­­­Sus ojos son de un profundo e inquietante azul. No tienen edad. Son eternos, como las ciudades que ama. José María Álvarez (Cartagena, 1942) ha dedicado su vida a escribir poemas que se graban a fuego como tinta bajo la piel. Ahora ve la luz Seek To Know No More (Renacimiento, 2016), un libro de versos potentes, directos, irónicos€, pero, sobre todo, un libro bello.

Ha llamado a su nuevo libro Seek To Know No More (No quieras saber más). ¿Es mejor vivir con incertidumbres que con certezas?

Con certezas sólo viven los cretinos. Los demás nos movemos en un mundo de conjeturas, dudas...

En los títulos de los poemas de este libro dialoga con Cervantes, Aleixandre, Kavafis, Góngora y otros muchísimos autores. ¿Qué les debe?

Les debo todo, las más intensas emociones de mi vida, mi memoria, el inmenso placer de su lectura. En última instancia, y quizá en primera, un escritor lo que hace es hablar, medirse con otros escritores, con los grandes muertos.

Dicen que ya escribía intentos de poemas teniendo tan solo diez años€

Incluso antes [interrumpe]. Cuando murió mi madre encontré algunas cosas mías que ella tenía guardadas. Y son anteriores, de mis ocho o siete años.

Hoy, décadas después, acumula poemarios, ensayos, novelas€ ¿queda algo por decir?

Nunca se sabe si nos queda algo por decir. Pero la curiosidad, y no me refiero a la externa, sino a la que nace sobre uno mismo, no termina. Podrás escribir con más acierto o menos acierto, pero siempre está la curiosidad.

Ha escrito sobre amor, deseo, política, muerte€, ¿hay algún tema que se prohíba?

No. Tampoco creo que un escritor deba prohibirse nada. Es lo que viene, lo que viene. En mi nuevo libro hay poemas desde la carga de Gettysburg, que es largo, hasta cuando murió el cardenal Danielou; o el recuerdo de Alejandría en plena revolución...

Utilizando algunos de los versos que incluye en este libro: ¿Ha tenido algún sentido su vida?

Sí, supongo. Escribir es un destino.

¿Tiene el poeta, el intelectual, un papel en la sociedad? ¿Le debe algo por su papel de intelectual?

No. Como decía Machado: «Al cabo, nada os debo». Y el «debéisme cuanto he escrito» no sé hasta qué punto es (sonríe). No. A la sociedad no le debe nada la escritura, porque es algo que se produce aparte de la sociedad. Es como si me dices que el escritor le debe algo a su primo hermano, a su mujer, a sus hijos. Pues no sé, quizá en algunos casos sí le debe algo. Yo tengo un verso que le debo a un hijo mío.

Dice el poeta Alfredo Rodríguez, que ha publicado varios libros de entrevistas a usted, que su poesía es celebrada por el lector inteligente.

Yo ahí no estoy de acuerdo, porque la poesía no requiere tan sólo de inteligencia. Uno escribe lo que a uno le emociona. Y luego hay gente que lo lee y se emociona contigo. Y ese que se emociona puede ser Einstein o un pastor analfabeto que abre los ojos de par en par cuando le recitan las Coplas por la muerte de su padre de Jorge Manrique.

¿Y no le preocupa que los lectores puedan perderse entre las referencias, las citas, los recursos a la historia y los demás elementos culturales que incluye en sus poemas?

No. Tú dejas ahí un mundo, y unos cogerán un trozo, otros otro€ Luego, con el tiempo, llegan los expertos y se cargan el libro: es cuando empiezan a decir «aquí en realidad se está refiriendo a... o, se ve que le dolía una muela cuando hizo este verso; o cuando era niño y quiso que le compraran un pastel y no lo hicieron y se traumatizó...». Es el cáncer de la enseñanza. El Arte es emoción y encanto. Y nada más. Y, además, no tiene explicación. A mí me gustaría mucho que cualquier poeta de verdad, salvo que sea un imbécil, me diga por qué escribe. Porque yo no lo sé.

Muchos de sus adeptos coinciden en que en usted no sabe a poco un poema corto. Y es que hay autores que se empeñan no en hacer poemas largos, sino en alargar los poemas.

Uno de los elementos que entran en el proceso cuando estás metido en un poema es coger el instrumento con el que ese poema se toca. Quiero decir: saber si esto es para piano, o clarinete o€ Eso es fundamental. Hay poemas de clarinete, otros de piano y otros€, no sé, de guitarra eléctrica. Y luego, ¿cuándo está acabado? Para mí es muy claro: está acabado cuando ya no puedes tocar más o cuando sabes que si tocas algo, aunque sea por poner una palabra más exacta, te lo cargas.

¿Qué quiere decir?

Un ejemplo: Borges tiene un poema muy breve que me parece asombroso. Creo que es uno de los mejores poemas de amor o de deseo que he oído nunca. Dice: «Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca /aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach». Borges, en los últimos años, cambió la palabra abrazo por la palabra amor. Yo le dije que no lo hiciera. En cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach es mucho más intenso que en cuyo amor desfallecía Matilde Urbach. Yo sigo leyéndolo siempre como abrazo. Incluso en algunas ediciones que ya viene como amor lo tengo corregido€

¿Tiene sentido publicar en papel todavía?

Para mí no hay otro medio civilizado.

Pero usted tiene todos sus libros disponibles de modo gratuito en Internet.

Yo no creo en el copyright. A veces he dicho que perfectamente podríamos ser anónimos, como los que construyeron las catedrales. No tengo ninguna manía con mi nombre. Uno hace algo no sabe por qué, sino porque tiene la necesidad de hacerlo. Y, una vez hecho, no le pertenece a él. Eso es del mundo.

A partir de los 2000, los periodos de espera entre libro y libro se acortan. ¿A qué se debe?

A que son breves. Y a que mi editor está deseando publicarlos.

Sin embargo, llevan detrás un trabajo de años. Hay ahora una generación que, a los 20 años, ya han publicado varios libros de poesía. ¿Cree que falta, en la poesía actual, ese trabajo continuo, ese reposo?

Sin duda. Pero se precipitan, entre otras cosas, porque todo invita a que se precipiten. Piensa en la cantidad de revistas, de periódicos, de suplementos culturales, de actos y lecturas -aunque ahora hay menos porque hay menos dinero para tirar-. Así, cualquier poeta joven que empieza a los dos días ya está por ahí publicando. Se da poco tiempo para que ´eso´ se asiente. Y también poco tiempo para que pase los filtros de la desesperación por no publicar, etcétera.

¿También falta más respeto del escritor por uno mismo, el deseo de querer hacer algo digno?

Sí. Eso es lo básico. Hay algo que percibo -y no solo en escritores jóvenes, también en gente de mi quinta-, y es su profunda incultura. Y no es que haga falta ser muy culto para escribir poesía: Rimbaud era jovencito y había leído muy poco cuando empezó a escribir y sus versos son inolvidables. Lo que sí hace falta, si persistes y si quieres estar en este mundo, es sentir que tu destino es la literatura. Y por lo que veo ahora mismo en gente posterior a nosotros -sobre todo en las últimas hornadas- es que la mayoría no han leído absolutamente nada. ¡Pero nada! Hay enormes vacíos.