Todo el mundo, quien más quien menos, ha hecho sus pinitos en el dibujo o la pintura. Aunque solo sea de manera obligada y en el colegio, o en las últimas páginas de libreta de Lengua, no hay niño que se precie que no haya probado sus dotes artísticas durante la Primaria. La herramienta, por supuesto, no podía ser otra que los lápices de colores que engrosaban el estuche; nada de óleos o acuarelas. Eso, parece, quedaba reservado para los artistas ‘de verdad’. Sin embargo, son muchos los que han demostrado que los lapices no son solo para niños, y una de sus máximas valedoras en nuestro país es, sin duda, la madrileña Ana de Alvear.

«Cuesta creer que éstas obras estén realizadas con un material tan sencillo como los lápices de colores», apuntaba la consejera de Turismo y Cultura, Miriam Guardiola, durante la presentación que realizó, junto a la artista capitalina, en el Mubam. Y lo cierto es que el nivel de detalle y el realismo casi fotográfico de sus cuadros hace preguntarse a más de uno cómo De Alvear es capaz de crear semejantes piezas con las mismas herramientas con las que garabateaba sus cuadernos.

En concreto, hablamos de los 28 dibujos que desde ayer adornan la Sala Logia del Museo de Bellas Artes de Murcia; cerca de una treintena de bodegones realizados a lo largo de 2014 en los que, bajo el título Memento mori (‘Recuerda que morirás’), la creadora madrileña trata de «cuestionar los arquetipos y reflexionar sobre la percepción de la realidad».

La muestra, que permanecerá expuesta hasta el próximo 23 de diciembre, invita al espectador a repensar sobre el género de las naturalezas muertas -al que Las Claras también dedica estos días una exposición- que desde el siglo XVI, cuando nació de manos de pintores flamencos y holandeses, llega hasta nuestros días y en el que los animales, los frutos y las flores evocan la brevedad de la vida. «La obra de Ana de Alvear recuerda que todos morimos y muestra ese instante lleno de luz en el que aún estamos vivos», señalan desde el Mubam.

En los dibujos expuestos se observa la aproximación a la tradición de la creadora, con citas a bodegones como el del ‘salmón, limón y recipientes’ de Luis Meléndez, que se puede ver en El Prado, o a las liebres colgadas en los cuadros de caza de Eduard Vuillard o de Wallerant Vaillant. Por su parte, De Alvear, para crearlos, usa peluches, insectos de porcelana y terracota y flores de tela y plástico con los que compone sus escenas aparentemente cargadas de una inocencia que oculta un fondo oscuro, cuestionando las fronteras entre lo real y lo falso y reflejando también de algún modo la muerte de la inocencia.