«Desde el momento en que nacemos comenzamos a morir». Esta contundente verdad es la que preside la instalación que José Antonio Torregar exhibe en la sala la Capilla del Rectorado de la Universidad de Murcia con su título en latín: Nascentes morimur.

Partiendo de un planteamiento escenográfico, Torregar ha intentado aprovechar las características de una sala tan especial como es la Capilla de Convalecencia, en el Rectorado de la Universidad de Murcia, para explorar conceptos presentes en su pintura a partir de una propuesta tan particular como la propia sala.

El espacio central está ocupado por un enorme nido que el autor ha fabricado con la paciencia y entusiasmo de una golondrina. El nido como lugar de protección, de cobijo, de vida, a cuyo significado se oponen unos huevos ciertamente diferentes: una serie de cráneos humanos realizados en resina de poliéster y recubiertos con pan de oro, otra alusión al acto inútil de aferrarse a los bienes terrenales.

«Quería jugar con la idea de la vanitas, de lo poco que nos sirven las riquezas de este mundo», dice mientras muestra en sus manos un reluciente y dorado cráneo. La vida y la muerte concentradas en un mismo lugar, cuya presencia devolverá, en intranquilizadora imagen, un espejo colgado en lo alto de la capilla.

Para esta intervención artística se ha inspirado en la tradición barroca española: «Mi intención era aunar en un solo lugar la vida y la muerte, un concepto muy barroco que me atraía mucho». Todo ello subrayado por una música ambiental especialmente seleccionada por el artista.

Comisariada por Francisco Caballero, la instalación, inaugurada el pasado 13 de septiembre, podrá visitarse hasta el 11 de octubre.