Un libro, dice Pilarín Bayés (Vic, 1941), es «un contenedor de papel y tinta de alta seguridad para guardar ideas, saber, divertirse». Sabe de lo que habla. Le avalan más de 50 años y más de 800 libros. Ha ilustrado para Alba el mundo de Lucrecia.

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¿La ilustradora debe ponerse siempre tras la historia, a su servicio?

Es esencial en nuestra labor, es lo que hemos de hacer. Debe haber sintonía, lo que pasa es que a veces surge de una manera natural, espontánea. Este trabajo resultó muy bonito, porque me cayó en medio de otros extensos, complicados, duros, y este estaba lleno de ternura.

¿Los niños son un público exigente?

Muy exigente, no tienen prejuicios. Si te tienen que decir que no les ha gustado, te lo dicen. Los adultos usan cierta prudencia; si un niño te dice que le ha gustado puedes estar segura.

¿Hay que aprender a mirar?

En este caso es un conjunto, enriquecido además con la música. Las imágenes deben acompañar los textos, ayudar a hacerlos comprensibles.

En el dibujo que acompaña María la paz tras los niños jugando se ven imágenes de guerra y dolor.

Lucrecia escribe y canta un mundo mejor y lo transmite con su energía y su alegría, y hay que ponerlo en imágenes. Y también están esos contrastes: los niños trabajando por la paz y en las noticias cada día...

¿A los niños hay que suavizarles la verdad?

A los niños hay que decirles la verdad, no con dramatismo, pero es bueno que lo vayan entendiendo. Los niños son las primeras víctimas y hay que enseñarles a juzgar lo que pasa, en casa y en el mundo.

Cuando se llevan más de cincuenta años, toda la vida, dibujando, ¿se sueña en color?

Sí, desde luego. Yo sueño con libros. Pero he conseguido algo que tiempo atrás perseguí con afán: tener más horas para dedicarles. Tenía cuatro hijos y cuando eran pequeños no podía, pero ahora soy abuela y tengo más tiempo. ¿Y sabe? Es la ilusión más grande que tengo cada mañana al despertar, y soy bastante perezosa, pero sé que tengo el papel en blanco y que mi trabajo sirve a los demás, para dar a los niños conciencia de muchas cosas buenas. Y es la ilusión que me hace levantarme.

¿Cómo trabaja, no se lleva bien con la tecnología?

No he aprendido a hacer funcionar la lavadora ni el lavavajillas así que como para ponerme con las tecnologías... Trabajo con plumilla, que ya me cuesta un montón encontrarlas. Lo importante es que el cuento sea bonito y guste a los niños, pero trabajar así es como un circo sin red... si te equivocas, te equivocas. Como los antiguos monjes medievales.

Usted colabora también en prensa. ¿Qué siente cuando ve que se mata por una caricatura?

Creo que no se debe ofender ni insultar a nadie. En cualquier caso, la libertad de expresión es el mayor bien. Y la broma, relativizar cualquier cosa, es sanísimo.