Natural de Logroño, Eduardo Palacios se licenció en Bellas Artes en Salamanca para, a continuación, trasladarse a Ávila y ejercer la enseñanza. En paralelo, el artista desarrolla un curso en la antigua Fundación Caja Ávila. En 2012, su amigo Gonzalo Jiménez se hizo cargo de la secretaría de la Fundación Las Edades y ofreció a Eduardo la primera y más importante colaboración: ilustrar el cartel de la muestra Monacatus, que ese año se celebraría en la localidad burgalesa de Oña.

-¿Cómo recibió el encargo de Las Edades

-Conocía a Gonzalo Jiménez desde los 18 años. Con él tuve un trato muy intenso y muy cercano. Cuando él se hizo cargo de la Fundación Las Edades, me propuso el cartel de Oña. Me llegó de nuevas y lo asumí con mucha ilusión. Ahora lo pienso y la verdad es que fue muy atrevido.

-¿Cuál fue su apuesta para la exposición Monacatus?

Dibujé las manos de un monje, unas manos robustas, muy fuertes, que conectaban con la idea del ora et labora. La verdad es que verlo colgado en grande en el monasterio de Oña fue para todos una sorpresa, un fuerte impacto. De los monjes conocía la regla de san Benito y poco más, pero tenía un conocimiento cercano de la realidad de los sacerdotes a través de Gonzalo.

Carteles de las muestras "Monacatus", "Teresa de Jesús, Madre de Oración" y "Aqva".

-Y después vino Credo, en Arévalo.

-Para Credo nos propusimos aprovechar el lugar en el que se celebraba la muestra, la iglesia de Santa María. Allí había un friso románico, unos rostros románicos pintados en la parte de la cabecera del templo. Sustituimos medio rostro por una pintura actual. La idea era la transmisión de la fe cristiana, desde los antiguos hasta la actualidad. Como en el resto, Esther Martín se encargó de realizar el cartel a partir de mis pinturas.

- En Eucharistía, la muestra de Aranda de Duero en 2014, apostó por un bodegón...

-Me sirvió de inspiración un cuadro de Salvador Dalí, una cesta de pan. El objetivo consistía en explicar de un modo simbólico lo que es la eucaristía. Se trata de un bodegón naturalista y al mismo tiempo moderno, con elementos cotidianos: la imagen del pan, del vino y del agua, realzados con un poco de color.

-¿Ha sido la pintura sobre Santa Teresa su mejor obra?

-Desde luego es el cartel más simbólico, el de más difícil lectura. Intenté apartarme de la imagen convencional de la santa€ y se me ocurrió hacer una pintura en la que no apareciera más que su legado: la reforma carmelita representada por el hábito, sus escritos encarnados en la pluma y su santidad y misticismo con la elevación de su ropaje sobre el suelo. Todo es muy barroco, austero, hecho a lápiz y con un punto de luz cenital.

-¿Recibió alguna influencia de Venancio Blanco, que también realizó una escultura muy original de Teresa de Ávila?

-Desde luego, no buscada. Me gusta mucho Venancio Blanco, pero es curioso que hay gente que me atribuye influencias de artistas en quienes siquiera me he parado a estudiar. En el caso de la pintura de Teresa, hay quien ve un parecido con la imagen de la Santa en el Mercado Grande.

-Supongo que para usted será un lujo que tantas y tantas personas hayan acudido a Ávila y a Alba de Tormes, porque la imagen del año teresiano ha sido la suya...

-Indudablemente. Las Edades arrastran a mucha gente, personas de todas partes que vinieron explícitamente a Ávila para la muestra. El recorrido por los tres templos me parece fantástico y la propuesta expositiva, extraordinaria. Ninguna muestra propone las obras de esta manera y el hecho de tener varias sedes me parece que enriquece la muestra y te obliga a conocer la ciudad. En la nueva etapa no está presente la potencia de las catedrales de Castilla y León, pero la idea actual también es muy buena.

-Y llegó Aqva. ¿Qué fue lo primero que se le ocurrió al conocer el nombre de la exposición de Toro?

-Lo primero que trabajamos en el tema de la exposición, el "leitmotiv". El título es muy importante y después va el cartel. Claro que elegirlo es complicado, porque ya se han tocado muchas cosas. Cuando Gonzalo me habló de Aqva, volví al origen para cerrar un círculo. En Oña había dibujado las manos de una persona mayor, dibujadas a lápiz, muy fuertes. Esta vez opté por unas manos infantiles, las de mi hija, en una actitud de jugar con el agua de la fuente, con color. Quería algo más alegre, dinámico, simétrico. Pero me he basado en Oña. Quien se acerque al cartel, lo puede leer de diferentes modos. De una forma cristiana -con la presencia de Dios y cómo nos transforma- o con la de cualquier espectador. El agua cae en una línea vertical, muy pura, rebota y se desparrama.

-¿Qué espera de la muestra de Toro? ¿Conoce la ciudad?

-La conozco desde hace mucho tiempo y tengo ganas de volver. Espero que toda la ilusión que tiene la gente se materialice en la muestra. Van muchas exposiciones y es difícil ser creativo, pero creo que la apuesta por incorporar arte moderno es una originalidad que va a dar mucho juego.

-¿Qué opina de la muestra Las Edades?

Que no hay otra en todo el país. El año pasado la visitaron más de 400.000 personas. No hay exposiciones que tengan ese tirón. Prueba de ello es que la piden desde los lugares más recónditos.

-Supongo en que estará de acuerdo en cómo esta iniciativa ha transformado la visión de los castellanoleoneses de su propio legado...

-Cuando estudiaba en Salamanca, acudí a aquella exposición y me quedé maravillado. Es propio de los españoles no reconocer lo que tenemos, lo bueno que hacemos. El patrimonio de Castilla y León es brutal y no está mal que lo digamos de vez en cuando mientras en otros sitios hablan de comunidades históricas.