Siguen las celebraciones del XXIII aniversario de la galería La Aurora, un punto de encuentro con el arte contemporáneo por donde «han pasado todos, desde Picasso para abajo», según afirma su director, José Fermín Serrano Peña, quien ha sabido sortear la crisis y continúa en la brecha después de más de dos décadas.

En esta ocasión, la galería nos muestra la obra más reciente de Javier de Juan (Madrid, 1958), que, bajo el sugerente título El Movimiento Perfecto hace el Instante Perfecto, presenta un cuidado trabajo que establece un diálogo entre la tecnología visual más puntera y su representación en papel. Oleos y carboncillos en distintos formatos desarrollan gráficamente una serie de proyectos audiovisuales realizados anteriormente por el autor y que ahora plasma en soporte tradicional con vocación de permanencia.

Javier de Juan abandona sus estudios de arquitectura para dedicarse a la creación. Desde su primer proyecto profesional hasta hoy ha experimentado los más variados lenguajes artísticos, desde la pintura al dibujo, la instalación, el grabado, la estampación, el vídeo o el cine. En la década de los 80 sus dibujos, textos y artículos comienzan a aparecer en revistas emblemáticas de la época, como La Luna o Madrid Me Mata; son los años de la Movida donde De Juan se cuenta entre sus más principales exponentes, siendo a la vez uno de los pilares de la mítica publicación El Canto de la Tripulación, una suerte de laboratorio de ideas y poesía visual al estilo de la Factory de Andy Warhol, que aglutinó los creadores más avanzados de ese momento. A través de la editorial Port Said Ediciones, de la que es fundador, consigue propagar su obra y la sus colegas por Europa y EE UU mediante la publicación de carteles de artistas. A finales de esta misma década verá la luz su primera novela ilustrada, lo que marcaría el inicio de la nueva novela gráfica española.

En sucesivas estancias en ciudades como Marrakech, Nueva York o El Cairo y países como Nicaragua y Venezuela, De Juan va configurando un lenguaje personal que atiende a los estímulos visuales y los ritmos urbanos de las distintas latitudes que habita. En este periodo se inicia en la técnica del aguafuerte realizando series que itineran tanto por ciudades de ámbito nacional como internacional, tales como Roma, Nápoles, Tokio, París o Bruselas. Más tarde, tras su paso por Soller en Mallorca o Balsicas en Murcia, desarrolla una obra más intimista de fuerte carga simbólica. A mediados de los noventa recibe el Premio Nacional de Grabado de la Calcografía Nacional y el Premio Nacional del Museo del Grabado de Marbella, enfocando su producción a grandes collages digitales sobre madera, papel y tela, a la búsqueda de nuevos soportes y tecnologías hasta especializarse en grandes formatos. Exponente de este periodo es el gran mural de 120 m2 que actualmente se encuentra en la Terminal 2 del aeropuerto de Barajas.

En el cambio de siglo, Javier de Juan continúa investigando y su interés por el movimiento le lleva al cine, en 2007 realiza en El Cairo su primer corto de animación, The Voyager, obra que alcanza un notable éxito en el festival de Potsdam en Berlín. En los años siguientes se dedicará a aplicar en sus creaciones estos conceptos visuales, utilizando la tecnología de captura de movimiento y animación 3D. Como reconocimiento a una sólida trayectoria artística, su obra se encuentra en las colecciones y museos más prestigiosos de España y de Europa, tales como la Fundación Telefónica, Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Fundación Tabacalera, Fundación Juan March o Lindner Foundation de Dusseldorf, entre otros.

Sus trabajos más recientes en este campo le dan una gran visibilidad y sus video-composiciones en 3D han sido presentadas en grandes espacios públicos. La primera, La Ciudad Invisible (2015), fue proyectada como intervención urbana sobre la fachada de Tabacalera, en la Plaza de Embajadores de Madrid. De ese mismo año es la pieza Mientras tanto€, exhibida en la Plaza de Colón y, la tercera, realizada en la plaza de Las Ventas, una intervención titulada Toreando la vida (2106), orientando de manera definitiva su investigación sobre el movimiento hacia los personajes urbanos que se mecen al son de poses cotidianos o de otros extraídos de la estética taurina.

Representar el movimiento

«Un automóvil de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia», así lo plasmó Marinetti en su manifiesto publicado en Le Figaro en 1909, utilizando esta obra para condensar su ataque a lo estático y por extensión al arte clásico tradicional en beneficio de un nuevo arte que rindiese culto a los progresos técnicos de la industrialización, representados por la velocidad y las máquinas. Desde los futuristas, la preocupación por captar el movimiento ha sido una constante en las estéticas contemporáneas en cualquiera de sus manifestaciones. Cartier-Bresson, padre del fotoperiodismo, definiría el auténtico valor de la fotografía en la medida que captara ´el instante decisivo´, esa fracción de segundo que resume la esencia de una escena dinámica.

Javier de Juan recoge esta tradición y aplica a su búsqueda del movimiento los recursos más avanzados de la tecnología actual, construyendo un lenguaje propio. Sus personajes están animados por secuencias captadas a través de sensores insertados en trajes de actores expertos en expresión corporal y rodadas bajo la dirección del artista. Posteriormente, De Juan trabaja con un equipo de modeladores en 3D y construye los personajes, definiendo primero sus rasgos para poder introducirlos - a través de un software especialmente desarrollado a tal fin - dentro del movimiento registrado de manera real. Todo un proceso meticuloso que aúna escultura, dibujo, imagen y técnica digital, ausente de artificios (sin fondos ni sonido), lo que potencia la visibilidad del movimiento. La trilogía de sus proyecciones en grandes espacios se cierra ahora con esta íntima exposición, donde sus personajes animados trascienden la pantalla para escenificar los fotogramas más perfectos sobre un soporte tradicional -el papel-, subvirtiendo así lo más tecnológico a lo más primitivo, del movimiento real al momento decisivo, de lo efímero de lo digital a la permanencia de lo analógico. De forma certera, el artista conjuga dos formas de representación en principio incompatibles por la diferencia de sus lenguajes. Fuerza, dinamismo y expresión caracterizan su obra en papel a la par que la mostrada en los vídeos. Destaca igualmente la exquisita pieza que da título a la exposición, una proyección en el interior de una antigua maleta que a modo de conversación entre del pasado y el presente recrea -como apunta la comisaria de la muestra, Julieta de Haro- la secuencialidad del movimiento plano a plano, creando el instante perfecto.