uno quiera.

Los canales de ASMR cuentan con millones de seguidores y visualizaciones y eso, en YouTube, es sinónimo de dinero. Con el crecimiento acelerado de las búsquedas de ASMR en la plataforma de vídeo -que se duplicó entre junio de 2016 y junio de 2018, según Google Data- las marcas comenzaron a interesarse. Ikea, por ejemplo, lanza una campaña de vídeos en Estados Unidos siguiendo este fenómeno. Los vídeos se hicieron virales y la compañía aumentó sus ventas un 5,1% tras la campaña, según cuenta Kerri Homsher, especialista en medios de la multinacional de muebles. Las marcas buscan creadores de ASMR para promocionarse entre sus seguidores. Sobre todo en Estados Unidos o Reino Unido, donde el fenómeno tiene mayor acogida. Las empresas pueden llegar a pagar entre 1.000 y 2.500 euros por anunciarse en los vídeos de los susurradores, según cuenta Savannah Newton, mánager de youtubers de la agencia Ritual Network.

Negocio

Pero el negocio ASMR comienza a venirse abajo. En junio, China prohibió y suprimió todos los contenidos de este tipo porque los consideró pornográficos. Aún así, en Internet aún se pueden encontrar vídeos de asiáticas emitiendo sonidos con su boca mientras chupan algún objeto. Antes de la prohibición en China, YouTube ya había dejado de incluir a los susurradores en su cartera de creadores de contenidos (es decir, dejó de pagarles) porque no cumplían la «política de contenido sexual de la compañía». El último en cerrarles la puerta ha sido PayPal, que ha cancelado las cuentas de muchos susurradores.

La compañía de pagos en línea es una de las herramientas más utilizadas por los creadores de este contenido para recaudar «donativos» para mejorar sus medios técnicos. Los micrófonos que utilizan para recoger el sonido de objetos y susurros son muy sofisticados. Uno de los más utilizados, el modelo con orejas para poder murmurar de forma independiente a cada auricular del espectador, tiene un precio que oscila entre los 400 y los 1.000 euros. Muchos de los youtubers que practican ASMR incluyen en la descripción de sus vídeos su cuenta de PayPal para que la gente a la que han ayudado a relajarse o a dormir les haga un donativo.

En la aplicación Tingles, una plataforma destinada en exclusiva al ASMR, las cuentas de PayPal de los creadores emergen durante los vídeos para animar al espectador a «apoyar» su labor. ¿Cuál es esa labor? Los susurradores lo suelen explicar en la introducción de sus «sesiones»: «Espero que al final de este vídeo hayas conseguido relajarte. Coge unos auriculares, ponte cómodo, no pienses y disfruta».