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­El autor de Apocalipsis 17,1 y Acabo de matar a mi editor, entre otros muchos libros, ha recuperado a Sergio Gomes, detective que apareció por primera vez en 2009 en Ojos de fuego -novela ambientada en Madrid-, y que regresa para investigar en Cartagena la muerte de un masajista asfixiado en su gimnasio. Antonio Parra Sanz (Madrid, 1969) lleva así al detective hasta la ciudad portuaria, donde el propio autor reside desde hace décadas. «Esperemos que Gomes decida quedarse tanto tiempo como yo», dice en los agradecimientos.

Vuelve a publicar una novela con el detective Sergio Gomes, que llevaba tiempo ‘escondido’...

Sí, publiqué Ojos de fuego en 2009 con la editorial Tres Fronteras. En aquella ocasión resolvía un caso en Madrid y ahora está de paso por Cartagena y decide quedarse para investigar una muerte allí.

Gomes es un personaje solitario, desencantado, cínico... ¿no tendrá nada de usted?

Quizá en el desencanto, un poco, porque tal y como van las cosas... Pero no, él ha vivido un difícil divorcio y entra en la profesión casi por casualidad, además es muy cabezota y empecinado... quizá en eso también nos parecemos, cuando se mete en algo tiene que llegar hasta el final. Tiene algunos rasgos muy característicos de otros detectives, pero al final ha ido evolucionando hasta tener su propia ‘personalidad’.

¿Le piden sus personajes esa evolución?

No todos. Algunos nacieron muy encasillados y se mantuvieron así a lo largo de la historia, pero en el caso de Gomes si que se rebeló. Al principio iba a ser el protagonista de un relato corto, pero pidió su propia voz narrativa y más espacio, y acabó en una novela. Desapareció durante mucho tiempo y decidió que había que regresar para resolver un nuevo misterio.

¿Qué tiene que tener una buena novela de detectives?

El crimen es fundamental, al igual que una atmósfera un tanto misteriosa, aunque no excluya la realidad con la que se identifican los lectores, sí debe contar con sucesos truculentos y turbios que, al mismo tiempo, le saquen de esa realidad. De algún modo, nos atrae ese ‘lado oscuro’ y nos gusta adentrarnos en él.

Administrativo, camarero, elaborador de encuestas, a veces detective aficionado y hasta aprendiz de paparazzi... Y, además, profesor y escritor. ¿Todas esas experiencias le han ayudado a escribir?

A mí me ha resultado muy conveniente, porque vives situaciones diferentes y todas ellas te abren los ojos. Tuve un amigo detective al que a veces acompañaba y eso fue impagable para escribir sobre Gomes, porque conocía desde dentro la profesión. Todas esas experiencias te dan diferentes perspectivas de la realidad.

Decía que a Gomes sólo se parece en tener cierto desencanto, ¿qué le causa ese desencanto?

Sería una lista muy larga, pero, fundamentalmente, la hipocresía de la gente, ver que nos venden una realidad muy diferente a la que vemos día a día. Sobre todo los políticos, que nos vendieron la idea de que la crisis la habíamos provocado nosotros o, ahora, que vienen y nos dicen que todo va de color de rosas y no ven la realidad. Esas cosas me sacan de quicio.

¿Y qué le produce ‘encanto’?

Las cosas sencillas. Voy camino de cierta edad y he descubierto el placer de un libro, una conversación, un buen vino... De jóvenes creemos que cambiaremos el mundo a base de grandes hazañas, cuando la mejor manera de cambiarlo es ir apuntalándolo con pequeños detalles.

Usted fue impulsor del Mandarache, que ganó el pasado año el Premio Nacional de Fomento a la lectura, ¿es todo un logro?

Desde luego, no hay un concurso igual en España y estoy muy orgulloso de estar desde el principio. Pero lo fundamental no es su originalidad ni los premios, sino el hecho de que hayamos puesto a leer a los jóvenes.

¿Qué les anima a leer?

Es complicado saberlo, a veces crees que un tema les atrae y no es así y, otras, tienes una historia no muy interesante que a ellos sí les interesa. Creo que la clave está en contagiarles y no en obligarles. En invitarles a coger un libro.