La tercera de las galas flamencas en La Unión cerró el domingo la taquilla con el cartel de 'no hay billetes'; dentro, la encargada de arrancar fue la sonanta de Juan Habichuela Nieto trayendo el aire de su casa, la virtuosidad y la flamencura de este joven que fue Bordón Minero en el año 2010. José Enrique Morente salió por caña, tímido, frío y nervioso; siguió por taranta con tintes líricos y se metió por soleá sosteniendo los tercios sin enredarse.

El pequeño Morente, en proceso de definición, se luce por tientos con un escudero que lo lleva en volandas a los tangos; jugando como dos niños llenos de complicidad comienza el cantaor a sentirse un poco artista, pero no se suelta, falta de presencia por fandangos y cierre por bulerías con una liturgia afinada y correcta.

Jose Enrique y Juan son un binomio fresco y con mucha proyección, cómplices que se admiran mutuamente, aunque el segundo arrancó más aplausos y le puso al respetable los pelos como percheros; qué manera más flamenca de tocar, qué orgullo para su estirpe y para La Unión. Sin embargo, al cantaor granadino le falta un poco más de seguridad y, sobre todo, dibujar una forma cantaora más precisa; suena a su padre e incluso a su hermana Estrella, no sería lógico que sonara a otro maestro si ha tenido en su casa a uno de los mayores referentes del cante flamenco de los últimos tiempos, pero debe encontrar su sonido y su eco, está en el camino.

Lo que vimos después del descanso fue otro asunto. Llegó la maestría, el carisma y la aptitud. Pitingo salió al escenario por soleá; elegante y con paladar, canta por derecho cuando quiere porque tiene el corazón flamenco. Le brotó una granaína rematada con abandolao que transmitía esa sensibilidad innata del cantaor flamenco, porque Pitingo es y será siempre flamenco, ni se duda. Recuerda al desaparecido 'Charico' antes de meterse por cuplés, como solo lo hace un artista en mayúsculas, y le da espacio a la guitarra gaditana de Jesús Núñez, otro grande lleno de matices y pellizco que exprime las seis cuerdas.

A Pitingo le sale la vena caracolera metiendo fandangos por bulerías, Carcelero, Jerez de la Frontera, Moraíto Chico y remata con Yesterday, todo eso junto y perfectamente encajado. Se lee extravagante, como se leen las obras de arte.

Un solo de percusión para regresar al escenario en otro registro, voz acaramelada y dulce que desmenuza Cucurucucu Paloma en un ambiente íntimo. Recordó en palabras a los que se nos han ido: Juana la del Revuelo, 'El Lebrijano', Enrique Morente o José Menese; dejando constancia de su admiración al mundo del que procede y al que regresa, su sangre gitana y eterno aprendizaje.

Así encaminó la apoteosis final; soulería en estado puro con los once músicos y voces que forman el elenco. Aterriza la clave del éxito de Pitingo traducida en las mejores versiones que ha grabado como Killing me Softly, Rescue Me, Ain't no Mountain High Enough y I Just Called to Say I Love You. Enchufado a un público que lo adora y con el que ha conectado desde el principio, poniéndolo en pie a cantar, palmear y disfrutar con un fin de fiesta por bulerías que nos bañó de gloria.

Pitingo hermanó hace años el flamenco con el soul, mezcló el linaje de dos culturas musicales para engrandecerlas y así de bien nos va, que hasta me ha puesto a escribir en inglés; un tercio suyo por soleá merece mi perdón.