­Estaba interesado en los laberintos, en escribir sobre ellos, cuando descubrió en una librería El libro de los laberintos. Historia de un mito y de un símbolo, de Paolo Santarcangeli, un libro ya descatalogado que fue como una señal para Alfonso García-Villalba y que le dio pie a investigar para su segunda novela, Homoconejo, una antifábula que invita a perderse por las encrucijadas de su laberinto y de sus personajes.

Publicada por la editorial e.d.a., García-Villalba narra la historia de un fotógrafo y una arquitecta que están intentando tener un hijo. Ella recibe el encargo de un misterioso personaje de construir un laberinto, del que él va tomando las fotos. Poco a poco, el laberinto se va colando en los sueños del protagonista debido al uso del Beta y, en ese ambiente alucinado, el fotógrafo tendrá como lazarillo a Kerényi, un conejo que protagonizaba un cuento que escribió su padre. Los encuentros de la pareja con el constructor van hilvanando una historia en la que los límites entre la vigilia y el sueño se disuelven.

«Además de escribir sobre los laberintos, quería que esta novela fuera menos abstracta que la anterior, Esquizorrealismo, que fuera más contemporánea, por lo que uno de los personajes es un constructor que, en plena crisis, encarga a una arquitecta diseñar un laberinto; la crisis no centra la historia, pero quería aludir a ella aunque fuera por encima», explica García-Villalba (Murcia, 1975).

Homoconejo rinde homenaje a numerosas obras literarias y cinematográficas, «desde historias mitológicas hasta el cine del siglo XX».Entre otras, eXistenZ, de David Cronenberg o Mullholand Drive, de David Lynch; poemas de Tasutaka Tsutsui o libros como Compañía de sueños ilimitada, de J. G. Ballard, que hablan de la confusión entre el sueño y la realidad, uno de los temas principales de la novela.

«Cuando buscas documentación sobre la interpretación de los sueños, siempre se habla de algo ajeno a nuestra vida, de otra realidad que no tiene nada que ver con nosotros, y yo creo que los sueños son parte de nuestra experiencia y no les damos importancia. Creo -añade el escritor- que un sueño potente es una prolongación de nuestra vida. Por eso en Homoconejo, el sueño y la realidad se van confundiendo hasta lograr la misma categoría».

El protagonista lo consigue consumiendo Beta, una droga con la que logra despertar dentro del sueño. «Hace años, en un centro de interpretación de yoga de Guatemala, intenté hacerlo, intenté tener voluntad dentro de los sueños y no ser un pelele que se deja llevar por lo que está pasando en tu cabeza», recuerda el escritor murciano, quien asegura que estuvo a punto de conseguirlo. «Algunos amigos lograron esa consciencia para operar dentro del sueño y me daba mucha envidia», confiesa García-Villalba, quien asegura que también se puede dirigir el sueño antes de dormir para buscar respuestas dentro de ellos.

El lector que siga las andanzas de la pareja protagonista tendrá que moverse también en ese mundo entre el sueño y la vigilia. «Las cosas no quedan claras -explica el autor-, pero eso no significa que se vaya a perder, sino que vivirá la historia al igual que los personajes. No se trata de un texto inaccesible, es muy accesible aunque tenga elementos de confusión que le permiten experimentar a lo largo de la historia».

La identidad y la fecundación son otros de los temas recurrentes a lo largo de Homoconejo, que describe en algunas escenas frías relaciones sexuales. «Hay un lenguaje más calculador o matemático cuando está relacionado con la pornografía, con el ´mete saca mete saca´, como un patrón que se repite. Pero muchos lo han visto como algo irónico, lo han notado ciertos lectores», explica García-Villalba, quien considera que en la actualidad «puede ser que el sexo se viva de una manera algo autómata, de esa forma casi ´matemática´, pero no creo que deba ser así, el sexo debe ser algo liberador e iluminador».

Aunque es un conejo antropomórfico el que guía los sueños conscientes del fotógrafo, desde la editorial dejan claro «que el lector no debe extraer ninguna enseñanza». «Cuando aparecen animales en una historia -matiza García-Villalba-, parece que debe tener un componente didáctico, pero en este caso la novela no tiene ninguna moraleja; somos hijos de la Ilustración y parece que todo tiene que tener un fin, hasta la literatura, y yo no lo creo, no se trata solo de entretener, pero no tiene por qué tener un fin práctico», afirma convencido el autor, que también utiliza el recurso literario del doppelgänger -el doble fantasmagórico de una persona viva-, ya que la protagonista se encontrará constantemente con su doble o su ´reverso´, mientras que su pareja se relaciona con ella en sus sueños.

«El doppel está muy presente en la literatura de Borges, en películas como La doble vida de Verónica [de Krzysztof Kieslowski] o Enemy [adaptación de El hombre duplicado, de Saramago], pero en Homoconejo esta muy maquillado, más que como recurso literario, estaría dentro del canon fantástico».

Con esta novela, Alfonso García-Villalba, que se confiesa meticuloso y exigente a la hora de terminar sus textos, afianza un estilo en el que asegura que quiere cuidar tanto la historia como el ritmo de la misma. «Hay novelas cuyo argumento me parece muy interesante, pero estilísticamente no me llegan; a mí me interesa trabajar el tono y la musicalidad», asegura el escritor, que tiene claro la razón que le ha llevado hasta la literatura: «Igual que hay gente que va al gimnasio o al fútbol, yo disfruto escribiendo e intentando lograr que las palabras se encadenen y no aburran».