«Mágico». Pepa Astillero, presidenta de la Fundación Pupaclown, no podía dejar ayer de repetir esa palabra. Estaba exultante, vibrante, 'flipando', «casi como cuando te enamoras, ¿sabes? Que vas un poco como flotando». Y es que todo ayer, casualmente el Día Mundial de la Sonrisa -¿casualmente?-, parecía sacado de un cuento de hadas.

La noticia les pilló en plena mudanza. Ayer terminaron los traslados al nuevo edificio Materno Infantil del Hospital Virgen de la Arrixaca, donde la asociación desempeña buena parte de su labor, y la llamada del Ministerio le pilló llevando la última caja a su nueva salita. «Ha sido casi una llamada clown, porque no había cobertura y apenas podía entender lo que me decían; aunque al cuarto intento yo ya me imaginaba más o menos lo que me estaban intentando decir», recuerda extasiada.

La noticia era la mejor que les podían dar a nivel de reconocimiento estatal: el Premio Nacional de Artes Escénicas para la Infancia y la Juventud. «Estaba con una pareja de payasos y, cuando hemos colgado, hemos roto a llorar. Es una alegría inmensa, es..., es que no sé cómo expresarte lo que es y lo que significa para todo el equipo, no solo del Centro Escénico, sino de la Fundación, de la Arrixaca... Ha sido una cosa mágica, como todo lo que pasa aquí en Pupaclown».

El galardón, dotado con 30.000 euros, premia -citando al Ministerio de Educación, Cultura y Deporte- la capacidad de los murcianos para «convertir el humor y la técnica del clown en un elemento transformador». Pupaclown trabaja para que los niños y jóvenes hospitalizados «vean cubiertas aquellas necesidades que van más allá de las que cubren los profesionales sanitarios y paliar el estrés producido por la hospitalización», así como para ayudar en la integración social infantil y juvenil en su Centro Escénico, «un espacio de exhibición, creación y formación que favorece la inclusión, la diversidad y la convivencia para niños y jóvenes».

De hecho, Pepa confesaba ayer -entre un sinfín de emociones que intentaba convertir en palabras- que aún no habían podido celebrar como es debido el galardón: «Mañana -por hoy- actúan los críos y quiero estar con ellos entre bambalinas», explicaba en relación a la representación en el Centro Escénico de la asociación del espectáculo Sueños acrobáticos, realizado por un grupo de jóvenes de entre 14 y 17 años de centros de acogida con los que han trabajado durante el verano. Porque Pupaclown ha hecho de sacar sonrisas entre los más frágiles un trabajo, y todos los días son laborales, incluso los más festivos.

Pues un premio como éste no hace otra cosa que multiplicar la ya incuantificable ilusión que caracteriza -como apunta Pepa- a un equipo formado por clowns, psicólogos, actores, directores de escena, médicos, enfermeras, bailarines, pedagogos y cuentacuentos incansables. «Al principio incluso piensas: ¿Nos merecemos nosotros un premio así? Pero si no pienso en mí, sino en mis compañeros, no tengo duda: Claro que se lo merecen. Es un impulso mágico para nuestra almas y un reconocimiento a una labor bien hecha», cuenta. Así que todo apunta a que Pupaclown va a seguir, erre que erre, arrancando carcajadas entre quienes más lo necesiten, sea o no el Día Mundial de la Sonrisa. Qué casualidad, ¿no?