Lidó Rico (Yecla, 1968) trabaja en «absoluta y necesaria soledad», pero no vive «al margen de la realidad que nos golpea, sino todo lo contrario». Su discurso escultórico «gestiona y bascula presente, cuerpo y pasado», y con los materiales ha establecido una «complicidad emocional absolutamente visceral: la frágil cera enfría y se endurece, la escayola se mezcla y compacta, la resina se cataliza y fosiliza. Todos tienen ese común denominador que expresa el instante y genera nuevos universos alternativos», que atrapan, como dice, desde la huella de su piel «hasta algo tan intangible como el tiempo».

Hablamos con él sobre su concepción del arte y los proyectos en los que trabaja, que se adentran en «ese misterioso centro de operaciones llamado cerebro». Actualmente tiene Corpus -una amplia retrospectiva sobre su obra desde los años noventa- en el Muram de Cartagena, y en julio realizará una exposición en el edificio histórico de la Universidad de Oviedo. Después del verano visitará México.

¿Qué podemos encontrar si visitamos su estudio?

Naturaleza, vivo rodeado de ella. Un estudio debe suponer un blindaje que te aleje de cualquier tipo de toxicidad. Previo al estudio, tienes que pasar por una zona de almacén donde están, metódicamente localizadas en cajas, piezas de diferentes años. Aunque hay bastante amplitud, cuando estoy metido en el trabajo es un caos absoluto porque el espacio acaba invadido, pero existe una especie de orden y estabilidad en esa anarquía, en la locura de ese demencial campo de batalla.

¿Cómo ha sido la evolución de su obra desde el año 1990 hasta la actualidad?

Mis valores siempre han sido de compromiso y búsqueda; trabajo y vida son una misma cosa. La evolución existe, porque no soy la misma persona de hace treinta años; la inquietud y la necesidad biológica por descubrir es algo que, para bien o para mal, me viene de serie. Tengo claro que el paso del tiempo va limpiando y depurando contenidos, pero realmente lo troncal, esa constante necesidad de sorpresa, se ha mantenido latente desde finales de los ochenta. Si en el creador no existe la sorpresa, la emoción, será imposible trasladarla al espectador. Evolución por supuesto que la hay; la percepción y los parámetros cambian, pero mi impresión es que sigo defendiendo y golpeando en una misma idea, en un mismo lugar.

En Corpus , ¿hay una narrativa global?

Las obras están realizadas, en su mayoría, con materiales comunes, pero cada pieza es una unidad y encierra en sí misma un mensaje diferente. El código de lectura puede ser similar, pero los contenidos están muy alejados entre ellas; no planteamos la exposición siguiendo un desarrollo temporal lineal, sino que realizamos saltos en el tiempo de manera premeditada. Era un reto mezclar obra realizada hace 20 o 30 años con otras terminadas hace solo un par de años. A pesar del paso del tiempo, no verás bandazos porque dialogan, se mantienen y comparten una línea de coherencia basada en esa necesidad de búsqueda.

El miedo es un tema recurrente, ¿cómo cree que debemos enfrentarnos a él?

Tenemos miedo a la transparencia. El miedo es de lo que estamos construidos: miedo a demostrar que somos una suma de vacíos, al ridículo. El miedo es un estado de conciencia que no se puede eliminar del hombre; está tan grabado e infiltrado en la pizarra de nuestra existencia que, por muchos intentos que hagamos para que desaparezca, resulta imposible de borrar. Simplemente hay que intentar gestionarlo con vehemencia y valentía. A través del arte avanzamos en el conocimiento, que es la base para amar las cosas. El amor y el respeto ayudan a nivelar la balanza que el miedo desestabiliza y cuando el arte se convierte en un espejo es cuando funciona, porque puede ayudar no a disiparlo completamente pero sí a suavizarlo.

¿El cuerpo nos limita?

Vivimos dentro de una prisión llamada cuerpo. Creo que se comienza a avanzar, a lograr excarcelarnos cuando tomamos conciencia de que la libertad no existe, que es algo programado, una invención, una utopía. Solo reconociendo nuestras miserias se pueden eliminar barreras.

Entonces, ¿qué nos hace libres?

El conocimiento. Pero no el del erudito, sino el que la experiencia nos regala, el que sembramos y recogemos diariamente nosotros mismos. Aunque huimos de la soledad como quien huye del diablo, es posible que una rigurosa introspección pueda ser un primer paso que nos acerque a esa mal llamada libertad.

¿Qué le preocupa del mundo?

Supongo que lo que a una mayoría de personas, todas ellas provocadas por cualquier desfase, intolerancia o soberbia. También la incipiente y narcótica manipulación mediática, un consumismo que fabrica entes huecos y ciegos, los dogmáticos arqueológicos que dan lecciones magistrales frenando cualquier alternativa de avance... Me preocupa la pérdida de respeto porque es donde germina la violencia.

¿Entiende al ser humano como una mera presencia en el espacio?

Poseemos un mismo envase, un cuerpo similar; nos diferencia el contenido. Su presencia en mi trabajo no es una mera ornamentación o un recurso sin más, es una declaración de intenciones que reivindica una nueva forma de toma de conciencia, todo está diseñado para alejarnos de nosotros mismos. El compromiso de mi trabajo consiste en intentar hacer que nos miremos más de cerca, haciéndonos pensar hasta descubrir que vivimos dentro de un auténtico milagro llamado 'cuerpo'.

¿Cómo consigue la perfecta simbiosis entre los materiales empleados y la forma?

Mi técnica es fruto de una constante búsqueda que comenzó hace 30 años. Empecé trabajando con distintos tipos de ceras sobre diferentes soportes; después hice los moldes de mis dedos y mis manos, hasta que desembocaron en la reproducción de mi propio cuerpo, que sumergía en escayola en un demencial y peligroso proceso para conseguir la huella de distintas partes de mi anatomía. Todos estos moldes se fueron traduciendo en resinas, que me ofrecen infinitos recursos y posibilidades técnicas. La simbiosis se consigue cuando intentas jugar de manera limpia, sin poses, artificios, ni teatros y, por supuesto, asumiendo tus propias miserias.

¿Cómo surge la idea?

Funciono por obsesiones a las que les voy dando salida; no se provocan, simplemente salen. El boceto de una pieza puede ser una simple palabra, una frase, un objeto. Han surgido obras a las que he dedicado varios meses y nacen del elemento más insustancial e imbécil que puedas llegar a imaginarte. Las ideas surgen de manera insólita y espontánea, con el paso de los años el poder de la sorpresa no se minimiza sino que sigue siendo el mayor detonante.

¿Cuál es su concepción del arte?

Me tacharán de idealista, pero creo en el poder del arte de manera rotunda, sin márgenes, y de su capacidad para cambiar y mejorar nuestra convivencia; una obra de arte es una explosión, una carga de profundidad emocional. El arte está hecho por personas y es para personas, no creo en los hermetismos ni en la soberbia que se desligan de la realidad con el único fin de alimentar egos. Subestimar al espectador es el mayor error que se pueda llegar a cometer; el arte que menosprecia e ignora al público se equivoca; es quien cierra el círculo, quien da sentido.

¿Se ha producido una ruptura estética con respecto a trabajos anteriores?

Por supuesto, pero siempre he considerado que lo aprendido en el pasado son los pilares que sustentan el presente. La experiencia no es un lastre, sino un filtro que nos ayuda a depurar y avanzar.

Para terminar, ¿hacia qué ideas viran sus obras en la actualidad?

De cuerpo a cerebro. Dentro del proyecto 'Genoarquitecturas' estamos inmersos en la temática de la victimología y la concienciación social sobre comportamientos anómalos que desencadenan una serie de situaciones dramáticas. El bombardeo mediático hace que la inmunidad afectiva se esté filtrando y asumiendo socialmente de una manera preocupante; intentamos replantear esta situación, que vuelva a existir una nueva y más eficaz visibilidad y concienciación social sobre las causas, las víctimas y sus familias. El arte tiene el deber de no vivir de espaldas a la realidad, ha de convertirse en una plataforma que amplifique cualquier injusticia del tipo que sea.