La fundación Mars One dice aspirar a llevar a un grupo de humanos a Marte, un proyecto que, no obstante, ha sido criticado por los que creen que no es viable ni financiera ni técnicamente. Pero, al margen de las críticas, lo cierto es que miles de voluntarios se han ofrecido como colonos, y del centenar de preseleccionados, dos son españoles. ¿Qué les lleva a estar dispuestos a dejarlo todo para embarcarse en un viaje, literalmente, sin retorno?

"Sería cumplir mis sueños", explica Pablo Martínez, físico madrileño de 37 años y uno de los 100 aspirantes a colonizar Marte en el proyecto Mars One. Otro es el barcelonés Àngel Jané, técnico de software de energía solar de 39 años. ¿Por qué querrían dejar su vida en la Tierra, arriesgarse a ir a Marte en un viaje que es sólo de ida, empezar allí una existencia muy difícil? Ambos cuentan que son apasionados del espacio y se muestran convencidos de que, tarde o temprano, "la especie humana se expandirá a otros mundos". "Quiero formar parte de este proyecto de la humanidad, creo que se acabará realizando de una forma u otra y no quiero arrepentirme de no haberlo intentado", resume Jané.

El proyecto Mars One lo lanzaron en el 2011 dos emprende­dores holandeses, Bas Lansdorp y Arno Wielders, mediante una fundación sin ánimo de lucro y con el objetivo de plantar una colonia humana en Marte. La misión se propone "como en su día el proyecto Apolo, para inspirar a generaciones a creer que todo es posible y todo puede alcanzarse". El primer vuelo tripulado, de cuatro astronautas colonos, se preveía en el 2024, pero en marzo Lansdorp anunció un retraso de dos años.

Mars One prevé seleccionar y preparar a los colonos y lanzar la misión, contratando la tecnología a otras empresas, idea que, para muchos, es un brindis al sol; hasta la califican de fraude. Se pone en duda su capacidad de impulsar una misión de tanta trascendencia sin ser una agencia espacial ni una compañía aeroespacial y partiendo de cero recursos financieros.

La idea sedujo, con todo, a 200.000 aspirantes a astronautas colonos, según la organización (todas sus cifras se cuestionan). El pasado febrero quedaron 100 aspirantes (tras dos rondas de eliminación mediante cuestionarios y una entrevista online). Entre el 2015 y el 2016 se prevé elegir a los 24 que se prepararán para la misión.

"Sería un legado, una oportunidad de crear un mundo mejor"

Jané y Martínez esperan estar entre ellos. Están impacientes por entrenar, aprender€ Cuando Magazine les reúne, especulan sobre qué pruebas deberán superar de aislamiento, de convivencia en condiciones extremas. Hablan de si a los cosmonautas rusos les someten a tal prueba, del último avance en ciencia espacial, lo que se ha descubierto sobre Marte... No les cuesta imaginarse en el planeta rojo. De la colonia no se ha concretado gran cosa: que sería permanente y, una vez allí, sin posible regreso, los colonos deberían valerse de sus recursos para sobrevivir, lo que no asusta a los aspirantes. "Realmente, cada día sería una aventura", anticipa Jané.

De los 100 aspirantes a marstronauts, como se autodenominan algunos, hay tantas mujeres como hombres; 39 son originarios de América, 31 de Europa, 16 de Asia, siete de África y siete de Oceanía. Muchos mantienen contacto por correo electrónico y redes sociales. La mayoría tiene formación universitaria, y muchos, del ámbito científico y tecnológico, pero, según sus vídeos en la web del proyecto y en YouTube, hay de todo: desde una estudiante india de 19 años hasta un pakistaní de 60; hay arquitectos, médicos, diseñadores, profesores de yoga, exsoldados, un informático iraquí, un experto en relaciones internacionales e incluso un polaco que dice ser marciano y ofrecerse de guía, un guiño, se supone, al sentido del humor que se pide a los aspirantes, aunque todos parecen tomarse el proyecto en serio.

Casi todos dicen que les entusiasma la ciencia, la exploración interestelar, la ciencia ficción y son de espíritu inquieto, aunque no cabía esperar otra cosa dado para qué se ofrecen. "Vi en Mars One una oportunidad única en la vida de hacer algo, no sólo soñado, sino que beneficie a generaciones futuras. Sería un legado, una oportunidad de crear un mundo mejor para nuestros descendientes. Es ser parte de algo mayor que yo y mi mundo", comenta por correo electrónico Dianne McGrath, aspirante australiana de 45 años, que dice tener experiencia profesional en liderar y gestionar proyectos. Está segura de que "se podrían obtener lecciones para mejorar la vida en la Tierra". Son soñadores, sí, y animan a serlo: "Es importante perseguir nuestros sueños", invita McGrath a los jóvenes.

Martínez y Jané explican que en alguna entrevista, más que soñadores les han llamado ilusos. "La exploración espacial es una realidad, cada paso que se da antes se antojaba imposible", defiende Jané. Una pregunta que siempre les hacen es "¿por qué quieres ir a morir a Marte?". "Es que mi punto de partida no es ese, quiero ir a vivir a Marte", corrige Martínez. "Siempre se necesitarán pioneros para ir más allá en todos los campos y maneras de pensar", coincide por correo un aspirante alemán, Robert P. Schröder, estudiante de electrónica de 27 años.

La mayoría de los aspirantes son muy deportistas -Martínez es monitor de judo, y Jané practica paracaidismo y corre-, y muchos destacan que son de carácter abierto, que responden con calma a situaciones estresantes€ Es el perfil de persona que busca Mars One. "Nos dijeron que no buscan tanto personas con conocimientos científicos como que estén motivadas para ir a Marte, que hayan meditado bien los riesgos y que se adapten a la convivencia", explica Martínez. Esta es una peculiaridad de Mars One: ofrece ser astronauta a personas de fuera del que sería el ámbito de selección de la agencia espacial norteamericana (NASA), la europea (ESA en sus siglas en inglés) u otras. Schröder apunta que siempre quiso ser astronauta, pero pensó que no estaba a su alcance.

Otra baza de la que alardea Mars One es de ser una iniciativa internacional, de la sociedad, no de una agencia gubernamental, para evitar el monopolio de un país y ser un logro de todo el mundo. Pero todo esto son lastres, más que ventajas, para los escépticos que -aunque Arno Wielders ha trabajado en misiones espaciales y presumen del respaldo de científicos- ven Mars One muy distinta a, por ejemplo, ­Space X, la compañía aerospacial del millonario tecnológico Elon Musk.

Porque el mayor lastre se considera la falta de recursos económicos. Se prevé costear el proyecto mediante inversores y patrocinios. Y se ha anunciado la intención de vender derechos de imagen de la preparación de los colonos y su viaje. Un acuerdo -ya roto- con Endemol, productora de Gran Hermano, hizo que cuajara la idea de que se quiere hacer un reality show. "No es esa la intención, por lo que nos han dicho, sino que, al ser una iniciativa que afecta a la humanidad, mucha gente pueda sentirse partícipe", aclara Martínez, a quien esta cuestión causó recelos iniciales. Cree que fue un error de comunicación y "ha dado mala prensa al proyecto".

En marzo surgió otra polémica: fue expulsado un aspirante descreído, un astrofísico irlandés que cuestionó la selección y dijo que Mars One sólo quiere candidatos que aporten dinero -meses antes defendía el proyecto incluso en conferencias-. El episodio ha hecho que algunos aspirantes pidan "más transparencia" a la organización. A los españoles, participar no les ha supuesto más gasto que los 24 euros de inscripción, y quien quiere compra camisetas u otro merchandising. Tampoco les ha reportado ingresos. La organización ha apuntado que a los 24 seleccionados les contratará y cobrarán, y se regulará la posible actividad publicitaria.

"Es ilusionante pensar en ir a Marte"

Hasta ahora, Pablo Martínez y Àngel Jané han compaginado la ilusión de participar en una iniciativa sin igual con una vida cotidiana muy común para muchos españoles, en que la primera preocupación es cómo pagar las facturas. Jané se quedó en paro hace año y medio; Martínez da clases de refuerzo a estudiantes a falta de un empleo menos precario. Ambos se han planteado emigrar. Creen que no tienen nada que perder con Mars One y quizás sí mucho que ganar: cuando menos, una formación inusual, una experiencia inédita... "Es ilusionante pensar que tienes la posibilidad de ir a Marte, es un objetivo vital brutal, ya no es sólo la lucha diaria por pagar las facturas, tienes un objetivo que supondría cumplir tus sueños", cuenta Martínez.

Jané vive en pareja, con su hija de cinco años y un hijo de siete de la relación anterior de su mujer. El barcelonés relata que la reflexión de dejar un día a su familia "fue lo primero que hice". "Si me tuviera que ir en un año o dos, no me habría apuntado -razona-, pero tengo al menos 10 años por delante para ejercer mi papel como padre, que creo que exige dar a mi hija unos valores y unas herramientas para que sea autónoma y puedan manejar su vida". Aun así, cuando supo que el proyecto se retrasaba comentó: "Dos años más para estar con mi hija". "Papá, cuando sea mayor, vendré a Marte a verte", le ha dicho Anna a su padre. "Yo a mis padres les dije que sería como cuando me fui de casa, sólo que no podría ir a comer los domingos -bromea Martínez-. Claro que piensas que dejarías a los tuyos, que cuando nos necesitáramos, no podríamos darnos un abrazo físico...".

Entre los familiares, amigos y conocidos hay quien les repite que nunca irán a Marte, quien cree que están un poco locos, quien dice envidiarles, quien les ve como héroes€ "Los que te quieren, casi todos acaban diciendo: ´Si es tu sueño, adelante´", apunta el físico. Pero aún mantienen los pies en el suelo: él, por ejemplo, evita hablar del plan con los chicos a los que da clases -"no les servirá para aprobar"-. Jané tampoco ha alterado su vida, salvo en que se ha tomado más en serio el inglés.

El sueño podría acabar en nada... Ambos conservan la fe en que se cumpla, pero dicen ser conscientes de la envergadura del proyecto, de que la selección se complica ahora y el viaje queda a 11 años vista.

Eso, sin tener en cuenta que muchos expertos enfrían las expectativas. Ignasi Casanova, profesor de la Universitat Politècnica de Catalunya especialista en ciencia planetaria, cree que el proyecto Mars One no es viable, porque no existe la tecnología para enviar a humanos fuera de la órbita terrestre, ni para garantizar la habitabilidad en Marte, aunque admite que en un futuro cabe pensar que se dispondrá de esa tecnología. "Pero, para viajar dentro de 10 años, ya debería estar en marcha", opina. Las dificultades son muchas: para empezar, el viaje duraría unos ocho meses -a la Luna son tres días- y habría elevado riesgo de radiación, habría que garantizar la habitabilidad de las naves al ser tan largo, nunca se ha hecho uno parecido... Mars One ya prevé sólo viaje de ida, porque el de vuelta sería más complejo aún.

Este profesor subraya que un fracaso en una misión así, la muerte de los astronautas -investigadores del Instituto Tecnológico de Massachusetts analizaron que aunque lograran llegar a Marte, morirían en dos meses- sería, además de esa pérdida, un revés tremendo para la exploración espacial, que tiene un elemento central de demostrar capacidad de progreso. Por eso, las misiones se sopesan mucho -aun así hay fracasos- y se hacen muchas pruebas, lo que exige elevadas inversiones. Mars One plantea misiones previas a la tripulada para enviar un satélite, un rover (vehículo de exploración) y equipamiento para la colonia, que los expertos ven insuficientes.

"Si me tuviera que ir en un año o dos, no me habría apuntado, pero tengo al menos 10 años por delante para transmitirle a mi hija unos valores", señala Àngel Jané

Luis Cuesta, jefe de la unidad de cultura científica del Centro de Astrobiología (ligado al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial y al CSIC), también ve "muchos escollos que el proyecto difícilmente podrá superar". Advierte, además, que los viajes de traslado de material o astronautas a la Estación Espacial Internacional o el envío de sondas a Marte no son comparables al viaje de los colonos.

Mars One asegura que tiene sus estudios y hará más, que dedicaron dos años a hablar con expertos de agencias espaciales y compañías aeronáuticas para diseñar un plan viable y, como recuerda la directora de comunicación, Suzanne Flinkenflögel, el calendario se ajusta a las expectativas que les dieron esas compañías (como Space X, una a la que prevén alquilar naves). Y lo mismo la estimación presupuestaria de que es posible lanzar el primer vuelo tripulado con 5.500 millones de euros, una cifra irrisoria según los expertos, y aun así alejada de la inversión que capta Mars One.

En 10 años, el panorama tecnológico puede cambiar mucho, y Cuesta recuerda que la sociedad se plantea grandes empresas, aunque tengan elevados riesgos, o no se avanzaría, así que no descarta un futuro viaje tripulado a Marte. Casanova está convencido de que los humanos irán al planeta rojo, el más similar a la Tierra del sistema solar. La NASA o Space X plantean la misión a partir del 2030 y han empezado a diseñar naves, probarán cómo generar oxígeno€ ¿Le robarán la primicia a Mars One?

La australiana Dianne McGrath defiende que es "un enfoque inteligente" alquilar la tecnología. Recuerda que el sector privado gana peso en la exploración espacial, y que esta se amplía con países como China. Parecidos argumentos esgrimió Bas Lansdorp en marzo, cuando replicó a las críticas y aseguró que tiene acuerdos con empresas (Lockheed Martin, Paragon) que estudian el satélite, los trajes y sistemas vitales. Agregó que está cerrando un acuerdo con inversores, cuya negociación ha obligado a retrasar la misión, pero esta se mantiene. "¿Sería un fracaso -alegó- si nuestro primer equipo aterriza dos, cuatro, seis u ocho años más tarde?".