¿Qué es para usted una buena novela negra?

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Una novela negra casi siempre oculta una pregunta, algo que precisa de cierta explicación. Puede tratarse de la búsqueda del culpable de un delito, de una motivación psicológica o bien de una explicación a algún aspecto de nuestra sociedad. Más que las preguntas, la altura de las respuestas que ofrezca o sugiera una novela es lo que determinará la altura de una novela negra.

¿Cuáles serían sus personajes y autores negros favoritos?

Por encima de todos los autores del género sitúo a Jim Thompson, que es terriblemente moderno y cuyo manejo de la psicología criminal siempre me ha deslumbrado. En cuanto a personajes, me cuesta quedarme con uno en concreto, prefiero el tono narrativo a los personajes. Creo que lo importante es tener algo que contar; los personajes no son más que maravillosos medios técnicos para llevar a cabo este objetivo.

¿Se ha sentido atraído por este género desde siempre?

Siempre me gustaron las novelas de misterio, pero por el camino me he asomado a otros géneros y a los clásicos. Creo que es necesario tener una amplia visión de la literatura para poder apreciar un género en particular. Mi visión no está circunscrita a ningún género. Pero sí que es cierto que el noir posee un magnetismo, un recorrido por las pulsiones negativas de los seres humanos, que que siempre me ha interesado.

¿Qué opina de la expansión que vive en España este género?

Bueno, hay quien dice que el boom de la novela negra en España no es tal, que es una moda propiciada por las editoriales para vender lanzamientos (sobre todo internacionales) que mantengan a flote sus colecciones. No lo sé. Es cierto que hay más festivales y más autores de novela negra españoles que nunca, pero el nivel de ventas de estos es inaceptable, incluso para sus grandes exponentes. La mayoría de los lectores leen novelas de autores extranjeros, que vienen precedidos por un supuesto éxito (no siempre cierto) en sus países de origen. Todavía nos cuesta leer autores de aquí, y el reto es revertir esa situación. Si la novela negra retrata la sociedad contemporánea, son los autores de aquí quienes mejor retratarán la nuestra.

¿Cuáles son sus armas y métodos preferidos a la hora de matar?

Los que se adaptan mejor a los temas, a la situación y a los personajes que forman parte de la historia. Mis caprichos como creador son irrelevantes. Mi trabajo consiste en averiguar qué necesita la historia que quiero contar. Y eso incluye -y de manera muy especial- a la muerte. Es tremenda la frivolidad con la que se trata la muerte en la ficción actual.

Elija algún personaje real para quitar de en medio y justifique el crimen, claro.

No soy capaz de desear la muerte de personas reales, ni tan siquiera en la ficción. Veo una pérdida de tiempo descargar los propios deseos para ajustar cuentas con la realidad. La realidad siempre va por delante de nosotros, es inútil pelear con ella. Pero podemos fabular, crear mundos paralelos que hablen de manera distorsionada del nuestro. En las novelas de Mejías, por ejemplo, jamás sabrás si me refiero a algún personaje real. En sus novelas la música y el cine están muy presentes, ¿son los mejores complementos?

Depende de la novela. Yo creo que la forma debe adaptarse al contenido, y no al revés. En mi caso, Mejías es un tipo que vive en el pasado como un Humphrey Bogart moderno, enfrentado continuamente con un presente que odia y un mundo demasiado deprisa y donde no desea vivir. La música y el cine del pasado me ayudan a reforzar esa carga melancólica.

¿Qué hace a Mejías tan especial como para protagonizar una serie?

Un personaje como Mejías, detective de gabardina anclado en el pasado, que es una parodia de sí mismo, roza el cliché estereotipado. Creo que el error hubiera sido tratarlo de manera dramática, sin rastro de comedia. Creo que la clave para que Mejías funcione es el humor, que viaja entre la ironía y lo delirante, y que es vital para acompañarlo en la manera descabellada en que se enfrenta a este mundo que odia.

Usted dirige Valencia Negra, ¿realmente hay cancha en el país para tantas jornadas del género o se está sobrecargando al lector?

En Francia, por ejemplo, hay muchos más festivales que en nuestro país. Los festivales intentan acercar la cultura a sus ciudadanos, así que no veo el inconveniente en que haya muchos (ahora mismo, algo más de 30). El problema es que esto se convierta en una moda pasajera, que en diez años, por ejemplo, las editoriales hayan puesto de moda otro género y los ayuntamientos dejen de apostar por estos festivales. Estamos ante una oportunidad histórica para ver si somos capaces de que esta red de festivales perdure en el tiempo, cree una nueva generación de lectores y se transforme en un fenómeno natural en todo el territorio.

¿Cuándo volverá Mejías?

Tras dos aventuras muy intensas que me han dedicado mucho tiempo y planificación ( La ciudad de la memoria y El jardín de cartón), creo que es el momento de que Mejías deje paso a otras historias que tengo en mente, de las cuales poco puedo decir. Lo que sí es cierto es que Mejías regresará en algún momento.

Ofrézcale algún consejo al lector de novela negra.

Los superventas, muy a menudo, no son las mejores novelas. Hay que bucear más y buscar autores que, aunque no aparecen en todas las revistas ni en las listas de éxitos, ofrecen un tesoro que hay que paladear. ¿Quieren nombres? Daniel Woodrell y Ramiro Pinilla son, por ejemplo, dos grandes tapados. Y, sobre todo y más importante: no solo hay que leer novela negra. Mirar demasiado fijamente al género a menudo causa una miopía de la que grandes clásicos y otros géneros nos pueden curar.