La tarde de ayer en Las Ventas, quinto festejo de la Feria de San Isidro, deparó un espectáculo de lo más anodino por lo poco que se prestaron los ´bueyes´ de Pedraza de Yeltes, de los cuales sólo uno sirvió para hacer el toreo, sin que su matador, Juan del Álamo, lo acabara de aprovechar. El lorquino Paco Ureña tuvo que ser atendido en la enfermería de «puntazo sobre cresta ilíaca derecha y otro más con hematoma en muslo anterior izquierdo con pronóstico leve», tras una revolcón de su primero de la tarde.

El primero de Ureña fue un astado basto de hechuras, que se movió al trote, sin pasar nunca de las medias embestidas y sin celo alguno, saliendo siempre distraído entre pase y pase, y parándose también en la mitad de su lidia. El murciano trató siempre de pasarlo con suavidad, sin violentarle, todo a favor de obra. Pero ni así. Lo único que se llevó Ureña fueron dos tarascadas y el desagradecimiento del respetable, que lejos de valorarle el esfuerzo le apremió a que dejara de insistir en la cara de semejante mulo.

Con Ureña en la enfermería, Del Álamo toreó el quinto y el lorquino volvió a salir a la plaza en el sexto, otro toro sin opciones con el que Ureña, que volvió a ser volteado de forma dramática, quiso mucho pero no pudo resolver.

El lorquino compartía cartel con Javier Castaño (silencio tras aviso y leves pitos tras aviso) y Juan del Álamo (ovación tras aviso y silencio) en una plaza que registró menos de tres cuartos de entrada.

Tras la corrida de toros, Ureña se lamentaba de su «mala suerte» con los toros que le tocan en suerte -también se fue de vacío el pasado sábado-, aunque no pierde la esperanza de que algún día «el azar se dé la vuelta y me sonría», dijo.

«Se que no tengo techo y espero que algún día pueda llegar a ser. Ahora me encuentro destrozado, pero más que por las contusiones por esa mala suerte antes comentaba», apostilló.