La literatura y las marcas no están reñidas. Lejos de eso, alguna de las principales compañías nacionales e internacionales deben su nombre a clásicos del género de la aventura o la mitología griega. Algunos de los ejemplos más llamativos son los siguientes:

Yahoo

En 'Los Viajes de Gulliver', Jonathan Swift narra la llegada del protagonista al impronunciable país de Houyhnhnms, dominado por civilizados caballos y en el que habitan los 'yahoo', unos seres sucios, embrutecidos y desagradables, muy parecidos a los humanos. Según la versión oficial, los fundadores de la compañía norteamericana 'yahoo!', Jerry Yang y David Filo, decidieron utilizar este nombre inspirados en el calificativo que el padre del segundo de ellos, conocedor de las aventuras de Gulliver, utilizaba para describir a su hijo y a su inquieto amigo.

Starbucks

La compañía de Seattle, fundada por dos profesores y un escritor y convertida en un emblema de la globalización, debe su nombre a un personaje de 'Moby Dick', la novela más aclamada de Herman Melville. A uno de los tres socios de Starbucks le gustaba el nombre de Pequod, el barco de la novela, pero otro le replicó que nadie bebería una taza de "pee-quod". No es para menos, pues en inglés 'pee' significa orina. Finalmente, se decantaron por Starbucks, en honor a Starbuck, el primer oficial del barco que acechaba a Moby Dick.

Zara

Cuando en 1975 Amancio Ortega fue a registrar el nombre elegido para su tienda de ropa en A Coruña, se encontró con un problema. La marca que había elegido, Zorba, inspirada en la película 'Zorba el griego', ya había sido escogida por una cafetería, así que tuvo que buscar una fórmula que conservase la sonoridad que deseaba. Se decantó por Zara. Así nació uno de los mayores imperios textiles del mundo. La película es una adaptación de una novela homónima del autor griego Nikos Kazantzakis.

Anís del mono

Otra literatura, en este caso la científica, fue la que inspiró el nombre de una marca de anís que, gracias al atractivo de su etiqueta y a la costumbre de rascar su botella para acompañar los villancicos navideños, se convirtió en la más popular de España. La etiqueta se creó en 1870, once años después de la publicación de 'El origen de las especies' de Charles Darwin y en pleno debate acerca de la evolución del hombre. En la etiqueta aparece la cara de un señor calvo y barbudo, presumiblemente el propio Darwin, con cuerpo de mono y un pergamino en el que se lee: 'Es el mejor. La ciencia lo dijo y yo no miento'. La duda es si los creadores de este anís, los hermanos Bosch y Grau, quisieron ensalzar la figura del científico británico o, por el contrario, ridiculizarla.

Apple

Dentro de la relación entre las marcas y la literatura científica aparece el logo más icónico, el de Apple. Hay distintas versiones acerca del origen de la marca, desde la que alude a la admiración de Steve Jobs por los Beatles hasta la que recuerda el gusto del fundador por las frutas (Macintosh es una variedad de manzana), pasando por la que se centra en el mordisco que aparece en el logo y lo relaciona con el que dio Eva a la manzana del Paraíso (bite, mordisco, suena como el bit informático). Sin embargo, una de las teorías más plausibles recuerda que en 1976, en el primer logo de Apple, se veía a Isaac Newton leyendo un libro debajo de un árbol, con la manzana del descubrimiento a punto de caer sobre su cabeza.

Montecristo

La marca de puros cubanos Montecristo debe su nombre a la novela de Alejandro Dumas 'El conde de Montecristo'. Los fundadores quisieron además dejar patente esta relación literaria y crearon una etiqueta en la que aparecen espadas cruzadas y una flor de lis. La marca, creada en los años treinta, sigue siendo la más prestigiosa dentro de los puros cubanos, solo superada en 1968 por Cohiba.

Romeo y Julieta

Sin salir de las marcas de puros, Romeo y Julieta, creada en 1875, forma parte de las más conocidas del mundo. El nombre procede de la tragedia escrita por William Shakespeare y debe parte de su fama a Winston Churchill, convertido en uno de sus más devotos fumadores.

Ajax o Áyax

Ajax o Áyax es uno de los héroes de la Ilíada, el relato de Homero sobre la guerra de Troya. Luchó con los griegos y fue considerado el segundo mejor guerrero de su bando, solo por detrás de Aquiles. Se batió cuerpo a cuerpo con uno de los héroes troyanos, Héctor, y ganó. Se lo describe como un guerrero de gran estatura y fuerza colosal. No es de extrañar que dé nombre a un potente producto de limpieza con olor a pino.

Nike

La mitología griega también ha sido una fuente de inspiración para las marcas. La compañía estadounidense Nike se llamaba en su origen Blue Ribbons Sports, pero sus fundadores, Bill J. Bowerman y Philip H. Elsable, decidieron darle un nombre inspirado en Niké, la diosa griega de la victoria, para reflejar los valores de sus productos deportivos. Las mermeladas Helios (dios del Sol), Hero (sacerdotisa griega) y los productos de lujo Hermes (el dios mensajero convertido en Mercurio por los romanos) son también ejemplos de marcas inspiradas en la mitología griega.

Canon

La compañía japonesa debe su nombre a su primer modelo de cámara, diseñado en 1934 y bautizado como Kwanon, en honor a Kuan Yin, la diosa budista de la misericordia. Cincuenta años después, el grupo lanzó sus cámaras fotográficas EOS, que no solo es el acrónimo de 'electro optical system', sino también el nombre de la diosa griega de la aurora, Eos.

Indra

El gigante español de la tecnología, con una facturación de 3.000 millones de euros al año y una plantilla de 39.000 trabajadores, comparte nombre con el rey de los dioses de la mitología hinduista. Indra figura como héroe, dios y figura central del Rig-veda, un libro sagrado del hinduismo. Es además dios de la guerra, la atmósfera, el cielo visible, la tormenta y el rayo.

Captain Morgan

Esta marca de ron de Diageo debe su nombre al pirata del Caribe más temido por los españoles en el siglo XVII, Henry Morgan, convertido por cierto en Sir por la Corona británica. El corsario ha inspirado innumerables películas y obras literarias, entre ellas 'La taza de oro', de John Steinbeck.