Cuando amamos de verdad y perdemos, podríamos desear no haber amado nunca, o haberlo hecho con menos intensidad. Pero no hay nada más bello que amar y ser amado. Reyes Monforte conoce la belleza de amar y la tragedia que supone la pérdida de ese ser querido. En marzo de 2013 moría su marido, el actor valenciano Pepe Sancho, y ahora, cinco años después, esta autora no ha necesitado documentarse, ha navegado en sus propios sentimientos y su búsqueda de la superación tras el duelo y ha encontrado las palabras para crear La memoria de la lavanda, su novela más personal.

La trayectoria profesional de Reyes Monforte ha estado marcada por su trabajo en la radio, aunque también ha colaborado en cadenas de televisión nacionales como Antena 3 y La 2. Su salto al mundo de la literatura fue a lo grande, ya que su primer libro, Un burka por amor (2007), vendió más de un millón y medio de ejemplares y se convirtió en un best seller que dio paso a la creación de una serie de televisión. Actualmente, Mediaset también está trabajando en la adaptación de su novela La infiel.

Reyes Monforte estará esta tarde en la sala de Ámbito Cultural del Corte Inglés (Murcia) desde las 19:30 horas para presentar La memoria de la lavanda, su séptimo trabajo, una novela sobre la gestión de la pérdida y el duelo, una historia de ficción que ha nacido tras la propia experiencia de pérdida de Monforte. Hablamos con ella.

Lo primero de todo, quiero personalmente decirle que la admiro. No cualquiera podría pasar por algo tan duro y escribir sobre ello, abrirse de esa manera al mundo, y afrontar la pregunta que todo el mundo le hace: ¿Es La memoria de la lavanda

Muchas gracias. No, verás, La memoria de la lavanda es una ficción que no tiene nada que ver conmigo, lo que sí es cierto es que cuando escribes una novela hay personajes de ficción que tienes que llenar con una biografía, no solo física sino emocional, y ahí sí que me he vaciado un poco en Lena. En el mapa emocional, no he tenido que buscar a nadie que me explique cómo se vive en mitad de una pérdida, de un vacío de un duelo; pero no es autobiográfico, es una novela de ficción. Tenía una necesidad de compartir con el lector, no lo que he vivido, pero sí lo que se siente cuando la vida te asienta un bofetón como este. Es una especie de muleta, los autores podemos utilizar la ficción y tener este margen para contar cosas que nos han pasado.

Es, sin duda, su novela más personal...

Sí, es mi novela más personal porque hay lógicamente una carga más grande que en el resto de novelas que he hecho, no solo emocional sino personal. Los autores dejan siempre algo de ellos en sus novelas, pero en este caso sí es verdad que yo he puesto mucho en Lena, tiene mi mirada pero no tiene mis ojos.

¿Cuánto tiempo le ha dedicado?

Para poder sentarme a escribirla han tenido que pasar cinco años. Lo intenté antes, pero era imposible, no me sentía con fuerzas ni me salían las palabras. No me salía la novela que yo creía que merecía el lector, he tenido que esperar a que madurara mi experiencia. Y ha salido una novela que ha merecido la pena, no es una historia de llorar, hay una parte emotiva claro, pero también hay partes graciosas que creo que el lector puede disfrutar.

¿Qué se va a encontrar exactamente el lector en La memoria de la lavanda

El libro son 48 horas de la vida de Lena, una fotógrafa que ha perdido a su marido Jonás, y ella viaja de Madrid al pueblo natal de su marido para esparcir sus cenizas, y se acaba convirtiendo en un viaje existencial. Va recordando su historia, los momentos buenos y los malos, y se encuentra a sus amigos y a la familia, pero también a gente con la que no se llevaba bien su marido, porque en todas las familias hay folclore, como yo digo. También descubre secretos familiares... vive cosas que van más allá de un viaje físico, es un viaje interior que le ayuda a formar su propia mochila de recuerdos, su particular memoria. Cualquier recuerdo, volver a sitios donde has sido feliz o entrar en casa después de un funeral, eso que al principio crees que son recuerdos que te van a hacer daño son, al final, la gasolina que te da fuerzas para seguir respirando.

¿Por qué ese nombre para el libro?

Lo del título y la lavanda fue casualidad. Tenía la historia y los personajes, pero me faltaba el escenario. Al principio pensé en el Mediterráneo, pero mi marido era de Valencia y quizá la cercanía física me iba a distraer... Unos amigos estuvieron en un pueblo de Guadalajara, Brihuega, donde hay cientos de hectáreas de campos de lavanda y es impresionante. Era un lugar precioso que daba mucha energía, y me llevaron, y ahí supe que sería un buen lugar para la historia, aunque en el libro utilizo un nombre ficticio. De hecho, allí celebran cada 15 de julio el festival de la lavanda, es muy bonito, y por eso el viaje de Lena es entre el 14 y el 16 de julio, para que coincida con el festival.

¿Juega también con la asociación entre los olores, en este caso de las flores, y los recuerdos?

La lavanda tiene propiedades calmantes, te serena. ¿Qué mejor que tener los recuerdos y saber gestionarlos con calma y serenidad? A Lena esa serenidad le ayuda. Y ella es fotógrafa, las fotografías son una memoria de lo vivido, captas un momento y cuando lo ves tiempo después lo recuerdas, entonces que fuera fotógrafa daba mucho juego, los fotógrafos se fijan en unos detalles que nosotros no vemos, como una mirada, un gesto en un rostro...

¿La escritura ha sido un refugio para usted? ¿Le ha ayudado a superar la tragedia?

Creo que las pérdidas nunca se superan. Es como una cicatriz en la piel, puede que no se vea mucho, que la puedas disimular o que ya no la sientas como el primer día, pero siempre va a estar ahí. Las pérdidas perduran en la memoria como las fotografías. La escritura no me ha ayudado a superarlo porque he necesitado esos 5 años para sentarme a escribir, pero sí es cierto que es una terapia. Pero no utilizo al lector como psicólogo.

Y cualquiera podrá sentirse identificado con Lena...

Todo el mundo sabe lo que es vivir en mitad de una pérdida. De hecho, el libro lleva una semana en el mercado y se está acogiendo muy bien, y cuando hablé con una compañera que lo está leyendo me dijo: ''Me estoy identificando mucho con Lena, porque hace un año perdí a mi madre''. Aunque a quien pierde Lena es a su marido, hay una oleada de sentimientos que nos recorre cuando perdemos a alguien que es siempre idéntica, da igual de donde seamos, el dolor es el mismo.

Lo mejor que nos puede pasar en la vida es amar y ser amado, ¿cree que amar y no ser correspondido es lo peor que nos puede pasar?

Esa es una frase que dice Lena. Lo peor que te puede pasar es que no puedas amar, o que no seas amado. Pero al principio, como Lena está pasándolo tan mal, en un primer momento piensa que quizá hubiese sido mejor haber amado con menos intensidad, para luego sufrir menos. Pero, con el tiempo, se da cuenta de que no, que es mejor amar y ser amado. Al menos has tenido la oportunidad de conocer al amor de tu vida, muchos pasan por su vida y no tienen la suerte de encontrarlo. Es mejor echar de menos algo que has tenido que preguntarte cómo hubiese sido. Aunque a veces ya sabes cómo somos, no nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos.

Pero es habitual que, tras una decepción amorosa, deseemos no haberla sentido nunca. ¿Merece la pena pasar por el dolor de la pérdida o seríamos más felices si nunca amáramos?

Lo ideal es amar y ser amado, y que no se te muera nadie, eso es lo ideal. Pero la vida tiene sus propios planes, te puede dar un bofetón, pero eso ya no está en tu mano. Pero es mucho mejor amar y ser amado, por lo menos has vivido lo mejor que te puede pasar en la vida. Es lo que piensa Lena y es lo que pienso yo.

¿Sería mejor que olvidáramos que hemos querido? ¿Cómo podemos aprender a vivir con ese recuerdo sin que nos duela cada día?

Nunca. Perder lo mejor que te ha pasado en tu vida es una faena, pero olvidarlo es aún peor. Es lo que les ocurre a los enfermos de Alzheimer, viven su vida y quieren, y luego olvidan. Es una gran faena, por no decir una palabra peor. Es verdad que cuando estás en los primeros momentos de la pérdida y se te cae el mundo encima, piensas ''ojalá pudiera desaparecer y borrar todo'', pero luego te das cuenta de que la memoria de eso tan bonito que has vivido es lo que te da fuerza para seguir adelante. La memoria está ahí para algo. Es como cuando te haces una herida, te ponen desinfectante y duele mucho en el momento, pero a la larga sabes que es para mejor, que está curando. La memoria es igual, al final termina curando, y si está hecha de recuerdos felices mejor.

En la novela también destaca ese momento en que, tras la pérdida, necesitamos el apoyo de alguien, y la importancia de dicho apoyo.

Sí, claro, bien sea de familia o bien de amigos, pero el apoyo de los seres queridos. Al principio, Lena inicia este viaje a un pueblo donde sabe que hay gente a la que le apetece abrazar, hablar o, incluso, llorar con ellos, aunque ella no es muy dada a llorar; pero hay otra gente a la que no le apetece ver, entonces se pregunta en el coche durante el trayecto si a lo mejor se ha equivocado y quizá realiza el viaje demasiado pronto, pero como tiene que esparcir las cenizas no le queda remedio. Es cierto que hay miedo a estar con gente que te recuerda esa pérdida que has tenido, te preguntas si quizá estarías mejor sola, pero luego comprendes que en esos momentos tienes que estar con gente que quieres y te quieren.

Sin embargo, hay personas que prefieren guardarse para ellos mismos esos momentos y superarlos en soledad.

Cuando digo que es una novela sobre cómo se sobrevive en mitad de una pérdida y sobre cómo se gestiona el duelo, también me refiero a gestionar la soledad. Hay momentos en los que quieres estar solo y, otras veces, prefieres estar acompañado. Ahí cada uno es un mundo.

Usted es periodista, ¿por qué decidió dar el paso a la escritura? Un salto, por cierto, que dio a lo grande...

Sí, ya lo creo que fue a lo grande [Risas], fue increíble. Yo llevaba toda mi vida en la radio y en el 2007 publiqué mi primera novela, Un burka por amor. Me llevaban tiempo diciendo en la editorial que escribiera algo y, al final, dimos con la historia. Y funcionó muy bien, se convirtió en un éxito, fue el best seller del año, llevamos más de 50 ediciones...

Y llegó a convertirse en una serie de televisión. ¿Qué le pareció?

Pues con más de 4 millones y medio de espectadores me pareció estupenda [Risas]. Creo que fue una gran adaptación, hay cosas distintas porque una cosa es el lenguaje literario y otra el cinematográfico, pero quedé muy contenta.

No es el único caso, Mediaset también está trabajando en la adaptación de su libro La infiel

Espero que funcione tan bien como el caso de Un burka por amor. Esta historia es un tema muy actual, es sobre la captación de mujeres por el terrorismo yihadista, es algo de lo que nos hablan a diario y creo que puede ser interesante. Realmente, cuando haces una película de una novela siempre llega a más gente. Actualmente están terminando los guiones y comenzarán pronto el rodaje, no sé si antes o después del verano, pero es algo que ya está en marcha. Estoy deseando verla.