En La edad media Leonardo Cano (Murcia, 1977) invita al lector a viajar al pasado. A un colegio privado de los años noventa, estricto, clasista y, en ocasiones, cruel, donde niños y jóvenes se visten, o lo intentan, con ropa de marca. Beben minis y tienen 'rollos' con las chicas, si no son unas 'estrechas', y crecen con la banda sonora de Nirvana, Dire Straits o los Caravan, los más 'populares' del colegio. Y crecen oyendo hablar continuamente de la obligación de labrarse un prometedor futuro. Porque Leonardo Cano, licenciado en Derecho y máster en Teoría de la Literatura y Literatura Comparada Europea, también invita a viajar a un pasado no tan lejano para mostrar, a golpe de chat y de la desidia de una oficina, pero también de humor y de ironía, ese futuro. «Quería hablar -dice- sobre las aspiraciones desbaratadas, de esos sueños que todos tenemos de niños y que más tarde se ven frustrados».

¿Habla de los sueños de los niños o, como refleja la novela, los de sus padres?

Al escribir del colegio y del instituto tenía que hablar de los sueños de los padres, porque no sería creíble que los niños quisieran ser médicos o abogados desde muy pequeños. Yo creo que eso funciona así en todos nosotros, es una especie de transmisión que forma parte del inconsciente colectivo, por eso el narrador que habla desde la parte de los niños y los jóvenes lo hace desde el 'nosotros'; se transmite esa autoexigencia o pequeñas ambiciones de llegar a ser algo, de tener una familia o una pareja de manera ilusionante o preconcebida.

De hecho, algunos de sus personajes debaten mucho sobre esa exigencia, si merece la pena o no, ¿ha encontrado la respuesta o debe responder el lector?

La cuestión era poner ese debate en la mesa, el de los anhelos que todos tenemos. Más que las causas de los sueños rotos, quería ver dónde se iniciaban y cómo se veían los personajes si esos sueños eran satisfechos o malogrados en el futuro. La novela se divide en tres partes, la parte de los niños en el colegio hasta COU, la historia de un funcionario en su oficina y la de una pareja que mantiene a través del chat una relación sentimental a distancia. En el presente de estos personajes, se ven esas frustraciones muy claras, cómo se plasma esa autoexigencia en el día a día.

Dicen en la editorial que es una novela despiadada y tierna, ¿está la balanza más hacia lo primero?

Puede ser... pero de manera deliberada. La realidad está muy bien como es, pero no creo que sea un tema literario en sí, debe estar elaborada. Esta historia es una ficción posible, he creado personajes, ambientes y diálogos que pueden resultar despiadados y, al mismo tiempo, tiene un toque tierno al recordarnos cómo éramos y cómo actuábamos, pero sería aburrido si me hubiera centrado en las clases de formulación o en la tabla del cinco. Tiene que haber una especie de expresionismo satírico, deformar la realidad para mostrar sentimientos al lector, para despertárselos; espero haberlo logrado.

Uno de sus personajes sufre el acoso escolar desde niño hasta la adolescencia. En los ochenta y noventa, la palabra bullying no formaba parte del vocabulario...

Se era mucho más permisivo por parte del colegio y de los padres. Era un tema más aceptado y se creía que imprimía carácter, que había que sufrirlo y padecerlo hasta que uno mismo se podía levantar y luchar contra ello, pero de una manera solitaria, íntima, porque no había ayuda por parte de la sociedad como ahora.

¿Cómo recuerda usted su paso por BUP y COU?

Yo me lo pasé muy bien, aunque es cierto que había un ambiente de exigencia muy alto y clasista, porque era un instituto privado, pero las anécdotas que yo cuento tienen más que ver con la ficción o que he oído de gente que conozco. El instituto de la novela podría ser cualquier colegio privado de Murcia o cualquier instituto público del centro, donde habitaban jóvenes como tú y como yo que, como dice el poema de Gil de Biedma, venían a llevarse "la vida por delante" y que, como dice también ese poema, «que la vida iba en serio, uno lo empieza a comprender más tarde».

Gil de Biedma, Neruda, Panero, Roque Dalton... son sólo algunos de los autores a cuyos versos hace referencia en La edad media, ¿hay que leer mucha poesía para escribir narrativa?

Yo diría que sí; la literatura que me interesa escribir es la que tiene un estilo muy marcado y un lirismo intrínseco; leer e incluso escribir poemas creo que imprime ese rasgo de estilo en la prosa. También me interesa la literatura que tiene que ver con ideas arriesgadas, con ideas a veces brutales o con tramas y argumentos que son más inteligentes que yo, que mientras los voy leyendo me doy cuenta de que hay una estructura tan bien trazada que me sorprende a cada página. Quizás no es necesario leer tanta poesía para escribir narrativa, pero sí para la que a mí me atrae.

El sistema judicial, que conoce bien como funcionario del ministerio de Justicia, no sale muy bien parado...

Como decía antes, es una ficción posible, es una sátira o tono paródico de la realidad. Los funcionarios que conozco, la mayoría, no forman parte de ese arquetipo de vago y negligente, son personas muy esforzadas y capaces. Quería hablar de un personaje y de las fechorías de ese personaje, por lo que ese ambiente de dejadez me servía para ubicarlas en el anonimato de su puesto. Más que el tópico del funcionario, me interesaba describir las relaciones de poder entre jefes y subordinados. También tratar el tema de la alienación, del aburrimiento en unos trabajos que dejan poco espacio a la individualidad y a ser creativo y que no solo se dan en la función pública, sino también en las empresas privadas, cuyos trabajadores, por la crisis, tienen pocas posibilidades de ascender y nada les turba. En la novela, vas viendo cómo esos personajes del pasado que tenían unas ansias de futuro ven frustradas sus ansias por cosas de la vida y por la crisis, y tienen esa especie de sensación de hastío, de qué hago yo aquí.

¿Entonces no es una 'venganza' hacia los nombres largos y compuestos?

(Risas). No, tengo muchos amigos jueces y los hay brillantes, racionales e incluso heroicos, pero este cargo me servía para hacer el arquetipo de jefe y mostrar la sumisión en el sistema jurídico español entre jueces y funcionarios.

¿Podría haber escrito La edad media sin la crisis económica?

No lo sé... Esta sensación de que todos tenemos sueños rotos se ha tenido siempre, aunque obviamente no todo el mundo vea truncado su futuro. Muchas aspiraciones se ven satisfechas y muchas no. La crisis ha acrecentado esto, pero el escritor debe estar en el lugar de la incertidumbre y de los miedos y quería retratar esa incertidumbre laboral, también la de cualquier chico con miedo a sentirse integrado o la de un treintañero con miedo a quedarse solo sin pareja, o a no tener trabajo.

¿Qué rompe más relaciones, la distancia o las nuevas tecnologías?

La distancia. Las nuevas tecnologías están presentes hasta en las relaciones más cercanas, todos estamos comunicándonos a través de los móviles y ordenadores continuamente... Me interesaba plasmar ese lenguaje del chat que usamos a diario. La distancia rompe muchísimas relaciones y, ahora con la crisis, se dan mucho más por la dificultad de encontrar trabajo en un ambiente cercano.

Abogado, guionista, creativo de publicidad, funcionario en Justicia, escritor... Le robo una pregunta a uno de sus personajes, ¿qué quiere llegar a ser?

Escritor... me imagino que ahora con esta novela ya lo soy, pero me encantaría poder vivir de eso, aunque sé que es casi imposible hoy en día para la gente que publica en España. Al menos me gustaría poder dedicarme a la literatura y sus aledaños, por lo que estoy con el doctorado en Literatura Española. Me encantaría enseñarla y transmitir mi pasión por la lectura a los alumnos. Siempre he escrito, y creo que eso configura una personalidad, por lo que un futuro ligado a la escritura sería lo que podría soñar.

¿Los amigos del instituto son amigos para siempre?

Yo sigo teniendo los mismos amigos del instituto. Nos llevamos muy bien y uno lo mejor que sabe que ha obtenido de su paso por un instituto son los amigos. Entre mi grupo no han pasado estas cosas tan graves que narro en la novela y creo que, mientras ninguno de nosotros se vaya por las ramas delictivas (risas), seguiremos siendo grandes amigos.