Imagino que la metáfora de cuadro de pintura igual a ventana habrá sido muy utilizada, desde tiempos y tiempos. Y no sé si el referente de la metáfora sea el cuadro o sea la ventana. ¿Es el cuadro quien precede a la ventana? ¿O es la ventana primero y el cuadro después? En realidad, son lo mismo. Son un trozo de vida puesto delante de nuestros ojos. Unos con más vida que otros, y viceversa. No por dar la ventana a la realidad, tiene más vida que un cuadro. La creación del artista crea la vida. La ventana la muestra. O al revés, según y cómo.

Las ventanas-cuadro de Juan Bautista Sanz me recuerdan siempre esa homologación entre ventana y cuadro. Y no me refiero a los posibles efectos estero-geométricos del cuadro, ni a la perspectiva. La realidad en la pintura no tiene como referente de excelencia al hiperrealismo. La realidad en la pintura tiene que ver con la especial energía personal que el pintor pone en el cuadro. Una energía empática con la realidad. Y con el propio ser del pintor. Ser pintor es escribir versos con el pincel. Y ahondar en una realidad, que, como toda realidad, es ficticia. Nuestros ojos, pobres, no ven sino una realidad supuestamente fáctica, objetiva, sometida a las leyes de la naturaleza. Eso es la forma de la realidad. Su fondo, su alma, su espíritu tiene que buscarla el pintor-poeta en sus interiores, en sus memorias visuales y en sus intuiciones espirituales. Y, una vez buscadas, dejar a las manos plasmarlas en los lienzos.

Juan Bautista Sanz fue poeta de verso. Ahora lo es de pincel. Y en los cuadros de Chys, en este invierno de fríos amenes, nos oferta toda una serie de figuraciones en camino de la abstracción, a la que no llegan por poco. Interiores y exteriores mezclados, en una libertad de representación que aúna manchas y líneas, que delimitan o semilimitan objetos, arquitecturas, peces, barcas, palmeras, celosías marinas, jarrones-pecera y otras delicias pictóricas que enamoran por su desenfado y colorismo, tan próximo a la alegría, a la que sirve de festiva víspera del espíritu.

Apreciamos una andadura cierta en el pintor, en orden a relegar al referente de sus cuadros a mera alusión, cuando antes palpábamos mayor sujeción a los modelos. Con todo, esto quiere decir que el poeta-pintor continúa en sus mitos de leve semiótica, a los que doblega una y otra vez con la libertad de narración que da su amplia y dilatada experiencia en el mundo del Arte.