La noche del sábado 9 de Julio, el recuerdo de Camarón de la Isla volvió a la ciudad salinera de San Pedro del Pinatar; un evento que desde 1993 homenajea al genio de la Isla y que este año ha traído un flamenco lleno de contrastes. Con el Parque de la Aduana casi lleno abrió la noche la esencia sevillana de Gabriel de la Tomasa, que tomó las tablas para recordar los nombres que le laten en la sangre con el romance de José ´El Negro´ con el que arrancó, un cante primitivo extinto en este tipo de eventos. Lo siguió con el de la Luna ya con la guitarra de su sobrino Manuel de Estrella, y se metió después por malagueñas, rematando el tercio con la de la Peñaranda y verdiales. En las cantiñas apareció la guitarra del jerezano Nono Jero sobrada de compás donde Gabriel hizo un recorrido por Cádiz y terminó su turno por fandangos con un público que ya había entrado en calor.

Lo de Mayte Martín fue otra historia. Como siempre, la sabiduría de la catalana hace mella en sus cantes que los duele a conciencia; comenzó por granaínas, melódica y afinada, siguió con fandangos, se recreó por soleá semitonando los versos y susurrando la pena; así, en el filo de la silla, nos hizo unas cantiñas y se despidió con una larga tanda por bulerías incluyendo cuplés, coplas y lo que le dio la gana porque ella es así, manda en ella misma y cuando se pone a cantar manda en ti también. La guitarra de Salvador Gutiérrez hizo el resto, se llevaron los aplausos de una afición que le devolvía el cariño mostrado en el escenario, cercanía y conexión que dejaron en el recuerdo la actuación de esta buscadora de belleza musical.

Tras el descanso para tomar fuerzas, Cynthia Cano se subió a las tablas para derrochar energía; enfundada en pantalón se templó por soleá que remató por bulerías toreras con capote dejando a los asistentes sumergidos en asombro y admiración por esta joven artista murciana, relució por bulerías la voz tiznada de Bastián Contreras y Gabriel de la Tomasa con la guitarra honesta y jonda de Faustino Fernández que no se hartaba de darle los tonos a sus compañeros; compenetración y admiración entre ellos. Salió de nuevo Cynthia ataviada con bata de cola y mantón de manila con la delicadeza de la escuela sevillana desde los flecos hasta los volantes; se despidió con el público en pie, quizá agradeciéndole ese talento que se va asentando poco a poco en cada uno de sus movimientos.

Y para terminar, el plato fuerte de la noche, desde Jerez de la Frontera, llegaba Vicente Soto ´Sordera´ sin falta de justificar su arte; pues su estirpe ya figura en las sagradas escrituras del flamenco, y nos sobra con su presencia. Empezó por soleá con abanico de tercios sevillanos, siguió por alegrías de goce entre Nono Jero y él, y se puso negro por seguiriyas parando el reloj de la audiencia y peleando en cada verso por pellizcarnos hasta hacernos sangre. El artista se despidió por su tierra, bulerías voladas de compás donde hasta su respiración no era un contratiempo. Soniquete, ritmo, conocimiento, transmisión pueden llamarlo de mil formas; el binomio flamenco y Sordera es la gitanería llamando a la puerta grande de un lenguaje ancestral.

Volvíamos a la vida real después de una noche inolvidable, al menos, para la que escribe, que en esta ocasión estuvo presentando a cada artista en el escenario y disfrutando de ellos detrás. Como cantó Mayte recordando a Toronjo... Nunca acabas de aprender por larga que sea la vida. Gracias y hasta el año que viene.