Concebido y diseñado como una obra de arte en sí misma, el libro de artista es una pieza única o, en ocasiones, una edición muy limitada, con la que cada autor expresa su concepción sobre este elemento. El libro como medio creativo ofrece grandes posibilidades narrativas por su estructura y por concebirse como secuencia visual.

La exposición colectiva LibrObjeto. Libro de artista recrea, en esta segunda edición, la mirada particular de dieciséis artistas en una muestra que se exhibe en la sala municipal Muralla Bizantina de Cartagena hasta el 20 de mayo, donde cada autor ha creado una obra única en su característico lenguaje plástico. La muestra se exhibe con motivo del mes del libro y ha sido comisariada por Ce3 Gallery.

A través del lenguaje escultórico, Concha Martínez Montalvo ha creado la obra Escrito en el vaho, «un libro en acordeón con forma de ventana con arco de medio punto». Formado por «pliegues en papel vegetal translúcido con un breve texto (la historia de las mujeres se ha escrito en el vaho de las ventanas)», dichos pliegues sugieren «la invisibilidad histórica de la mujer». El texto se ha escrito con tinta plateada y tipos móviles y muestra una palabra en cada página.

Una Libreta mojada es la propuesta de Salvador Torres, quien utiliza la «cianotipia a modo de cuaderno de campo» para la documentación de sus «mitologías privadas». Así, las imágenes obtenidas resultan «cercanas a la estética de daguerrotipo y la obra gráfica, en un análisis de la realidad como dimensión fragmentada y de la identidad personal como un producto permeable, heredera de unos factores culturales e iconográficos concretos que la han conformado», describe.

La obra Manifiesto inmerso, la instalación de Luis Marino, es un homenaje a la figura de Isaac Peral que «pretende poner en valor el manifiesto publicado en el año 1891 dirigido al pueblo español; un escrito -comenta- cuyo contenido parece estar aún de plena actualidad y que, a modo de reivindicación sobre la incomprendida memoria del autor, queda de nuevo sumergido». El material utilizado ha sido obtenido de los fondos digitales de la Universidad de Toronto, en Canadá.

En La ciudad, de Luis Izquierdo García, nos encontramos ante un «libro en acordeón de tapas sueltas y con elementos pop-up, con cortes y pliegues rectos que aluden a construcciones urbanas. El texto escrito a mano sigue las líneas irregulares del gofrado y reflexiona sobre diferentes sensaciones de la vida en una gran ciudad», afirma.

El Libro perdido. La memoria sellada de Javier Lorente es una pieza que constituye «una cápsula del tiempo llena de información de una época perdida, guardada casi como un relicario y sellada para, algún día, ser desvelada y descubrir los recuerdos rescatados tras la demolición de una antigua casona rural del Campo de Cartagena», explica. «Continuamente -señala- vemos cómo las palas, el abandono, la incultura y la avaricia se llevan por delante nuestro patrimonio común. Perdemos la memoria de nuestros pueblos y ello nos empobrece», afirma. Para realizar esta obra, Lorente guardó «cromos antiguos, fotografías, postales, programas de fiestas y escritos salvados de entre los escombros y el suelo hidráulico de una casa de más de doscientos años que fue devorada por una nueva urbanización», comenta. La obra está sellada y lacrada en un intento de contener el tiempo y resistir ante el avance de 'la nada'. El color rojo que cubre toda la obra representa «la sangre derramada, el dolor tras el derribo, pero también la vida siempre renovada», relata.

A través de una concepción mitológica, la artista Paca Calvo narra en El hilo de Ariadna cómo este personaje se las ingenia para que «su enamorado salga con vida del laberinto tras matar al minotauro». El significado de la propuesta se basa en el convencimiento de que «después de analizar diversas circunstancias, se puede encontrar una solución para problemas que parecían no tener salida».

Con La semilla, la idea de libro como objeto artístico ha sido cultivada por Jesús Inglés a través de una creación inspirada en la idea de que «todos los seres humanos necesitamos sembrar una semilla en nuestro interior de la que florezca un nuevo y único camino en cohesión con la Madre Tierra».

La fiesta de la sopa, de Virginia Bernal, es una «pieza inspirada en los papeles pintados realizados a finales del siglo XIX y principios del XX. La apariencia del interior burgués acompañada por la estética de los daguerrotipos y los camafeos de retratos victorianos representan una especie de teatro doméstico, donde los pequeños o grandes dramas adquieren una dimensión mítica en las leyendas de cada familia».

La escultora Sofía Tornero explica su proceso creativo como un «continuo reflejo de su día a día». Con El viaje de Pepito, Tornero ha querido «simplificar pequeños instantes de la vida misma: de mi alma, mi sentir y vivir», afirma. Para ella, «belleza, espacio, lenguaje, expresión, interpreta-acción» sirven como una «explosión de energía que fluye a través de las manos, del alma, el corazón», provocando emoción y sentimiento. Quizás sea por la necesidad de expresar lo profundo. Una visión particular que es, al tiempo, «expresión de un todo trasformado en materia, en vida, sentida, bi-vida y por vivir», haciendo uso de los juegos y significados de palabras, tan presentes en sus creaciones.

Modelos de raciocinio, de Álvaro Peña, es «un libro realizado en tintas, acuarelas y papel de 300 gramos, donde se crea una excusa para dejar constancia de nuestro paso por este mundo, una forma de expresar que los seres humanos forman parte de él y, además, son capaces de poder poner nuestro interior visible al exterior, o sea a los demás. Una forma de expresar algo que difícilmente expresamos con palabras».

«Toda historia escrita encierra en sí un mundo distinto a la realidad» cuenta Ángel G. Maciá en Novela sin fin, porque «cuando nos sumergimos entre las páginas de una novela -expone- participamos junto con cada letra, cada palabra y frase, deseando que el relato no acabe nunca, pues al llegar al final de cada libro se produce en nuestro corazón un hueco que siempre queremos satisfacer. Necesitamos más; no queremos ver la palabra fin».

Dom's & scrawl, creada por Kraser, está basada en la idea de que «cada historia tiene una interpretación, dependiendo de la persona que la lee». La obra «facilita dicha interpretación dividiendo, fragmentando o eliminando el contenido para que el receptor la complete», aclara.

Rosana Sitcha lanza una pregunta: Un sueño... ¿qué es un sueño?, quizá «algo que transcurre en una ínfima parte del tiempo, marcado por las agujas de nuestra vida; son palabras que se lleva el viento; la pieza de ese puzle que conforma nuestra vida o un estado de inconsciencia obligada que nos aísla de aquello que nos rodea». La artista comparte con los espectadores una pieza realizada durante sus estudios de Bellas Artes.

En Variaciones, de Torregar, se encuentra «una serie de libros objeto formada por 400 obras de 31 x 33 centímetros». Para ello, ha utilizado como base «una serigrafía original del rostro de una anciana, realizada sobre papel verjurado de 240 gramos, fabricado con pura celulosa ECF, con un PH neutro» que, posteriormente, ha sido intervenida de forma manual con diferentes técnicas y procedimientos pictóricos.

El artista Pedro Noguera parte de la idea de «libro- juego, en el que las páginas se pasan girándolas, buscando formar la imagen como si de un puzle se tratara». En Broken Blocks el lector encontrará un «lenguaje pictórico con influencias del grafiti y la abstracción geométrica que se aprecian en la composición resultante, aunque la esencia de la pieza está en el juego constructivo».

Belén Orta cierra esta exposición colectiva con El néctar de la vida, porque, según comparte: «Leer un libro es introducirte en una historia, adentrarte en otro mundo donde reina la imaginación; volar con otras realidades». Esta pieza simula un pájaro, «un colibrí que se alimenta del libro, absorbiendo todo conocimiento que el libro posee; nutriéndose del néctar de la vida», concluye.