En los últimos años han surgido, por toda la geografía española, una serie de lugares en los que los artistas pueden exponer su obra al margen de lo institucional. Frente a la jerarquía establecida, cuyo dedo congracia tan solo a unos pocos con la palabra Arte, los estudiantes de Bellas Artes, las jóvenes promesas ávidas de práctica tras años de formación, han optado por otras vías para desarrollar su obra y, de algún modo, introducirse también dentro del mercado del arte, aunque éste se haya visto considerablemente mermado con el paso de la crisis económica.

Este es el caso de Vergel Espacio, la tienda situada en la calle Juan Antonio Hernández del Águila, frente al Jardín de Floridablanca de Murcia, cuyo interior alberga artesanía, ilustración, moda y complementos, entre otras muchas cosas. Hace tan solo unas semanas, tuvo lugar en este espacio la exposición individual Tokonoma, de Rubén Espín, que recogía una serie de retratos basados en El elogio de la sombra, de Junichiro Tanizaki, para quien lo bello «no es una sustancia en sí, sino tan sólo un dibujo de sombras, un juego de claroscuros producido por yuxtaposición de diferentes sustancias». Así, frente a la concepción occidental de las tinieblas como un elemento a temer, como un aspecto negativo que oscurece las buenas prácticas y la redención, en un sentido más religioso, Espín oponía esa concepción al impacto poético basado en los contrastes, el silencio y el equilibrio.

Si en otras exposiciones había investigado la identidad de los retratados a través de distintas referencias culturales, así como de un estudio profundo de su arquitectura corporal a través de sus facciones y gestualidades, en esta ocasión, cada una de las obras establece una cartografía sentimental que surge con energía frente a la aniquilación constante del vacío.

Aún más, los rostros, descontextualizados a partir del estudio de fotografías, aparecen acompañados de diversos diseños florales que los complementan, e incluso los inundan, haciendo de cada uno de ellos un elemento único que descubre el interior de su alma. A ello contribuyen, también, los marcos, cuyo tamaño y sobriedad establece un juego de sombras y luces secundario, expansivo, que ahonda en la mirada de cada uno de los modelos. Si bien todos ellos son personas cercanas al autor, algo que debería reconsiderar a la hora de alcanzar mayores cotas abstractas y universales, su resurgimiento nos incita a cuestionar, al final, qué importancia le deberíamos atribuir a la luz en nuestro ideario, algo que ya expresó Adam Zagajewski en Antenas: «Y alguien dijo: esto es lo mejor / que podemos hacer ahora, / hablar de la oscuridad en esta sombra tan clara».