«Pensaba que las consecuencias del cambio climático las verían mis hijos, pero ya no, las estoy viendo yo», reflexiona el artista Pablo Genovés que a lo largo de su trayectoria y a través de su obra ha mostrado su inquietud por la amenaza, cada vez más real, de la destrucción de la naturaleza, de la cultura, de la belleza. Con esas inquietudes inaugura este viernes, a las ocho de la tarde, La vida eterna en la Sala Verónicas de Murcia, con un proyecto realizado específicamente para esta exposición.

«Verónicas tiene unas paredes tan imponentes que, aunque mi obra suele ser de gran formato, no había manera de competir», recuerda Genovés (Madrid, 1959). Por esta razón, ha cambiado su habitual montaje expositivo y en La vida eterna mostrará por primera vez vídeos de sus fotografías, «las he animado a modo de collages», explica el creador.

Será en diferentes instalaciones a lo largo de la sala, como un gran tríptico y otras tres piezas -una de ellas en la zona del coro de clausura-, más estáticas, en las que casi es imperceptible el movimiento.

«Ha sido un trabajo enorme, porque en el vídeo tienes que mirar cada detalle, pero lo he pasado muy bien», reconoce el artista madrileño que en este proyecto específico para la sala se ha permitido «estar más atento a la dureza del mensaje; hay algo de panfleto, no quería cuidar tanto la belleza para ser más drástico, más hiriente». Pero las oníricas imágenes de Genovés no dejan de tener una inquietante belleza. «Procuro aunar el drama con un trasfondo poético; siempre pienso que mi obra gráfica va a acabar en manos de alguien que va a vivir con ella y hay que darle belleza», explica.

Genovés sigue enviando un claro mensaje sobre la destrucción del patrimonio, sobre la naturaleza que quiere recuperar el lugar que le fue arrebatado. «Los seres humanos -lamenta- hemos avanzado de una manera contradictoria, casi imposible» y el autor quiere recrear un pasado histórico en peligro y hacer reflexionar también sobre el paso del tiempo, a la vez que se aproxima a nuestro legado artístico. «Soy muy crítico, pero es que veo que, sobre todo en Occidente, en España, es exagerado el total desprecio a la cultura», dice el autor. «Si se ve el arte como un lujo, como algo que no vale para nada y es lo primero que se puede sacrificar cuando llega una crisis económica, alguien se está equivocando; cuando no acercas el arte a las nuevas generaciones ni ayudas a los artistas creando un mercado, se crea una situación tremenda de abandono total», lamenta el artista madrileño.

Pablo Genovés sigue apostando por la creatividad para cambiar el mundo, para mostrárselo al espectador -«¡que tenga paciencia!, que no corra y se pare a observar», dice casi como una súplica ante las prisas-. Y busca en su inmenso archivo de fotografías que encuentra en mercadillos o bibliotecas y las ensambla posteriormente con otras imágenes de la naturaleza -o la fuerza de la naturaleza- captadas por él mismo.

En este caso, ha seleccionado fotos de iglesias, principalmente. «El arte tiene algo de fe, hay algo de utopía que mueve a los artistas y he querido dialogar así con el espacio, en vez de matarlo».

Y, a partir de ahí, las ideas iban surgiendo. «Al final la obra manda, va cambiando a lo largo del proceso y es bonito; de repente formas parte de un engranaje y te conviertes en espectador de tu propio trabajo. Me gusta -añade entusiasmado- ese poder embaucador de la propia obra, que te cuenta lo que eres y hace que surjan cosas de lo más inesperadas; es lo mejor de ser artista. Es apasionante».

Por eso cree Pablo Genovés en la creatividad para que este mundo avance «sin que lo estropeen los intereses del poder, sin dejarnos llevar por el egoísmo; es difícil -concluye-, pero quizá aprendamos a avanzar y a organizarnos sin estropearlo todo».