Chica Almodóvar, ganadora de dos Goyas a mejor actriz (Kika y La vida alegre) y otros tantos como intérprete de reparto (Moros y cristianos y El año de las luces), 45 años de carrera y más de 60 trabajados entre televisión, cine y teatro, donde también se ha animado a dirigir (La tentación vive arriba, en 2000, y Adulterios, en 2008). Ahora, Verónica Forqué vuelve a las tablas con un La respiración, texto entre el drama y la comedia que firma Alfredo Sanzol.

¿La eligió Sanzol o fue a por él?

Gloria Muñoz lo iba a dejar por unos compromisos y Alfredo me llamó. Yo había visto la obra y era muy fan. Me vi el vídeo de Gloria varias veces porque viene bien, aunque yo soy una persona y otra actriz distinta y es imposible hacer lo mismo. Alfredo es inteligentísimo y muy cariñoso. Conoce y trabaja mucho con los actores. Sus obras tienen un punto de fantasía y de dolor, y la mezcla te inspira.

La obra la protagoniza Nuria Mencía. Se presenta como «dos generaciones de actrices juntas». ¿Se siente madrina de una generación?

Tengo otra edad y otra experiencia vital. Aunque en realidad el tiempo no existe y a veces aprendes muchísimo de gente joven.

¿Qué es lo que engancha?

Las giras son muy cansadas y claro que ahora te cansas más que cuando tenías 30 años. Pero me da la vida. Me encanta la relación con los compañeros y el público, que se rían con una es lo mejor que hay.

¿Rechaza muchos papeles?

De teatro, sí.

¿Y qué criterio usa para escoger?

El instinto. Si el papel es muy pequeñito no lo cojo, ya llegará ese momento.

¿No ha sentido nunca que se cansaba de estar ahí arriba?

Yo soy muy feliz en las tablas, a veces más que en la vida real; ahí arriba no pasa nada inesperado.

¿Se siente entonces más cómoda en el teatro? ¿Piensa aparcar lo demás?

¡Qué va! Un actor es como los taxis, cuando tienes el cartel de libre estás a ver quién quiere contar contigo. En la tele ahora, con La que se avecina, te conocen los niños. La popularidad es importante para un actor y hay que saber controlarla y no pasarse de rosca.