­Daniel Canogar presentó este jueves, en la Sala Verónicas, Incontable, una exposición de siete obras audiovisuales creadas específicamente para esta muestra, que el artista madrileño explicó en compañía del consejero de Cultura, Pedro Antonio Sánchez, y la comisaria de la muestra, Julieta de Haro.

Sánchez destacó que la exposición, que se inaugura este viernes por la tarde, es la única que Canogar hará en nuestro país a lo largo de este año, por lo que es «una buena ocasión para ver su obra y una gran apuesta para esta sala».

La comisaria expresó la ilusión con la que se ha llevado el proyecto y, sobre todo, lo que ha supuesto trabajar en una antigua iglesia. Para el artista, uno de los autores más internacionales de nuestro país, «la sala tiene historia, eco, memoria, fantasmas del pasado» y hasta se ha imaginado a las monjas que vivían allí paseando por las capillas.

Julieta De Haro explicó sobre Incontable que habla sobre «la obsolescencia de la tecnología, la fugacidad de las cosas y el poder de la tecnología sobre el ser humano» y que también se ha reflexionado acerca de la imagen, el cine y los soportes personales.

Daniel Canogar (Madrid, 1964) ha trabajado en esta ocasión la instalación y, su gran pasión, la imagen en movimiento tridimensional. Afirma que le gusta intervenir en los espacios. Su obra muestra la pérdida de la memoria y el miedo a perderla y, por esta razón, todo lo que está en las piezas que exhibe ha sido rescatado de la basura. Asegura que se ha sentido como un arqueólogo y forense «rescatando lo que está a punto de desaparecer para siempre; todo va tan rápido que no nos da tiempo a captar la belleza de lo que tiramos», reflexiona el artista, que pretende con esta muestra que se disminuya la velocidad y que las personas se paren a observar.

De hecho, como explica De Haro en el catálogo, Canogar «pone en primer plano de debate el poder de la tecnología sobre el ser humano a nivel individual y colectivo, la velocidad que lleva al individuo hacia la pérdida de la identidad y la aceleración del tiempo que vertiginosamente convierte en vestigio todo lo que toca y crea».

Las siete obras que expone en Incontable están adaptadas al espacio en el que se encuentran y algunas de ellas habrá que descubrirlas entre las pequeñas capillas laterales. Todas utilizan un proyector digital, ya que sin él las obras no son nada. Proyectan imágenes, fragmentos de películas, números o palabras, según cada obra. La pieza que más destaca en la sala es Sikka Magnum, un conjunto de 360 DVD de películas que compró el propio artista del rastro por un euro y que considera un soporte en vías de extinción. Esta instalación también incluye altavoces con música, que varía según lo que se proyecta sobre los discos, y ese reflejo llega incluso al interior de la última sala, donde se encuentra la obra dedicada a la literatura, Aphasiac Mapping.

Si esta obra se centra en el DVD, hay otras dos que también utilizan otros soportes audiovisuales, en este caso, fuera de mercado. Se trata de una película de 35 milímetros con proyecciones de escenas de filmes, como Ciudadano Kane, de Orson Welles, y Psicosis, de Alfred Hitchcock. La otra son treinta y tres pantallas de televisión antiguas de tubo que están puestas de tal forma que recuerdan a un antiguo tapiz. Su creador confiesa que es la pieza más melancólica.

Todas las obras están hechas con mucho trabajo y detalle, ya que cada imagen que se proyecta tiene un lugar determinado en el objeto, por ejemplo, una imagen en cada tecla de la calculadora de la obra AC.

La exposición se puede visitar hasta el 19 de abril, de martes a domingo.