Una historia de intriga, con sentido del humor, ambientada en un pueblo de Galicia en los años cincuenta, justo cuando Ava Gardner llegaba a España para rodar una película. Un pasado oscuro y dos hermanas que regresan trastocando la tranquilidad de una aldea. Las Inviernas es «una deliciosa historia» que mezcla realidad y ficción y que pone sobre el papel las leyendas orales de la tierra natal de Cristina Sánchez-Andrade (Santiago de Compostela, 1968).

¿Qué le parece ser finalista del Premio Mandarache?

Es un gusto saber que es un certamen para fomentar la lectura y siempre es una buena noticia saber que los jóvenes van a leer, a opinar y a decidir.

¿Cree que Las Inviernas es una buena historia para que los jóvenes se acerquen a una España casi extinguida?

Sí, se van a acercar a otra realidad anterior a la nuestra, aunque si lo pensamos no han pasado tantos años. Los años cincuenta están a la vuelta de la esquina a pesar de todos los cambios. Pero es cierto que cuando les cuento a mis hijos, por ejemplo, que antes en las aldeas los animales estaban en las propias casas para dar calor, piensan que me lo estoy inventando y escenas de este tipo se recogen en la novela.

¿Qué hay de ficción y qué hay de realidad? ¿Cómo decidió aglutinar estas historias?

Tenía muchísimas historias de la tradición oral de Galicia, mi abuela las contaba a menudo y eran preciosas y me daba pena que se fueran a perder. Son historias que han sucedido y hay personajes reales, aunque por supuesto he utilizado la ficción para darle coherencia a la trama. El punto de conexión es la visita de Ava Gardner a España y la ilusión de las Inviernas, que tienen el sueño de ser actrices.

Tanto en esta como en sus demás novelas, está muy presente el tema de la identidad, ¿hemos perdido la capacidad de saber quiénes somos?

Yo creo que nos morimos sin saber quiénes somos, en realidad. Hay una frase de Borges, que viene a decir que cualquier destino, por largo que sea, tiene un instante en el que sabemos quiénes somos; hay un momento en la vida en el que algo o alguien nos hace descubrirlo. Y eso pasa en los personajes de mis novelas también.

Ha escrito novelas con Coco Chanel o Kristina de Noruega como protagonistas, en Las Inviernas aparece Ava Gardner, ¿qué le llama la atención de estas mujeres?

Son mujeres con mucho interés. Lo primero que me llama a escribir es el personaje, es mi motor, y normalmente es él el que me elige a mí. Escribí una novela sobre Kristina de Noruega tras visitar su tumba en Covarrubias y conocer su historia con Alfonso X, y la de Chanel, tras saber que murió completamente sola en la suite de un hotel.

¿Sigue pensando, como dijo en una ocasión, que escribir es como hacer 'striptease'?

Totalmente. Cuando uno escribe tiene que tocar el corazón del lector y, para generarlo, tienes tú también que vivirlo y realmente haces un striptease, porque no es fácil y a veces son historias crudas. Depende de qué tipo de libro, pero aunque el escritor intente esconderse detrás de sus personajes o de sus historias, al final siempre sale, porque entre la vida y la literatura no hay un línea divisoria.

En su último libro, 47 trocitos, relata la historia de una niña que tiene una hermana con síndrome de Down, ¿por qué decidió hacer el retrato desde esa 'perspectiva'?

Era una especie de deuda con mi hija pequeña. Siempre se cuenta la discapacidad desde el punto de vista de las personas que la tienen, pero los hermanos lo viven desde un punto de vista diferente a los padres, los abuelos... Los niños que tienen hermanos con síndrome de Down, al menos en mi caso [la autora es madre de cuatro hijos, una de ellas, Julieta, con síndrome de Down], son muy maduros, están muy concienciados con la diversidad, pero evidentemente hay una parte de celos, de vergüenza... Yo lo puedo adivinar al ver a mis hijos y quería contar todo eso. Además, cuando uno escribe se saca los demonios de dentro y quizá ha sido mi venganza contra los 'niños cuervo', como los llamo en el libro, y que son aquellos que hacen bullying y se ríen de los demás.