Es asombrosa la capacidad de Parade para reinventar estilos e imaginar historias que nutren y dan vida a sus increíbles composiciones pop. En Demasiado humano, su octavo álbum, que trata de la imperfección de las máquinas, del corazón y del alma de los sintetizadores, pero también del error humano, vuelve a dar un cambio en su sonido. Un regreso al futuro que es una vuelta al sonido primigenio de Parade. Conectando con Antonio Galvañ.

¿En Demasiado humano vuelves a cambiar de sonido?

Es más sintético, he utilizado más sintetizadores y cajas de ritmos que en los dos o tres discos anteriores, en los que tendía hacia un sonido acústico y orgánico.

La banda se ha reducido esta vez ¿Querías sentirte otra vez responsable directo de su música, sin intermediarios?

Ha sido una vuelta a mis principios, cuando hacía los discos prácticamente solo, en mi habitación, con el ordenador y los teclados. Eso sí, a las guitarras de Eduardo Piqueras no he renunciado.

En Demasiado humano prevalecen los medios tiempos y las baladas. ¿Te has cansado de bailar?

No ha sido nada meditado, pero tampoco es tanto así, hay canciones como Guerreros o Traedme la cabeza de Philip K. Dick que tiran hacia arriba los BPM.

Sin embargo, Láser se enmarca en el italodisco, ¿memoria de canciones de juventud?

Las influencias italiana han sido más propias de los ochenta que de los setenta, como sucedía en anteriores discos. Y es cierto que fue banda sonora de mi juventud, aunque al estilo lo he ido apreciando con el paso del tiempo.

También se cuela la crítica social en Cementerio nuclear. ¿Una preocupación ecologista?

Es más bien una canción costumbrista y provocadora. Costumbrista en el aspecto de retratar el ambiente cerrado de una ciudad pequeña, y provocadora porque intenta adaptar el humor y querencia alborotadora del Aviador Dro cuando cantaban Nuclear sí, por supuesto.

¿Cuál sería la temática central del disco?

No es que haya una temática central que se siga a rajatabla, sino direcciones hacia las que me muevo. En cuanto a letras, quizá la ausencia explícita de canciones de amor, por reacción al anterior disco (Amor y ruido) que era totalmente romántico. Con respecto al sonido, los sintetizadores y la imperfección como elemento humanizador.

¿Hay mucha historia detrás de la letra de Demasiado humano sobre inteligencias artificiales?

Hay una historia de un robot indistinguible de un ser humano que se siente discriminado injustamente. No tardaremos demasiado en llegar a ese punto, en mi opinión.

Carterista de tanatorio es un título muy explícito. ¿Humor negro? ¿Experiencia personal?

Es una curiosa teoría que se me ocurrió después de visitar estos lugares más de lo que hubiera deseado. Me fijé en que en esos momentos de dolor solemos ignorar nuestras pertenencias personales, y se quedan a disposición de que una mano larga se las lleve. ¿Sería posible que alguien se especializara en robar en esos lugares? Esas disquisiciones me dieron por lo menos para una canción.

El disco comienza con Traedme la cabeza de Philip K. Dick. ¿Cuál es el lado de este personaje que te interesaba mostrar?

En principio la canción es un batiburrillo de ideas de Philip K. Dick esparcidas en los tres minutos de duración. Por otro lado, me interesaba mostrar cómo después de una lectura especialmente intensa, la visión del escritor penetra en ti y durante un tiempo ves la realidad a través de estas ideas, que te han atrapado. Suele suceder bastante con Dick, la paranoia se contagia fácilmente.

¿Los 60 siempre han estado muy presentes en tu música?

Sí, totalmente. Estoy (como el noventa por ciento de los que hacemos pop) en deuda con Lennon y McCartney, Brian Wilson, Ray Davies o Carole King. Les copiamos consciente o inconscientemente. Y es muy difícil evitarlo.

¿Cuál es la historia que has inventado en Johnny Ramone, agente del KGB? Que, por cierto, desprende un cierto aroma a Prefab Sprout.

Los Ramones son el mejor grupo punk en mi opinión. Y sus historias personales son muy interesantes. En este caso me centré en Johnny Ramone, una persona obsesionada por el control, ya que un personaje tan reaccionario me parecía complicado de ubicar en este tipo de grupos, me pareció lo más razonable que ese amor por las armas y las políticas de Reagan que mostraba fuera más una fachada, que el auténtico Johnny Ramone no era sino un espía soviético infiltrado. Y de ahí la canción. La parte musical no me apetecía hacerla imitando el canon ramoniano, así que opté por irme al otro extremo y salió algo con visos de pop elegante y citas a Prefab Sprout.

¿Cuál es el propósito del disco, emocionar a través de la tecnología?

Podría decir que ese ha sido siempre mi objetivo, pero aquí todavía más, si eso es posible. Partir de un entorno que predispone al distanciamiento y e intentar lograr todo lo contrario.

¿Cómo se sigue uno alimentando para seguir creando esa especie de paraísos artificiales o nutrir la imaginación durante tantos años?

Pues intentado que la capacidad de sorpresa no decaiga, enamorándome de músicas y de autores diferentes, supongo. Siendo un poco ingenuo, quizá, y no perdiendo la ilusión y las ganas.

Otra de las cumbres del disco es El ritmo escarlata, un chachachá sintético ¿qué te llama la atención de estos ritmos?

Los llevo bastante de serie, ya que en mis primeros años de músico toqué en varias orquestas de verbena y de salsa para sufragarme la compra de los instrumentos. Algo de todo eso caló bien dentro porque le tengo mucha simpatía a todos estos ritmos.

¿Parade ha sido independiente por necesidad?

Yo hago música pop, con melodías cantables por cualquiera. No hay vocación minoritaria, todo lo contrario. Pero quiero hacer lo que me gusta y a mi manera. Desde el principio los que llamaron a mi puerta fueron discográficas independientes, personas que conectaban con mis canciones y tenían una visión parecida a la mía.

Ya has presentado Demasiado humano. ¿Cuál ha sido la reacción del público?

Muy buena, hemos presentado el disco en Madrid, Valencia y Barcelona con muy buena respuesta de un público que se sabía hasta las canciones más recientes. La actuación en el Popfest de Madrid fue genial, con todo el mundo cantando y bailando desde el principio.